Previsiones: “La niña” trae probabilidad de heladas más dañinas

Se estima que una primavera más cálida que lo habitual acelerará el proceso de floración y que la falta de humedad podría favorecer la ocurrencia de accidentes climáticos. Estrategias para evitar daños.

Bajas temperaturas y pocas precipitaciones pueden provocar heladas más potentes.
Bajas temperaturas y pocas precipitaciones pueden provocar heladas más potentes.

Entre el 1 de setiembre y el 15 de noviembre, la provincia se encuentra en alerta por la posibilidad de heladas. En la primavera pasada, las temperaturas bajo cero durante varias horas causaron que se perdiera hasta el 70% de la producción en ciertos cultivos. Este año, las plantas tienen una demora de unos 10 días en su desarrollo y, hasta el momento, los registros no han caído demasiado por debajo de cero. Sin embargo, advierten que una primavera más cálida que lo habitual, acelerará el proceso de floración y que la falta de humedad podría favorecer la ocurrencia de heladas.

El año pasado, en las noches del 2 y el 3 de setiembre, recuerda Martín Cavagnaro, coordinador de la Red de Estaciones Agrometeorológicas (de la Dirección de Contingencias Climáticas de la provincia), se produjo una helada general, con temperaturas que llegaron hasta los 11°C bajo cero en algunas localidades, y que se mantuvieron por entre cuatro y seis horas. A diferencia de lo que ocurre otros años, ésta causó más daño que el granizo, porque cuando llegaron las tormentas graniceras quedaba poca producción para afectar.

La ciruela tuvo una pérdida promedio en la producción de 70%, mientras en el durazno para consumo en fresco y para industria, la merma alcanzó el 50%. En algunas variedades de almendra se ubicó en el 70%. En vid, en tanto, la caída alcanzó el 30%, pero en este cultivo incidió de modo marcado la escasez hídrica.

En lo que va de setiembre, plantea Cavagnaro, las heladas han sido de tipo parcial y las temperaturas, no tan bajas. Por otra parte, los cultivos no han estado tan susceptibles a que se produzcan daños de consideración todavía, porque la fenología de las plantas viene con una semana y media de retraso.

Las bajas precipitaciones podrían hacer prever un año más complicado, en cuanto a heladas se refiere.
Las bajas precipitaciones podrían hacer prever un año más complicado, en cuanto a heladas se refiere.

El ingeniero agrónomo explicó que el peligro con las heladas tardías es que encuentre a los frutales y la vid en actividad. Pero que, a pesar de que ambos necesitan acumular horas de frío para que el brote y el cuaje sean parejos, requieren de temperaturas entre 0 y 7°C. Cuando caen por debajo, no se produce esa acumulación y el hecho de que en 2020 hayan tenido, en algunas localidades, varios días con registros bajo cero, puede estar incidiendo en el retraso en la maduración de las plantas respecto del año pasado.

El período de alerta por heladas, señaló Cavagnaro, se extiende, para los frutales de carozo y de pepita, hasta fines de octubre, y, para el caso de la vid, que tiene una floración y cuaje más tardíos, hasta mediados de noviembre. De ahí que, desde el 1 de setiembre hasta el 15 de noviembre se realice un monitoreo continuo de las temperaturas desde la Dirección de Contingencias Climáticas y de la fenología –el estado de avance de la floración y el cuaje- por parte del Instituto de Desarrollo Rural.

Como está vigente el operativo de guardia por heladas tardías, los productores pueden llamar durante las 24 horas a las delegaciones de la DCC para preguntar cuál es la temperatura en un momento determinado. Y, por supuesto, es conveniente estar atento a los pronósticos, ya que se conoce la probabilidad de ocurrencia con un par de días de antelación.

Primavera más cálida y seca

El meteorólogo Carlos Bustos, de la Dirección de Contingencias Climáticas de la provincia, anticipó que esta primavera puede presentarse con menor humedad y menos precipitaciones que en un año promedio. Esto se debe, detalló, a que hay probabilidades de que se una fase La Niña, que podría extenderse hasta comienzos del verano.

Por esto mismo, es de esperar que las temperaturas en setiembre, octubre y noviembre sean superiores a los valores promedios históricos. De ser así, la frecuencia de eventos de heladas podría incrementarse.

El coordinador de la Red de Estaciones Agrometeorológicas de la DCC señaló que en agosto casi no llovió y que los ambientes secos y las noches sin vientos, favorecen mucho más la helada. Sobre las altas temperaturas, explicó que el calor acelera el ritmo de crecimiento de las plantas y se corre un mayor riesgo de que las heladas tardías las afecten. Esto, porque los tejidos tiernos, los primeros brotes y los recién cuajados, tienen mucha agua y tienden a congelarse con mayor facilidad.

Desde el Ianigla (Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, CCT-Conicet), Juan Rivera, investigador asistente en el Programa Regional de Meteorología, coincidió en que se puede esperar que las temperaturas estén por encima de los valores normales y que también habría menos precipitaciones. Si bien señaló que es muy difícil anticipar si van a producirse heladas, con una atmósfera más seca, éstas pueden causar un daño mayor.

Alta susceptibilidad

Adriana Caretta, ingeniera agrónoma y profesora asociada de la Cátedra de Meteorología Agrícola (de la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNCuyo), explicó que la helada es una de las adversidades agrometeorológicas que más afectan a la agricultura en la provincia, por su extensión geográfica. Se produce cuando la temperatura del aire alcanza un valor crítico -inferior a 0°C-, que daña al vegetal.

Si bien la época de mayor severidad en cuanto a temperaturas inferiores a 0 °C es el invierno, las heladas primaverales, también llamadas tardías, afectan a los vegetales cuando están reiniciando su ciclo vegetativo a través de la brotación o la floración, o bien a ciertos cultivos hortícolas sembrados tempranamente como primicia. Los daños, aunque variables en magnitud, suelen asociarse a una disminución de producción.

En Mendoza, detalló, predominan las heladas por irradiación, es decir debidas a la pérdida nocturna de calor acumulado en el suelo (durante las horas de insolación), en condiciones de calma y cielo despejado. Esta emisión de calor durante la noche finaliza con la ocurrencia de la temperatura mínima del aire poco tiempo después de la salida del sol.

El ingeniero agrónomo Javier Chaar, de la Agencia de Extensión Rural del INTA Guaymallén, explicó que, así como un duraznero, en pleno invierno, cuando la yema está dormida, puede soportar temperaturas de hasta 16°C bajo cero, cuando está en floración sufre daño si el registro cae por debajo de -2,8°C. Aún más, cuando el fruto está cuajado se torna todavía más susceptible y puede verse afectado cuando desciende por debajo de -1,8°C.

Precisamente el riesgo de las heladas tardías, planteó, se asocia a que llegan en un momento posterior al típico, que es el invierno, y cuando la planta, ante el inicio de las temperaturas cálidas, se ha activado, es decir se encuentra en un estado de alta susceptibilidad.

Chaar detalló que el momento de floración es distinto según la variedad, pero también varía cada año de acuerdo a la acumulación de frío. Esto explica que los ciruelos D’Agen o los cerezos, debido a que necesitan más frío, florezcan más tarde. De hecho, puede ocurrir que una temperatura elevada cuando la planta no ha acumulado suficiente frío provoque una demora en el proceso. En cambio, cuando las marcas son elevadas y el vegetal ya obtuvo suficientes registros bajos, como ha sucedido este año para la mayoría, se acelera la floración.

Sobre los métodos de control de heladas, el ingeniero indicó que hay dos tipos principales: los pasivos y los activos. Los primeros se asocian a prácticas culturales que se realizan en el cultivo y que tienden a aprovechar al máximo la energía que aporta el sol durante el día, para evitar un descenso brusco de la temperatura durante la noche. Y los activos apuntan a evitar, mediante la quema de diversos combustibles, que los valores caigan por debajo del umbral de daño.

Es que, como destaca Caretta, sólo es necesario lograr una temperatura superior al valor crítico, que dependerá de la especie, variedad y órgano en riesgo (yema, flor, fruto). La especialista señaló que las alternativas para la defensa van desde la elección previa del sitio a realizar una plantación, de la especie a cultivar y la altura de los sistemas de conducción (espalderos o parrales en vid); pasando por seguros y defensa pasiva (prácticas culturales); hasta los métodos activos de generación de calor y los de redistribución del calor existente, entre otros.

La ingeniera y docente resaltó que un aspecto muy importante, en cualquier estrategia de defensa que se elija, es el control de temperatura. Resulta fundamental conocer el perfil térmico de la zona a defender, es decir, cuáles son los sitios más fríos -y cuánto más fríos son- para ajustar las medidas. Además, durante una defensa activa, el control de temperatura permite una regulación más eficiente y la determinación del momento más adecuado para cesar la defensa. Todo esto reduce los costos operativos y de combustible.

Qué no hacer

Aunque la mayoría de los productores implementa algún tipo de medida para defenderse de las heladas Javier Chaar, de la Agencia de Extensión Rural del INTA Guaymallén, señala que hay prácticas culturales que deben evitarse. Una de ellas es labrar el suelo, porque uno compacto puede almacenar más energía y el aire es un mal conductor de la temperatura, por lo que una tierra labrada, más porosa, tendrá menos capacidad de retener el calor que recibe durante el día. Por otra parte, si tiene vegetación, ya sea porque se utiliza una cobertura vegetal o verdeo en invierno, o porque tienen maleza, es conveniente cortarla a baja altura -no retirarla con rastra porque se hará un labrado-, porque dificultan la llegada de los rayos solares.

Asimismo, está todavía extendida la práctica de quema de cubiertas como un método de control activo. Pero tiene dos efectos negativos: la contaminación ambiental que produce y el hecho de que la combustión del caucho genera una nubosidad que retrasa el efecto de calentamiento del sol al amanecer; sobre todo si es una helada moderada, que ocurre en las últimas horas de la noche. Es decir, prolonga la helada.

En un mismo sentido, Martín Cavagnaro señaló que la quema de cubiertas, además de contaminar, no es eficiente y enturbia el ambiente, lo que impide la entrada de los rayos solares y puede ser perjudicial cuando hay un pronóstico de dos noches consecutivas de helada. Esto, ya que, al no calentarse tanto el suelo, puede producir un descenso marcado de temperatura en el cultivo.

Defensa activa

Chaar plantea que, cuando se está ante un pronóstico de heladas, se recomienda regar los días previos, para acumular más energía del sol durante el día, que se empieza a liberar por la noche. Es que el agua oscurece el suelo y los cuerpos oscuros absorben mejor los rayos solares. Sin embargo, todo depende del tipo de riego que tenga el productor, ya que, si debe esperar un turno, no siempre el recurso estará disponible cuando lo necesite.

En opinión del ingeniero, el mejor método de control es que se realiza con aspersión de agua, porque es muy efectivo y no tiene un impacto negativo en el ambiente. El mantenimiento de la temperatura para que no caiga por debajo de los cero grados se produce porque el agua, al pasar del estado líquido al sólido, cede calor al entorno. Este sistema requiere de riego permanente hasta después de la salida del sol, ya que cuando el hielo se derrite, se produce el efecto contrario, de descenso térmico y podría helar en ese momento.

Otro método es el riego subarbóreo, para el que se pueden utilizar micro aspersores. En lugar de aplicar agua por encima de la planta, se aporta el líquido al suelo, con lo que va aumentando la temperatura abajo y, como el aire caliente tiende a subir, protege las flores y brotes. Sin embargo, Chaar advierte que no es tan efectivo, en el caso de heladas fuertes, como regar directamente el órgano floral. Pese a esto, resaltó que, con las moderadas, con sólo subir un grado la temperatura, se puede salvar la producción.

Adriana Caretta señaló que, para que el suelo acumule la mayor cantidad posible de calor durante las horas de insolación, es conveniente que esté húmedo, en capacidad de campo (nunca encharcado), compacto y oscuro. Todo ello puede lograrse con un riego a manto dos o tres días antes del evento, para dar tiempo a que el suelo reciba radiación y almacene calor. Esto es importante de tener en cuenta, especialmente en fincas con riego por goteo, en las que la mayor parte de la tierra permanece seca y clara, resultando un suelo más frío.

La ingeniera detalló que, dentro de los métodos activos, el más utilizado en Mendoza es el calentamiento atmosférico, que genera calor por combustión de derivados del petróleo u otros materiales, como la madera. Cada combustible tiene su rendimiento calórico y cada sistema (calefactores) usado para la combustión, su eficiencia. Esta aumenta desde el 30 a 40% para el caso de los recipientes de 20 litros hasta el 90% cuando se utilizan estufas con chimenea y toma de aire de retorno.

Sin embargo, destacó que el humo generado por una combustión deficiente no sólo no aporta calor, sino que se convierte en una interferencia para la radiación solar, al quedar suspendida en forma de nube. Por eso, se recomienda focos -puntos donde se produce la combustión- pequeños y numerosos, que no calienten excesivamente el aire, ya que ello provocaría que ascienda muy por encima de la altura del cultivo.

Y coincidió en que el sistema más eficiente de defensa contra las heladas es el de riego por aspersión sobre canopia. Detalló que el método se basa en que el agua aspersada sobre las plantas se congela y suministra 80 cal/gr de agua.

Un inconveniente de este método es el gran volumen de agua que utiliza: 30 metros cúbicos de agua por hectárea y por hora. Por eso, han surgido varias propuestas con menor consumo de agua y que aprovechan el uso de un mismo sistema de aspersión tanto para riego como para defensa. En estos casos, el riego para defensa se aplica a la parte baja de la planta y el suelo o sólo el suelo. Pero el aporte calórico por congelamiento de estas alternativas es inferior al de cobertura total, comprometiendo la eficacia del sistema y limitando su uso.

Caretta añadió que otro sistema, que tiene escasa difusión en la provincia, es el de ventilación artificial. Se utiliza un ventilador, cuyas aspas se encuentran a 10 metros de altura y que “empuja” el aire más caliente, cercano a la altura de inversión, hacia la superficie, produciendo una turbulencia que mezcla las capas de distinta temperatura; es decir, rompe la estratificación en capas de aire. El resultado es una atmósfera cercana al cultivo más homogénea, de temperatura superior a la que originalmente había en superficie.

Sobre este método, Chaar planteó que es una tecnología muy costosa, no accesible para las fincas de pequeños y medianos productores. Pero, además, señaló que no siempre funciona, porque, al mezclar el aire de las capas más elevadas –donde se encuentra la hélice- con aquél que se encuentra a la altura de las plantas, se requiere que la variación de temperatura entre una y otra sea suficiente.

Nuevas plantaciones

Uno de los aspectos que Chaar plantea que generalmente no se toma en cuenta es la planificación al momento de hacer una nueva implantación del cultivo. En este sentido, resulta determinante la elección del material vegetal a plantar, no sólo la especie sino, dentro de una misma, variedades, ya que suelen tener diferente grado de susceptibilidad al daño, ya sea por la fecha de floración o por la densidad (cantidad de flores).

Como lo habitual es que un mismo productor elija varias, se deberían ubicar las más susceptibles en las zonas más altas de la finca, ya que el aire se mueve por diferencias de pendiente y el frío puede “embolsarse” en las áreas bajas. En estas últimas habría que colocar las variedades que florecen más tarde y brindan mayor número de flores.

Chaar sumó que se pueden utilizar cortinas forestales para que funcionen a modo de barrera del aire frío y lo conduzcan a los callejones. Aunque es común ver álamos en las fincas, estos árboles no son óptimos para el control de heladas, porque no tienen hojas en primavera. En cambio, se puede optar por coníferas o casuarinas, o, aún mejor, por algarrobos (que son de baja demanda hídrica).

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