Francisco Coloane, el escritor que mostró al mundo la Patagonia chilena

El novelista mendocino, en ese momento jefe de espectáculos de Los Andes, entrevistó a su colega que había recibido el Premio de Literatura.

Francisco Coloane, el escritor que mostró al  mundo la Patagonia chilena
Francisco Coloane, el escritor que mostró al mundo la Patagonia chilena

El hogar de Francisco Coloane no está, precisamente, entre el centro de Santiago y el aeropuerto de Los Cerrillos, que convoca con la urgencia del horario de partida. Nada de eso: queda allá lejos, en Nueva Inglaterra, zona de la avenida Independencia, donde se explaya la humilde y fuerte "América de un piso". Pero sí se encuentra en ruta -pese al desvío- para el lector con la imaginación recién herida por el misterio y el dolor de "El flamenco", hallado en un volumen entológico de la Universidad de Chile, para el periodista alerta por la novedad del Premio Nacional de Literatura, adjudicado a este escritor lleno de poderes para levantar tipos, conflictos, paisajes de un extremo de la tierra -el austral chileno- casi o o nada inexplorado por la pluma de él.

Aquella película...

Coloane está ahora en su casita que nos recuerda las de adobe de Guaymallén antiguo y ese encuentro de muros forrados de libros palpitantes y recuerdos artesanos del sur (cacharros, máscaras, canastillas) concentra al escritor, pero limita al que fue navegante y ballenero y ovejero, tanto que los miles de escudos del premio, equivalentes de unos 200.000 pesos argentinos, parecen configurar el destino de un retorno adonde el hombre tuvo su infancia de sal; viento, denodados trabajos y una adversidad  que a menudo admitía vetas de dicha.

Poco tiempo para conocerlo, menguada ocasión para el diálogo, que tarda en entreverarse y se tajea con llamadas telefónicas (felicitaciones, invitaciones) y algún arrebato del visitado que se acuerda de algo:


    Francisco Coloane en 1964, tal como lo publicó Los Andes.
Francisco Coloane en 1964, tal como lo publicó Los Andes.

-Usted que es argentino, venga a ver.

Y nos lleva a una habitación bajona, comedor de diario. En la pared tiene clavado un afiche. Nos lo muestra y pregunta:

-¿Se acuerda? ¿La conoció?

-Sí.

Es de aquella película de sello argentino que filmaron dos mejicanos con jerarquía artística, el director Emilio Fernández y el iluminador Gabriel Figueroa, que fue interpretada por Ana María Lynch, Erno Crisa y Duilio Marzio. "La Tierra del Fuego se apaga", versión de la obra teatral de Coloane.

Puntas del camino

Ha hecho otras cosas para el cine -participó en "Romance de medio siglo"-: quiere hacer más. Tiene en mente algo que conversó con Hugo del Carril: "Dos puntas tiene el camino". Esas dos puntas son Mendoza y Santiago.

-Siempre he pensado -explica- en una película o novela sobre contrabandistas de ganado. A pesar de su actividad delictuosa, ellos unen a los dos países. Mostraría el paisaje de Tunuyán y del Cajón del Maipo, el folclore de uno y otro lado. Habría un personaje de allá, gaucho, que aquí se transformaría en huaso.

-¿Conoce Mendoza?

-La queremos mucho. Tiene una cosa telúrica. Tal vez por el hecho de que el mar haya llegado a la cordillera. El cajón de Uspallata es uno de los más grandiosos paisajes que he visto.

Esposa del escritor

¿Por qué dice "la queremos"? Porque se refiere a él y a la señora. Ella está allí con nosotros. Lo llama Pancho. Se ve que lo ayuda, que está al tanto de todo lo de él y pendiente de hacerle más fácil no sólo el camino de la vida, sino cualquier acción cotidiana. Hemos advertido su actitud vigilante -presta atención al timbre de la puerta, a la campanilla del teléfono, a la localización de la foto mencionada, a la anotación del reportaje concertado con "El Mercurio"- y, sin embargo, hacemos la pregunta obvia que responde:

-Sí, sí. También soy su secretaria. Le copio a máquina y hago todo lo demás. A medianoche se despierta con alguna idea. "Pasame el lápiz, pasame el papel", me dice. Lo comprendo. Al final, hacerlo se vuelve agradable y conmovedor.

-¿Cómo es él?

(Coloane no está, fue a buscar algo)

-Él es muy comunicativo. Necesita la mujer como un factor elemental para expresarse. Es muy espontáneo. No calla nada. Es uno de sus méritos, y por eso moros y cristianos, como se dice, le tienen gran simpatía. Yo diría que es un poco flojo, pero humano y muy sensible. Eso nos ha acercado.


Al cine. “La Tierra del Fuego se apaga” con sello argentino.
Al cine. “La Tierra del Fuego se apaga” con sello argentino.

-¿Cómo lo conoció?

-Cuando se le entregaba el premio de Literatura a Agusto d'Halmar, en 1942.

-¿Ya había leído sus libros?

-No los conocía.

-¿Y ahora él es su autor preferido?

Sonríe bondadosamente:

-Entre otros...

Esta mujer dinámica y alerta, que se llama Eliana Rojas, fue asistente social y traduce del inglés al castellano (Somerset Maugham, etc.) es la segunda esposa de Coloane.

Afuera, en el patio, y en la habitación que se quiere salir al cielo por la ventana ancha, hay esculturas. Eliana Rojas nos hace distinguir dos cabezas: la de Alejandro, el grande (el escultor) y la de Francisco, el chico (el esculpido). Son los hijos de Coloane, de las sucesivas esposas.

“Don Segundo Sombra”

Al autor de "Cabo de Hornos" y "El último grumete de la Baquedano", ¿cuál es el libro ajeno que más le importa?

-Un libro que llevo en mi corazón desde hace muchos años: "Don Segundo Sombra". Guardo admiración eterna por ese poema eterno. Siempre lo releo, pero ahora no lo tengo porque cuando consigo uno enseguida lo regalo. Lo único que he temido de él es ponerme bajo su influencia. Es fácil caer en la imitación de sus imágenes de la pampa. Hay el riesgo de ponerse a escribir a lo Ricardo Güiraldes. Existe otra obra de la misma raza: "Un hombre se asoma a su pasado", de Constantin Weyer, canadiense, premio Goncourt de 1937. Es una novela que representa la vida del cazador de pieles del norte de Canadá.

-¿Cómo debe ser el mejor libro que aún no ha sido escrito por nadie?

-Como esos dos y como otros: "Los de abajo", "La vorágine" y "El Cristo negro".

Sábato y la inteligencia

Espontáneamente se vuelva en esta declaración:

-En la Argentina hay un movimiento literario muy interesante. En este momento, el escritor argentino que más admiro como prosista es Ernesto Sábato. Es extraordinario. Cuando lo vea dígale que aquí tiene un admirador incondicional. No he leído sus novelas, sólo sus ensayos. Me bastan para considerarlo un intelectual de primera categoría, muy inteligente. A veces los escritores no somos muy inteligentes ni tenemos una interpretación intelectual y filosófica de alta categoría de pensamiento. Sábato la tiene. Pero también los escritores sabemos admirar cuando surge en un escritor un pensamiento profundo, universal. Es el caso de Sábato.

Vivir intensamente

Francisco Coloane es un hombre grande de cuerpo, curtido, canoso; perita simpática, señorial y antigua; cejas encrespadas que enojadísimas parecen. Es un escritor de media docena de volúmenes de novela y cuento, tres premios y años de periodismo. Vive un poco de sus derechos de autor; también recibe una jubilación modesta como antiguo encargado de la revista y el boletín del Servicio Nacional de Salud, donde tuvo su empleo. Han pasado 54 años desde que nació en un pueblito de la isla Chiloé.

-¿Qué consejo daría usted a los más jóvenes?

-Que primero vivan intensamente la vida de sus pueblos, integrados en ella, y después escriban. El pueblo es el gran nutriciólogo de la obra literaria. Siempre me he enriquecido más en contacto con el campesino, con el trabajador, que con los mismos intelectuales, ya sea personalmente o a través de las bibliotecas.

Se ha vuelto rotundo, severo, mientras afirmaba esa convicción y la apuntalaba con el balance de la experiencia.

Para. Pone en claro, pasa en limpio:

-No crea, sin embargo, que preconizo un populismo inculto. No niego, por ejemplo, el valor de la lectura. Sería aberrante. Pero necesariamente la realidad de la vida es lo que nos produce la mejor reflexión.

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