Filma tu aldea

"No hay como los amaneceres en rodaje" (Cristina Raschia, cineasta mendocina).

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La vida cerca del Puente Olive en Godoy Cruz, a mitad del siglo pasado, era parsimoniosa y terrosa. Sin embargo, se alteraba cuando “otras” vidas se desarrollaban en el predio donde funcionaba Film Andes, la innovadora productora de cine de aquel tiempo.

Un amigo evoca los recuerdos de su padre, que vivió su adolescencia como vecino de ese mundo mágico del cine hecho en el barrio. Mi amigo Enrique (ahora es actor vocacional y comunitario) repite cada vez que se lo piden esa anécdota sobre el rodaje de El último cowboy, una bella parodia de un western norteamericano made in Mendoza.

“Resulta que el amigo de mi viejo, que se llamaba ‘Loncharis’, tenía muy buena puntería con la gomera, entonces lo buscaron para simular una serie de disparos a las botellas de la cantina del Lejano Oeste”, cuenta Enrique, sonriente, gozando de la narración. “Entonces, a cada disparo que se producía de las balas de fogueo de los actores le correspondía un piedrazo certero del infalible Loncharis. Mi viejo y sus amigos se sentían parte de esa historia que después vimos en el cine”, concluye satisfecho mi amigo.

Las vidas que el cine muestra son de otros tiempos y otros lugares. Quienes dan parte de sus vidas para el cine viven en ese mundo mágico; si es en el barrio, mejor todavía.

Esta pequeña historia del mundo real es un ejemplo de lo universales que son las historias audiovisuales si están bien contadas. Lo sintetiza del mismo modo la talentosa y resiliente Cristina Raschia, que disfruta de un amanecer filmando.

Pero, ¿cómo hacer para que este gozo individual y comunitario alcance el nivel de industria, de trabajo conjunto, profesional, y que se logren niveles de calidad competitivos con cualquier producto hecho en el planeta?

Supo decir la misma Raschia en una entrevista de hace dos años: “El presente de Mendoza (en el desarrollo de producción audiovisual) es muy promisorio y tiene que ver con la prepotencia del trabajo con la cual encaramos esto”. La realizadora se siente protagonista de ese devenir y parafrasea a Roberto Arlt cuando habla de “prepotencia de trabajo”.

En este despliegue de Edición U, iniciando el año 2020, nos propusimos entrar por la puerta mágica de Mendoza, donde nuestra casa se convierte en un gran set para contar historias que quedarán en la memoria de los espectadores, en las salas de los complejos de cines o en las plataformas de streaming.

Un ámbito al que no es ajena la UNCUYO, porque es factor de todo esto al generar capacidades y experiencias únicas para los profesionales de esta naciente industria audiovisual. Es “la costa oeste” del país, como le gusta decir al productor Marcelo Ortega, presidente del clúster Film Andes, en homenaje a aquellos soñadores y visionarios que “vieron” la peli que se venía hace 80 años.

Para no caer en un spoiler (revelación), no adelanto más y solo traigo a estas líneas al genial Ernesto “Flaco” Suárez, que con casi 80 años de vida debutó en el cine coprotagonizando con Rodrigo de la Serna Camino a La Paz. En esa road movie (que ya se puede ver en Netflix), el gran actor mendocino encarna a un anciano practicante del islamismo. Cuando el personaje de Rodrigo De la Serna le pregunta: “¿Usted es musulmán de dónde?”, Suárez, entonando en perfecto cuyano, contesta: “De Godoy Cruz… ”. Ni más ni menos.

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