Qué es el narcisismo telemático y cómo repercute en las relaciones laborales de la virtualidad

El hecho de que todos los cuadritos de la pantalla, en una reunión virtual, sean iguales provoca el mismo efecto hacia aquellos que se comparte: queda a igual nivel el contenido interesante que el comentario superficial de quienes no tienen nada que aportar

La aparente igualdad en una reunión virtual se pierde cuando los egos se ponen a competir
La aparente igualdad en una reunión virtual se pierde cuando los egos se ponen a competir

Luego de transitar más de un año y medio de pandemia y aislamiento, algunos análisis en relación a la forma en que debimos adaptarnos y vincularnos mediante la virtualidad, se hacen urgentes, sobre todo cuando se avizora un horizonte más presencial, más humano y menos mediado por la tecnología. Esta etapa nos permite, ya sin la angustia de los primeros tiempos y con la experiencia a cuestas, detenernos a mirar aquellas situaciones en las que estuvimos envueltos todos en el plano virtual, y que por la inminencia -en aquel momento- no terminábamos de desmenuzar, pero que sin embargo percibíamos a través de cierta molestia o desconcierto. Es decir, algo de lo que ocurría en las reuniones por Zoom o por Meet hacía ruido y no alcanzábamos a determinar qué era.

Este es el planteo inicial de la charla con Martin Alomo, doctor en Psicología, magíster en Psicoanálisis y docente de la UBA, en la que se abordaron varios puntos en relación a lo que él llama “Narcisismo telemático” y que hace referencia a la situación (aparentemente igualitaria) de una reunión virtual, en la que las distintas voces no siempre aportan comentarios de valor al hecho que se está planteando en el encuentro. “Últimamente, a raíz de la pandemia, -si bien algunos ya veníamos utilizando estás herramientas desde hace algunos años-, estamos todos muy tecnologizados”, comienza diciendo el especialista.

“Estamos cansados a veces de participar en reuniones tontas en las que hay que estar pero en las que no pasa nada, entonces creo que está bueno pensar, entre otras cosas, que nos permite acercarnos pero también puede hacer que posteriormente, post pandemia, se pueda analizar mucho más la presencialidad y que nos reunamos cuando realmente valga la pena y no para perder el tiempo como solía pasar antes”, plantea Alomo.

El tema derivó de una circunstancia banal, que se repetía muchas veces antes de la pandemia y que tenía que ver con las reuniones de trabajo en las que la persona debía estar presente, pero que terminaban dejando una sensación de estar por obligación y no porque el tema de la reunión fuera importante. Como ocurre muchas veces, ese tipo de circunstancias terminó convirtiéndose en una broma y luego en la frase de una remera: “Esta reunión podría haber sido un mail”. A partir de esto, Alomo hace un paralelismo entre lo que ocurría en la presencialidad versus lo que sucedió luego con las reuniones virtuales, pero con análisis distintos para cada caso.

“En la presencialidad y en las reuniones de trabajo, no había que abocarse solamente a la tarea laboral, porque eso es imposible. En el medio estábamos nosotros con el perfume, la ropa que nos pusimos, las personas que nos gustan y las que no nos gustan. En una reunión de trabajo circulan también seducción, rivalidad, competencias, simpatías y antipatías. Y resulta que eso también circula en las redes sociales y en las plataformas más acotadas, cómo un Zoom o un Meet”, continúa.

“A raíz de padecer algunas reuniones donde me encontraba de repente tolerando o escuchando cosas que realmente no era el cometido esa reunión y sentía que perdía el tiempo, me daba cuenta cómo circulaba el narcisismo de algunas personas a través de los cuadritos del Zoom”, agrega Alomo, haciendo referencia a lo que podría catalogarse como una desvirtualización de las reuniones virtuales.

“En el Zoom, donde todos los cuadritos de las fotos son iguales y todos ocupamos el mismo espacio y tenemos la misma importancia con respecto al tema que se está tratando, se pierde cierta perspectiva, un poco más centrada en la tarea o en lo que se está hablando, y hace que gane espacio el narcisismo de un modo más desembozado”, analiza.

Una de las características de los ámbitos laborales es que tienen una cultura interna, que no está escrita, pero que sin embargo se hace sentir a través del comportamiento (por acción u omisión) de quienes allí trabajan. Para una persona que recién empieza, es fácil saber cuáles son las reglas (horario, uniforme, lugar de oficina, horario de comidas, etc.) del nuevo lugar de trabajo. Sin embargo es mucho más difícil entender por qué el grupo de compañeros no se junta a jugar al fútbol fuera de la oficina, por qué sí se puede o no se puede tomar café en determinados horarios, o por qué sí se saluda o no se saluda en los pasillos.

Esta circunstancia también se traslada a las reuniones de trabajo habituales: en algunas empresas se valora la participación de los asistentes y en otras, en cambio, se consideran las opiniones de los empleados como interrupciones o intervenciones inoportunas.

Lo mismo ocurre con las reuniones virtuales, en las que el simple hecho de prender la pantalla o dejarla apagada, puede ser tomado como una falta de respeto o como un acto solidario para consumir menos recursos en la plataforma, dependiendo de la cultura interna de cada empresa.

“La cultura organizacional hace su uso particular de esta herramienta” plantea el psicoanalista, y agrega “pero también hay otro tema con respecto al narcisismo en el que están implícitas la seducción, la mirada, y todo lo que hace a la cuestión de la imagen.

En la realidad, lo que se ve de la otra persona, lo imaginario, ocupa un rol muy importante: la imagen, la seducción, los gustos, la simpatía, la prestancia y la presencia. De repente ahora cada uno está en su espacio y sabemos que además de la parte de arriba de la ropa podría haber otra ropa en la parte de abajo. Es decir, el mundo ocurre en este plano corto, y eso hace que el narcisismo sea distinto, que funcione de otra manera”, explica.

En cuanto al hecho casi imperceptible de dejar la foto o, por el contrario, encender la cámara, Alomo analiza que “la presencia de alguien puede ser dejar la foto y a lo mejor está o no, pero eso se produce una dislocación entre la voz y el cuerpo que es muy fuerte por el efecto en lo subjetivo”, subraya. “Se produce una fragmentación que facilita que estemos presentes pero no del todo. Es decir, estamos presentes pero también estamos ausentes y esta puesta en escena de presencia en ausencia es lo que enfatiza la utilización de estas plataformas y lo que me gusta pensar en relación a los efectos que puede tener este está fragmentación en la subjetividad de nuestra época, exacerbado en el contexto de pandemia”, analiza.

Hay según algunos manuales de psicología que hablan de un Trastorno Narcisista, que es una psicopatología. Sin embargo en esta ocasión, Martín Alomo se refiere a un tipo de conducta que se relaciona con el narcisismo desde la concepción de necesidad de ser mirado. “Cuando digo que todos ocupamos el mismo cuadrito, es decir que todos tenemos el mismo tamaño, ese cuadrito es inodoro (no se huele el perfume ni el ambiente) y el arreglo es mínimo como para salir en pantalla. Entonces la pregunta es ¿Cuáles son los modos ahora que tenemos para producir algo en el otro? Lo mejor sería que fuera diciendo algo interesante o produciendo un contenido inteligente para compartir respecto del contexto de la reunión. Pero ocurren cosas que también se producían en la presencialidad y que tiene que ver con llamar la atención, con lo cual eso tiene un protagonismo y una presencia muy pregnante, muy efectista y lo que hace es fragmentar el discurso de lo que se va construyendo en esa reunión, el tramado simbólico de lo que se va diciendo, con un montón de cortes e interrupciones que no dicen nada, tienen el mismo tiempo y el mismo cuadrado en la pantalla que lo que estaba diciendo otro que sí colabora con algo más sustancial para lo que se dice en ese momento”, concluye.

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