Altas temperaturas y agua: un arranque con viento a favor para la nueva temporda

El invierno cerró con buena cantidad de horas frío para los cultivos. Hay entusiasmo pero advierten sobre posibles complicaciones hasta tanto no pase el período de heladas.

Cosecha en la Finca Esterlick de Fray Luis Beltrán. Foto: Ignacio Blanco.
Cosecha en la Finca Esterlick de Fray Luis Beltrán. Foto: Ignacio Blanco.

Con una buena acumulación de horas de frío durante el invierno y la expectativa de contar con más agua que el año pasado -cuando la escasez del recurso hídrico causó mermas importantes-, los productores agrícolas anticipan que la de 2020-2021 podría tratarse de una buena temporada. Pero en las próximas semanas se terminará de definir si las perspectivas favorables se convierten en un hecho. Lo que determinará el resultado final, en gran medida, es la ocurrencia o no de heladas.

Después de que el año pasado las temperaturas bajo cero –durante los primeros días de setiembre- causaran una caída del 50% en promedio en la producción de durazno para consumo en fresco y para industria, del 70% para la ciruela y de un 30% para la uva (en combinación con la escasez de agua), los productores sólo se animan a plantear que las bajas temperaturas de este invierno y las nevadas en alta montaña configuran un escenario favorable en comparación con la temporada 2019-2020.

Pero son cautos en señalar que la floración recién está comenzando para las variedades tempranas y que, si se produjeran heladas en las próximas semanas, el panorama podría cambiar por completo. Además, comentan con cierta desconfianza que la ausencia de precipitaciones en los últimos dos meses ha generado que los suelos estén secos, cuando la humedad modera el efecto de las bajas temperaturas.

Además, manifiestan preocupación por la falta de mano de obra para realizar ciertas labores, como la cosecha y el trabajo en los galpones de empaque. Es que en la mayoría de los sectores se necesita de los trabajadores que llegan cada año desde las provincias del Norte y países limítrofes; algo que se ve difícil para esta temporada. Por otra parte, se estima que el impacto puede ser grande si algún obrero se enferma de Covid-19.

Infografía Gustavo Guevara y Producción Mariano Zalazar
Infografía Gustavo Guevara y Producción Mariano Zalazar

Juan Rivera, investigador asistente en el Programa Regional de Meteorología del Ianigla (Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales, CCT-Conicet), adelantó que los pronósticos indican que, en la primavera, las temperaturas estarían por encima de la media y que las precipitaciones van a ser deficitarias tanto en esta estación como en el verano; aunque se podría llegar a los valores normales de acumulación de agua en los meses de más calor.

Para fines de setiembre y primeros días de octubre, momento crítico para la producción, informó que, por tener una perspectiva favorable a la ocurrencia de temperaturas por sobre lo normal, en teoría, habría menor riesgo de heladas, especialmente en el Este provincial. De todos modos, resaltó que es muy difícil pronosticar este fenómeno y que, por la baja humedad, de ocurrir, podría darse la conocida como “helada negra”.

Rivera señaló no se esperan nevadas en alta montaña ni lluvias en el llano para las próximas semanas. En tanto, como se anticipan una primavera y verano más cálidos, es de esperar que haya mayor evaporación y, por lo tanto, un aumento en la demanda de agua para riego.

El meteorólogo Carlos Bustos, de la Dirección de Contingencias Climáticas, comparte la estimación de que esta primavera puede haber menor humedad y menos precipitaciones que en un año promedio. Esto se debe a que hay más probabilidades de que se produzca el fenómeno La Niña, que podría durar hasta comienzos del verano. Asimismo, se espera que las temperaturas en el trimestre setiembre-octubre-noviembre sean superiores a los valores promedios históricos. La mala noticia para el sector es que, de darse esta situación, la frecuencia de eventos de helada podría incrementarse este año.

Martín Cavagnaro, coordinador de Investigación y Desarrollo de la DCC, planteó que en setiembre y octubre (para los frutales) y octubre y principios de noviembre (para la vid), es importante monitorear las temperaturas mínimas, ya que si éstas descienden del umbral crítico de daño para eventos de floración (-2,2 a -2,7°) y cuaje de frutos (-1,1 a -1,8 °), los daños y mermas en producción serán notables. Recordó que los productores pueden consultar en forma instantánea los registros de la Red de Estaciones Agrometeorológicas de la DCC.

En cuanto a la disponibilidad de agua, aunque la situación no será tan crítica como el año pasado, se estará por debajo de uno promedio. El superintendente de Irrigación, Sergio Marinellli, indicó que el pronóstico de escurrimiento para todos los ríos se presentará los primeros días de octubre y que en este momento se están realizando mediciones. Pero adelantó que la cuenca del río Mendoza muestra escasez de nieve y si bien las del Tunuyán, el Diamante y Atuel presentan más acumulación, no se llegará a un año medio sino que será otro crítico. Aún más, porque, después del “peor de la historia”, los acuíferos tienen un nivel muy bajo y se perderá bastante recurso por infiltración.

Expectativas

Fabián Ruggeri, ingeniero agrónomo integrante de Acovi (Asociación de Cooperativas Vitivinícolas Argentinas), comentó que, en principio, lo que debería ocurrir es que, con la merma productiva del orden del 30% en promedio que se produjo la temporada pasada, sumado a una esperada mayor disponibilidad de agua, las plantas tengan un incremento en la producción. Los viticultores, acotó, hablan de que la planta “descansó” y, con un riego y fertilización adecuados, tiene reservas para producir más.

Pero todo depende, aclaró, de las condiciones del tiempo y de que realmente la disponibilidad de agua sea mayor. Es que Ruggeri comentó que, si bien las heladas son lo que más daño produce a nivel global, las temperaturas elevadas y la falta de precipitaciones en la primavera pasada también generaron un aborto de flores.

El ingeniero agrónomo indicó que están muy expectantes de cómo será la brotación, que debería comenzar en unos 25 días. Es que, cuando viene pareja, generalmente significa que la cosecha será buena; mientras que, si las yemas no son homogéneas, se anticipan dificultades. Pero, aun así, el brote puede ser excelente, pero no dar como resultado un buen racimo, por lo que se trata de ir esperando cada momento.

Ruggeri comentó con preocupación que hace casi dos meses que no nieva en cordillera -aunque al principio del invierno hubo buenas precipitaciones- ni tampoco llueve en el llano. Esto último los tiene preocupados porque se necesita humedad en el suelo para atemperar las diferencias de temperatura entre el día y la noche. De lo contrario, cuando la tierra está seca, el ingreso de un frente frío moderado ya provoca daños.

El presidente de la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y Afines de la provincia de Mendoza (Asocamen), Ariel Zucarelli, comentó que presumen que este año la superficie cultivada con ajo se ha incrementado un 4%, por lo que se llegaría a unas 12 mil hectáreas (en 2019 se plantaron 11 mil). Se trata, resaltó, de una estimación ya que el Instituto de Desarrollo Rural no pudo realizar el relevamiento a campo, por la pandemia, y sólo analizará imágenes satelitales, del Valle de Uco (donde se concentra alrededor del 70% de la superficie de toda la provincia).

El ajo representa el 70% de las hortalizas que se cultivan en Mendoza y, hasta ahora, se espera una buena temporada. Zucarelli detalla que han tenido una buena acumulación de horas de frío, lo que resulta positivo para el cultivo, y que, después de un año con un excelente precio en el mercado externo, el productor ha contado con recursos para invertir en la siembra y apostar a tener mejor calidad y rendimiento.

El panorama internacional no es tan favorable como el de 2019-2020, cuando una caída importante en la superficie cultivada en China –el principal proveedor mundial-, generó una suba marcada en los precios. Ahora, el país asiático no sólo aumentó un 25% la extensión sembrada con ajo, sino que los rindes han sido muy buenos. También Europa incrementó su cantidad de hectáreas y ha tenido una buena cosecha. Y Brasil, que es el principal comprador del ajo mendocino, ha tenido una temporada favorable.

De ahí que los valores de mercado cayeran mucho en mayo y junio, aunque comienzan a recuperarse lentamente. Pero se sabe que no alcanzarán los del año pasado, porque habrá una mayor oferta en el mercado internacional. Zucarelli planteó que el “caballito de batalla” para el sector será la calidad y que, en el contexto actual, hay que trabajar para asegurar la sanidad del producto. Sobre todo, porque muchos mercados guardan cierto resquemor hacia China, por la pandemia.

José Luis Navarro, presidente de la Asociación de Productores y Exportadores de Frutas Frescas de Mendoza (Aspeff), manifestó que es muy prematuro para hablar de cómo será la temporada, ya que recién están comenzando a florecer algunas variedades de duraznos y damascos. Por el momento, señaló, todo apunta a que sería un año normal, pero se debe esperar hasta fin de mes para las zonas Norte y Sur, y hasta el 10 de octubre para el Valle de Uco. Hasta entonces, un zonda o una helada pueden tirar por el suelo las mejores perspectivas.

Navarro comentó que la floración viene atrasada unos 10 días porque ha sido un invierno más frío que el pasado, cuando hubo mayor alternancia de jornadas frías y templadas. Este año, en cambio, predominaron las bajas temperaturas y recién ahora ha empezado el calor. Pero coincidió en que la falta de humedad puede ser un problema, ya que, si bien la tierra tiene reservas de las lluvias de invierno, éstas se encuentran por debajo de los 10 centímetros, cuando lo que se necesita es que haya en la capa más superficial, para reducir el impacto de las heladas. El productor añadió que, afortunadamente, no se espera en los próximos días un frente frío, pero tampoco se anticipan precipitaciones.

En cuanto a las expectativas post-cosecha, el titular de Aspeff planteó que hasta el momento no ha habido caída del consumo en el mercado interno y que si bien algunos son pesimistas sobre cómo afectará la crisis económica en los próximos meses, otros señalan la ventaja de que, quienes mantuvieron estable su nivel de ingreso y vieron reducidos sus gastos (porque no pueden salir a comer tan seguido ni irse de viaje), han podido ahorrar y tendrán la posibilidad de comprar fruta, que no es un producto de primera necesidad.

Pero subrayó que en el sector no se está hablando de exportaciones, cuando consideró que ése debería ser el objetivo, para evitar que se siga perdiendo superficie cultivada. Navarro detalló que en los últimos 15 años se redujo entre un 80 y un 90% la cantidad de hectáreas en la provincia con manzanas y peras. Además, se pasó de unos 1.000 a 1.500 camiones que se exportaban por año cargados de estos dos productos a apenas 94 en 2019. Sin embargo, señaló que algunos insumos, como los agroquímicos, se compran a un dólar de $ 100 –entre el blue de $ 130 y el de $ 78- pero cuando se exporta, se cobra a valor oficial. Esto, además de otras complicaciones, consideró, desalienta las ventas al exterior.

El coordinador técnico del Instituto de Desarrollo Rural, Alfredo Baroni, explicó que no ha habido una gran variación en la superficie de frutales con respecto a los últimos años y que, si bien se registraron erradicaciones, también se observaron implantaciones y que aún no han sido medidas. Para poder tener una estimación de cosecha, en cambio, habrá que esperar a que pasen la floración y las heladas de primavera.

En cuanto a la producción hortícola, mencionó que presuponen que se ha dado un ligero incremento en la superficie respecto del año pasado, porque fue una temporada muy buena para el ajo, que es la que concentra mayor cantidad de hectáreas en la provincia, y esto alentó una leve expansión. Pero también señaló que hay pequeños productores, como los floricultores, que no han podido vender flores durante la pandemia y se han dedicado al cultivo de habas, arvejas y rúcula en los invernáculos.

Una de las hortalizas que se anticipa va a recuperar la superficie perdida durante 2019 es la zanahoria. Es que, producto de los bajos precios que tuvo en 2018 y de la baja disponibilidad de agua, perdió un 25% de las hectáreas cultivadas el año pasado. Santiago Salassa, asesor de la Cámara de Empacadores de Zanahoria de Mendoza (Caeza), comentó que esto provocó escasez y que se llegara a pagar, en febrero, $ 40 el kilo en campo.

Lo habitual es que, cuando el producto tuvo un buen precio el año anterior, se incremente la extensión del cultivo. Salassa detalló que se espera recuperar el 25% perdido y que el precio ya ha caído mucho porque este año hay sobreoferta, al punto que hoy, las que llegan desde Santiago del Estero y Santa Fe se están pagando a $ 2, un valor que no cubre los costos de producción. Como además se prevé que los rendimientos van a ser buenos podría ocurrir que, como ya ha ocurrido en el pasado, sobre zanahoria y quede en las fincas sin arrancar.

El tomate para industria seguirá la tendencia de ir ganando superficie, ya que la producción local no alcanza a cubrir el consumo de los argentinos y las industrias deben importar pasta, lo que, en un escenario con un dólar alto, no resulta tan favorable. En la temporada pasada, casi se llegó a las 2.900 hectáreas cultivadas con este producto, y en ésta se espera que se sumen entre 500 y 700.

Factor pandemia

El clima es imprevisible, pero al menos los productores ya están acostumbrados a lidiar con esa variable. En cambio, el coronavirus ha sumado un factor adicional de incertidumbre, del que poco se conoce. Para levantar la producción se necesita de la mano de obra que proviene del Norte del país y también de países limítrofes, y no se sabe si podrán viajar o cuál será el protocolo, ya que resulta muy difícil que un pequeño o mediano productor frutícola pueda afrontar los 14 días de cuarentena para las cuadrillas.

Ariel Zucarelli, presidente de la Asociación de Productores, Empacadores y Exportadores de Ajos, Cebollas y Afines, resaltó que el sector depende de los obreros “golondrina” para levantar la cosecha porque la mano de obra local es muy escasa y la mecanización, mínima. Pero aun cuando se pudiera levantar el ajo con máquinas, el trabajo de acondicionamiento y empaque se realiza manualmente en el interior de los galpones.

Los tiempos apremian, ya que la cosecha de los primeros ajos comienza el 25 de octubre, pero unos 15 días antes se realiza el descanutado. De ahí que desde el sector hayan consultado al gobierno provincial por la implementación de protocolos y pedido que se defina cómo se permitirá el ingreso de personas desde otras provincias para desarrollar estas labores.

El sector frutícola también ve acercarse el momento de la cosecha, ya que para variedades tempranas de cereza y damasco comienza en octubre, y alrededor del 50% de quienes realizan la tarea son personas que vienen de provincias del Norte del país. José Luis Navarro, presidente de la Asociación de Productores y Exportadores de Frutas Frescas, señaló que todos los años hay dificultades para conseguir mano de obra local y que ahora, si quienes llegan de otras provincias tienen que hacer cuarentena, se complicará mucho esta posibilidad. En cuanto a los mendocinos que están desocupados, Navarro planteó que se trata de una labor temporaria, de entre 20 días y un par de meses. Entonces, cuando se los quiere registrar, las personas se niegan por temor a perder las asignaciones sociales.

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