Contingencias: las heladas, el factor cultural y el sentido común

Esta primavera se produjeron fenómenos tardíos que afectaron a durazneros y ciruelos. Qué hacer para poner fin al problema.

Qué hacer para poner fin al problema. / Foto: Claudio Gutiérrez
Qué hacer para poner fin al problema. / Foto: Claudio Gutiérrez

Los daños fueron variados este año; de 20% a 100% de pérdida de la producción, dependiendo de la zona, la topografía, la variedad, el estado fenológico. Para evitar este flagelo existen nuevos métodos de defensa activa, muy efectivos y probados en distintas regiones del país y del mundo.

El costo de inversión para instalar estos sistemas es importante; entre 4.000 y 7.000 dólares / hectárea. Si tomamos durazno industria, el valor de la producción a defender está entre 16.000 y 20.000 dólares / hectárea. Si tomamos la ciruela para industria, es aún mayor.

Frente al hecho consumado surgen distintas interpretaciones, la mayoría de ellas tan remanidas como inconducentes a soluciones efectivas. Por un lado, el Estado está presente en el problema; aporta soluciones crediticias para financiar la inversión en sistemas de control de heladas, con tasas muy accesibles y períodos de gracia. El repago del crédito está asegurado en estos cultivos.

Por otro lado, el Estado está ausente en la experimentación adaptativa de estos nuevos sistemas tecnológicos y en la docencia y difusión de estos métodos de control. Ninguna de sus instituciones dedicadas al agro está trabajando en ello, sólo algunos técnicos de la actividad privada están predicando los cambios en soledad.

Inmoviliza fondos en líneas de crédito que los productores no toman y luego debe asistirlos en la emergencia. El productor, perdió la cosecha; el Estado, dinero en asistencia y valor que no se generó con la producción helada. Menos producción, menos trabajo, menos valor, menos PBI. Como en el juego de la Perinola; “Todos Pierden”.

El factor cultural

En general los productores tienen una mirada exógena frente a sus problemas; consideran que la causa de ellos se encuentra fuera de su gobernanza: el gobierno, la inflación, los impuestos, la carga laboral, la gente, los industriales, el clima.

También son reacios al cambio. El miedo a lo desconocido y la desconfianza, los paraliza e impide reaccionar; continúan haciendo lo mismo por años, generación tras generación. Se niegan a tomar riesgo con un crédito, pero toman un riesgo infinitamente mayor con el clima, resignándose a sus embates.

Se niegan a afrontar una solución endógena a sus problemas, cuando la tienen en sus manos, sin conocer que ellos son artífices de su destino como productores. Muy pocos hacen algo para ayudarlos.

El sentido común

Si a cualquier financista del mundo, se le plantea hacer una inversión, con dinero de un tercero, y tener una muy alta posibilidad de duplicarla o triplicarla en un ciclo anual, el sentido común, sumado a cierta predisposición al riesgo, haría que tomara la inversión sin pensarlo, con altas posibilidades de ganar mucho dinero.

Si estos conceptos se fijaran en el proceder de los productores, se resolverían los problemas de daño de heladas en la fruticultura provincial. Si estos cambios no suceden, no debería extrañar a nadie que reaparezcan los duraznos chinos en las góndolas mendocinas.

*El autor es Ingeniero agrónomo – especialista en fruticultura.

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