Catas: entidades quieren controlar la plaga sin dañar el medio ambiente

Productores, investigadores, funcionarios y ambientalistas participan en una mesa para definir acciones en Mendoza. Qué se puede hacer y qué se debe evitar.

Las catas comen tanto los frutos como las yemas y semillas.
Las catas comen tanto los frutos como las yemas y semillas.

En un problema histórico que viene cobrando notoriedad en los últimos años, los perjuicios por las catas han movilizado a productores para combatirlas y, a su vez, a asociaciones protectoras de animales para defenderlas. Como un punto intermedio, se ha conformado una mesa con distintas instituciones, incluyendo al gobierno provincial, para poder planificar acciones que ayuden a mitigar la plaga sin dañar el ambiente.

Es una mesa en la que, por parte de los productores, hay asociaciones de frutos secos, cereza, ciruela y hasta vitivinicultura (por los ataques a la uva Chardonnay). La mirada más técnica la aportan INTA, UNCuyo, Iscamen, IDR, Conicet y consultores. También participan Fundación Cullunche, Dirección de Recursos Naturales Renovables de Mendoza, Dirección de Agricultura y municipios como Maipú, Tupungato y Luján, entre otros.

“Vimos que el problema era inabarcable para un solo sector o entidad del gobierno, entonces nos reunimos con distintos actores”, comentó Manuel Viera, coordinador de la Asociación de Frutos Secos de Mendoza (AFSM) y uno de los voceros de esta mesa interinstitucional. Tuvieron una primera reunión el 4 de noviembre, una segunda el 12 de diciembre y la idea es hacer una tercera en febrero.

Según explicó Viera, conscientes del problema que significan las plagas, la intención es “hacer lo necesario, pero no a cualquier costo”, entendiendo que se debe cuidar el ambiente y la fauna autóctona, como es la cata (Myiopsitta monachus). “La idea es hacer un plan de trabajo compartido por los actores sociales, acordar una solución integral”, agregó.

El primer paso es generar información, ya que actualmente no hay una medición exacta del daño que representan estas aves y se podría conocer más sobre sus hábitos de alimentación y nivel poblacional. Incluso, un planteo de ambientalistas es que no se debe proponer exterminar a un ave nativa, menos aún sin estudiarla.

Los análisis también podrían determinar la eficacia de las distintas herramientas que aplican los productores, desde emitir ruido hasta bajar los nidos. “Entender el problema es lo más barato, porque desde ahí el productor puede hacer inversiones mejor dirigidas. Salir a cazar catas con un ejército de personas con escopetas no es la solución”, comentó Viera.

En estudios puntuales de la AFSM, en dos días de evaluación en una finca de 40 hectáreas detectaron una pérdida del 9 % por efecto de aves. Y en otra finca, en un cuartel de dos hectáreas vieron un 100% de pérdida, con la fruta mordida por catas. Estudios de ese tipo podrían hacerse a mayor escala para medir mejor el daño.

Cómo controlar catas

Gastón Crauchuk, coordinador de Agroecología del Iscamen (entidad que participa en la mesa) explicó que hay distintas formas de dispersar a las aves sin causarles un daño innecesario. Algunas son eliminar nidos en el invierno, usar repelentes derivados de fitoalexinas vegetales, emitir sonidos específicos, técnicas de disuasión visual y usar aves rapaces. Hay que tener en cuenta que son animales con una gran adaptabilidad.

En el caso de eliminar los nidos, se deben remover en época invernal, desde mayo hasta mediados de octubre, antes de que nazcan los pichones. Si se hace de manera continua, se evita la reconstrucción de los nidos. Con este método se reduce la población, pero tiene un nivel de efectividad medio.

Crauchuk explicó que también hay repelentes naturales como la capsaisina o capsasina, que es irritante para mamíferos y aves, pero hay que aplicarlo varias veces porque dura un solo día. En cambio, la alicina es más efectiva ya que dura entre 15 y 20 días, con un alto nivel de efectividad, aunque no se recomienda aplicarla en la floración (ahuyenta polinizadores) ni cerca de la cosecha.

En cuanto a usar sonido, se puede colocar una línea de alambre con latas y una piedra o bolita adentro con un resorte que reaccione cuando se pose un ave, que sale ahuyentada por el ruido. Otro ejemplo es el ultrasonido, que emite ondas imperceptibles para el humano, aunque cuesta conseguir esos aparatos. Un tercer caso es reproducir el sonido de águilas cazando cuando se acerca una bandada de catas, pero se debe activar manualmente.

Además están los tratamientos con imágenes, como colgar en altura espantapájaros con siluetas de aguiluchos o de halcón (depredadores naturales). También se puede usar un sistema de láseres verdes y espejos, que las aves perciben como un depredador, un sistema muy efectivo.

Por último, el técnico del Iscamen mencionó que en Mendoza hay más de diez especies de aves rapaces, como gavilanes y lechuzas. “El control biológico es un tipo de manejo que considera a un agente biológico como mecanismo de control de las especies que se presentan como plagas potenciales”, explicó Crauchuk. Con estos animales, el cultivo sería una “zona de riesgo” para las catas y se alejarían.

Controlar, pero no erradicar

Si bien no es parte de la mencionada mesa, otro especialista que dio su opinión fue Martín Betancud, director del Observatorio Rural y Agropecuario de Mendoza (ORAM). En principio, comentó que el crecimiento de las catas se da porque, con varios desmontes en el país, encontraron en Mendoza un lugar propicio como productora de fruta, y porque era habitual cazar y capturar a otras aves depredadoras.

Como asesor agroecológico, Betancud rechaza el uso de agroquímicos y propone otros como extracto de ajo, así como mejorar las defensas de la planta con biofertilizantes. “En viñedos recomendamos aplicar extracto de ajo en algunos cultivos y dejar algunos cultivos para darle alimento al animal”, detalló. A eso, suma hablar con los municipios para correr los nidos y cree que sería interesante incluir aves rapaces.

“Yo las dos cosas que rescato son poder trabajar de manera de entender la especie, dejando alimentación y con repelencia permanente. Esos dos manejos combinados nos han dado buenos resultados económicos para los productores”, señaló el director de ORAM. En cambio, no ha tenido buenas experiencias con sistemas de luces y sonido, porque considera que son costosos y las catas se terminan acostumbrando.

En cuanto a qué no emplear, Betancud pidió “no utilizar métodos crueles” y recordó que si se elimina una plaga, aparecerá otra: “Las erradicaciones son muy costosas y generamos otros daños ambientales. Hay que dejar de hablar de erradicación para empezar a hablar de control, y esto va para todo tipo de daño de enfermedades o plagas”.

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