La huella hídrica y la bondad ambiental

Los investigadores desarrollan un indicador medioambiental que define el volumen total de agua dulce utilizado para producir los bienes y servicios que habitualmente consumimos.

El agua, como recurso natural, forma parte de uno de los bastiones del desarrollo regional y global. / Archivo
El agua, como recurso natural, forma parte de uno de los bastiones del desarrollo regional y global. / Archivo

No hay vida en la tierra sin agua y por eso, el agua tiene un valor incalculable, no sólo desde el punto de vista económico sino desde el aspecto cultural (UN, 2021). Sin embargo, se desperdicia agua todos los días en todas las actividades humanas. El agua, como recurso natural, forma parte de uno de los bastiones del desarrollo regional y global. Esta noción de desarrollo, específicamente desarrollo sustentable, se consagró en 1992 se celebró la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro, como un concepto polisistémico e integral que busca conciliar y fusionar las dimensiones del desarrollo: económica, ambiental y social. Este hito abrió el camino a una serie de iniciativas a nivel de territorios, organizaciones y ciudadanía, particularmente orientadas a un mejor aprovechamiento de los recursos, en general, y a una reducción del impacto ambiental de la actividad humana con mayor equidad social (Sauvé et al, 2016).

El estado actual de los recursos hídricos destaca la necesidad de mejorar su gestión integral. Reconocer, medir y expresar el valor del agua e incorporarlo en la toma de decisiones son fundamentales para lograr una gestión sostenible y equitativa de los recursos hídricos y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030.

Por ello, el INA Subgerencia Centro Regional Andina (SCRA) comenzó a desarrollar proyectos para contribuir a la sustentabilidad del uso y la gestión del agua en las diferentes actividades humanas, mediante la generación de conocimiento en relación al desarrollo y aplicación de indicadores de uso y consumo sustentable del agua.

Dentro de las metodologías para evaluar el uso y consumo de agua directa e indirecta asociada a la producción y consumo de bienes y servicios (productos) y de organizaciones (civiles, industriales, económicas, residenciales, otras) se encuentran la Huella Hídrica de la Water Footprint Network (Hoekstra et al, 2011) y la Huella de Agua con enfoque de Ciclo de Vida, siguiendo la Norma ISO 14046 (ISO, 2014). De los indicadores para la evaluación del uso y consumo del agua, la incipiente metodología de la huella de agua es la que ha cobrado gran aceptación en la comunidad científica internacional. Si bien es una herramienta que se encuentra aún en desarrollo, presenta un amplio potencial como indicador de uso sostenible del recurso para evaluar el consumo de agua que las distintas actividades humanas requieren. Esta última, no ha alcanzado suficiente grado de desarrollo en el ámbito regional y local, por lo que resulta atractiva su adecuación para ser empleada como indicador regional del uso y consumo de agua y su impacto sobre la disponibilidad y la calidad del recurso hídrico, especialmente en tierras secas. Teniendo esto en cuenta, durante el 2021 se realizó la determinación de Huella hídrica en las plantaciones de ajo de la provincia de Mendoza, en cuatro zonas diferentes, para ajo morado, blanco y colorado, producto de alto valor en la economía regional. Los resultados preliminares de este estudio se presentaron en un taller público destinado a productores y consultores del sector ajero local para su discusión, validación de información y retroalimentación con las partes interesadas, que tuvo lugar en el mes de noviembre.

El objetivo principal de los dos proyectos en marcha es la formación de una unidad multidisciplinaria local que tenga la capacidad de producir material original sobre indicadores de sustentabilidad de uso y consumo de agua en diferentes sectores económicos y sociales (agrícola, industrial, etc), pero que sea capaz también de asesorar a actores públicos o privados en llevar adelante estudios de indicadores de uso de agua y obtener algún tipo de certificación o etiqueta ambiental.

Como sabemos una etiqueta ambiental es un distintivo para identificar los productos o servicios que cumplen con una construcción sostenible. O sea, con unos criterios de ‘bondad ambiental’ durante el proceso de fabricación, uso, comercialización o finalización de su vida útil. Su objetivo global consiste en utilizar mecanismos del mercado para estimular la mejora continua del medio ambiente. Se trata de información ambiental cuantificada basada en el análisis del ciclo de vida y permiten la comparación entre productos que cumplen las mismas funciones, otorgando a dichos productos un valor agregado.

Algunos de los resultados finales de estos proyectos se darán a conocer el próximo mes, y con ellos se asegura no solo la construcción de herramientas metodológicas y de investigación sino, también, un gran aporte a los productos locales agrícolas y a sus productores.

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