Federico Jeanmaire: “Me caen muy bien los chinos a diferencia de muchos de mis vecinos”

El autor habla aquí sobre su nueva novela “Tacos altos”, inspirada en la muerte del dueño de un supermercado chino del Gran Buenos Aires durante los saqueos que se desataron en 2013. Este hecho es una excusa para que Jeanmaire navegue con soltura y bellez

Me cuesta el pasado. Y me cuesta el futuro, también. Soy china, me defiendo siempre...”, dice Su Nuam apenas abrimos “Tacos altos”. Y en esas primeras oraciones iniciales está el germen de todo lo que vendrá después.

Allí está el presente constante de Su Nuam, la protagonista de esta última novela de Federico Jeanmaire.

Allí está también esa atmósfera de tristeza blanda pero sostenida que nos irá minando a través de la lectura, hasta dejarnos envueltos en las redes de la historia, en la tragedia de la protagonista; que es nuestra a la par.

Dicen que una novela mide su estatura a partir del instante inicial. Si la afirmación es correcta, esta nueva obra de Jeanmaire es alta, altísima. La presentó a principios de este año y desde ese instante no ha recibido más que elogios.

En ella se profundiza sobre un tema contemporáneo: la identidad. El autor desbroza este concepto de adentro hacia afuera, desde la intimidad y desde el contexto, en confrontación de unos con otros, en cruces y articulaciones.

Lo primero que captura la atención es el punto de partida de la trama. Hay que decir que lo que le interesa contar a Jeanmaire tiene un pie fuerte en la realidad argentina: “El hecho que da origen a la novela ocurre a principios de diciembre del año 2013 en el marco de una huelga policial y saqueos en todo el país donde hubo varios muertos. La mayoría de las muertes se dieron en el interior, ésta, la del padre de la protagonista, fue la única que se produjo en el gran Buenos Aires”, nos explica.

La crónica policial cuenta que entre los muertos se encontraba un chino, dueño de un pequeño supermercado, quemado. Lo que no está claro es si él se inmoló o fueron los saqueadores los que lo incendiaron. Esta dualidad informativa es la que usa el autor para desentrañar una historia que pivotea entre la aldea de la que procede el hombre y su hija Su Nuam, Suzhou, y el barrio bonaerense donde la chica se crió y su padre tenía el supermercado, Glew.

- Siguiendo a tu protagonista, a su abuelo, a sus vidas en Suzhou, uno no puede dejar de pensar: "el chino del Barrio" para los argentinos encuentra en tu novela una dimensión que desconocemos, que desoímos, para "argentinizarlo". ¿Existió esa intención de otorgarnos la visibilidad sobre una identidad que estereotipamos, que disminuimos con nuestras simplificaciones y prejuicios?

- Sospecho que sí. Aunque no haya sido ésa una intención demasiado consciente. Me interesa particularmente la cultura china, me caen muy bien los chinos a diferencia de muchos de mis vecinos y en ese contexto, supongo que quemar vivo a un chino dentro de un supermercado no está tan mal visto como quemar vivo al gallego del almacén de la esquina.

Cosas de las culturas y de sus prejuicios respecto de lo otro, de lo que no se entiende, de lo que no se reconoce como propio.

El tema de la identidad y de los aluviones migratorios es el gran asunto del siglo XXI, me parece. Y me parece, también, que está bien sentarse a escribir sobre eso.

- Durante todo el tránsito por la novela hay una especie de tristeza suave, una nostalgia, una melancolía, una idea sobre el destino que "demarca territorios". ¿Tuviste la intención de buscar ese pulso, esa atmósfera?

- Tuve la intención de cuidar cada párrafo, cada oración, cada palabra. Que no hubiera nada de más y que, al mismo tiempo, nada quedara fuera. El castellano artificial a partir del que escribe Su Nuam o Sonia creo que es lo que termina por crear esa atmósfera tan particular. El presente absoluto suele provocar ese tipo de sensaciones.

- Aunque "Tacos altos" tiene un rasgo muy argentino hay también un profundo conocimiento sobre la cultura china, ¿cómo te propusiste construir esa dualidad de "culturas" o "identidades"?

- En algún sentido, son dos culturas antitéticas que conviven a diario. En el súper, por ejemplo. Ese es el desafío, supongo, pensar cómo hacen o no hacen esas dos culturas para amalgamarse, para dejar de desconfiarse y, sobre todo, cómo incide la irrupción de lo chino en una cultura, la argentina, que aunque debe su origen a un componente aluvional fundamental, siempre se ha resistido a incorporar con entusiasmo al otro. Aunque a la larga, es cierto, termina por incorporarlo.

- ¿Cómo surgió este conocimiento y afinidad con la China que se perciben en tu novela?

- En los noventa descubrí a una cuadra del departamento donde vivía, en un quiosco, la sonrisa tranquila de los chinos. Y me encantó. Empecé a leer todo lo que pude y el broche se dio a partir de un viaje a la China que hice con mi hijo con la plata que gané cuando gané el premio Clarín en 2009.

Federico Jeanmaire es también profesor universitario y bibliotecario nocturno en la Biblioteca del Congreso de Buenos Aires.

Allí, justamente, los lectores son principalmente chinos y coreanos. Así las cosas, los asuntos de la identidad y la “extrañeza” no le son ajenos; de hecho, en sus territorios de investigación y estudio literario, se ha especializado en “El Quijote.

- ¿Qué aspectos de tu afición "cervantina" están presentes en "Tacos altos"?

- Sobre todo, me parece, la cuestión de las lenguas artificiales. Ni Don Quijote ni Sancho hablan como se hablaba en su tiempo, uno lo hace como si saliera de un libro de caballería y el otro, Sancho, enganchando un dicho con el otro en una cadena imposible.

En “Tacos altos”, Su Nuam o Sonia, escribe todo en presente, no puede utilizar correctamente los tiempos verbales. Creo que la lectura de una lengua artificial provoca un extrañamiento sobre lo propio que me interesa como escritor.

“Tacos altos” podría emparentarse tal vez con la austeridad y el apego a la naturaleza de un filme de Naomi Kawase, por ejemplo. Es que las imágenes se suceden como el fluir del agua. Y aunque en la novela hay un relato ligado con las ciudades, el río, el aire, el fuego rodean a los protagonistas y hasta los definen.

- ¿El lenguaje cinematográfico fue de algún modo fuente de inspiración, o referencia, para vos?

- No, para nada. Aunque, de todos modos, creo que eso puede tener que ver con la personalidad de Su Nuam o Sonia, una chica a la que le gusta sentarse, sobre un cajón de maderas o sobre una palangana de plástico, a observar lo que ocurre a su alrededor. En algún sentido, en buena parte de la novela ella es sólo una espectadora, como si estuviera viendo una película de lo que pasa.

- Cuando terminaste el proceso de esta novela, cuando pudiste "verla" en su totalidad, ¿cuál fue tu impresión sobre ella?

- Me gustó. Me gusta. Creo que es la primera vez que me pasa. Mis amigos dicen que me estoy poniendo viejo, que perdí mi capacidad de autocrítica.

- De este proceso de construcción que fue tu novela, ¿qué aspectos te desagradaron y cuáles te entusiasmaron especialmente?

- No, aspectos desagradables, ninguno. Me encanta escribir. Lo disfruto. Soy feliz haciéndolo. Siempre. También mientras escribía “Tacos altos”.

- ¿Cómo fue esto de escribir sobre una chica adolescente, y cómo piensa, siendo un hombre adulto?

- Fue maravilloso. Es fantástico pasarse un año siendo otro, uno se aburre de uno mismo y ser otro te aliviana la vida.

Respecto de la protagonista, pienso que la adolescencia es la edad más sincera del ser humano, hay un entusiasmo por la verdad, por ser verdadero, por creer en lo que hacemos. Una edad en la que uno puede pasar con mucha facilidad de cualquier extremo a otro. Y la literatura te permite esas cosas, ser otro, ser otra, volver a la adolescencia. Casi un milagro.

- ¿Hay algo sobre lo que jamás escribirías?

- En principio, no. Escribo acerca de lo que me apasiona en un momento dado. No, no creo que haya límites en la pasión.

- ¿Qué viene después de "Tacos altos"?

- Después de “Tacos altos” viene “Amores enanos”, una novela que publicará Anagrama el año que viene. Transcurre en un barrio cerrado, en un country, que habitan unos enanos. Todos son enanos. Y tiene un aire mendocino: el único personaje importante de la novela que no es enano, es una bellísima mujer huarpe.

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