Manuela Mur: escritora y gestora cultural

La trayectoria de esta importante mujer para las letras y la formación de lectores en nuestra provincia.

Manuela Mur (al centro) fue una de las escritoras y gestoras mendocinas más importantes del siglo XX en la provincia.
Manuela Mur (al centro) fue una de las escritoras y gestoras mendocinas más importantes del siglo XX en la provincia.

"[...] abierta se derrama la luz plena /sobre la vertical del mediodía /ni más quietud, ni paz, ni azul cabría /en la absoluta inmensidad serena… ". Manuela Mur. Luz entre sueños (1966).

En consonancia con una nueva Feria del Libro (esta vez virtual, por la situación imperante) es oportuno recordar a quien fue la organizadora del primer acontecimiento de este tipo en Mendoza: Manuela Mur (1914-1993), quien se destacó en el ámbito cultural por su labor literaria pero también por su desempeño al frente de la Biblioteca Pública General San Martín, cuya dirección ejerció entre 1962 y 1967.

Era oriunda de San Rafael, pero las memorias de su infancia se asocian con la localidad de Pareditas, en San Carlos, Mendoza. Se trasladó luego a Buenos Aires, donde siguió estudios universitarios en la UBA. Luego obtuvo el doctorado en Filosofía en Madrid (1965). Allí y en otras ciudades de España vivió y desarrolló su carrera dictando cursos y conferencias. Fue profesora en varias escuelas de Mendoza y en Buenos Aires; dictó clases de Antropología Filosófica. Integró también el cuerpo docente de la Universidad del Sur y dirigió el Departamento de Artes en la Universidad Nacional de Tucumán. Fue poeta y narradora; publicó además escritos en numerosas revistas literarias y diarios, tanto locales como extranjeros. Fue directora de la revista Versión en Mendoza. Integró la Sociedad Argentina de Escritores (SADE), el PEN club y la Asociación de Escritoras Católicas.

En 1962, cuando asumió como directora de la Biblioteca Pública General San Martín, realizó la primera Feria del Libro del país y lo hizo en Mendoza. Fue a cielo abierto, en la Alameda, y se repitió durante cinco años seguidos. Como la misma Manuela recuerda en una nota periodística, “Recibí ayuda del Fondo Nacional de las Artes, que entonces presidía Victoria Ocampo [...] Yo traía la imagen de la feria del libro de Madrid [...]. La feria incluía todo el movimiento artístico en vivo: ballet, artes plásticas, música, títeres” (citada por Morán, 2012). Con su energía logró llevar adelante una iniciativa que ya había fracasado en ocasiones anteriores, por el escaso apoyo de los libreros.

En la Alameda de Mendoza Manuela Mur instaló la Feria del Libro que organizó con la Biblioteca Pública Gral. San Martín.
En la Alameda de Mendoza Manuela Mur instaló la Feria del Libro que organizó con la Biblioteca Pública Gral. San Martín.

También fundó la Biblioteca Infantil “Merceditas”, en la Biblioteca San Martín, y la Sección Donaciones y el Centro Audiovisual en la misma biblioteca.

En 1970, la Secretaría de Cultura de la Nación, juntamente con la Cámara de Editores, la autorizó a realizar una Feria Itinerante del Libro de Edición Argentina. La feria recorrió distintas provincias, entre ellas, Salta, Jujuy, Tucumán, Catamarca y La Rioja; fue Delegada del Gobierno de Mendoza ante el II Congreso Internacional para el libro juvenil en Madrid y fundó innumerables bibliotecas populares, entre muchas otras actividades y logros culturales.

Manuela Mur fue reconocida nacional e internacionalmente por su labor literaria y su incansable hacer cultural; recibió numerosos homenajes y distinciones: en 1970, por ejemplo, fue nombrada “Mujer del Año” por el Consejo de Entidades Femeninas de Mendoza (CEFEM); la sala principal de la Biblioteca San Martín lleva su nombre.

Su obra literaria fue destacada por intelectuales de su época. Manuela editó la mayoría de sus libros con ilustraciones de Norah Borges, hermana de Jorge Luis, ambos muy amigos de la escritora mendocina, al igual que Ernesto Sábato. Comenzó publicando poesía, pero luego incursionó en la narrativa. Su producción comprende: Imán sin tiempo, poesía (1958); Luz entre sueños, poesía (1966); Canto y acequia, poesía (1969); Quintín o Memorias de un gorrión, prosa poemática (1973); El huerto, poesía (1974); Gansos y Pericotes, novela (1975) y Feliz morada, poesía (1982). En 1993 se editó en Buenos Aires, en la colección “Mujeres generosas de la Patria”, su novela póstuma Los hijos de gansos y pericotes.

Su obra poética, de notable unidad, revela un subjetivismo marcadamente intelectual, a partir de una búsqueda metafísica incesante en los elementos que conforman la realidad cotidiana y los conflictos –soledad, angustia…- que aquejan al hombre contemporáneo, a partir de los cuales se proyecta hacia lo trascendente.

En cuanto a Quintín…, esta novelita se singulariza dentro de la producción literaria de Mur, si bien guarda alguna relación tanto con su poesía como con su producción novelística. En primer lugar, ha merecido con justicia ser llamada “novela poemática” por el delicado lirismo que alcanzan sus páginas. En cuanto a la novelística de Mur, si bien muy diferente en el tono, podría relacionarse con esta en la evocación de una niñez agreste y mendocina, bien que realizada desde la óptica de un humilde pajarito que, no obstante, pone de manifiesto la capacidad de gozar con todos sus sentidos.

“Aquel destino entramado compuesto por redondeles de hilo había marcado el fin de mi infancia. La colcha nacida entre visiones fantasmales, entidades mágicas y arco iris exhalados por el alma del vino caliente” (Mur, 1975: 138). Con estas palabras cierra Manuela Mur la primera parte de Gansos y pericotes, y aquí puede encontrarse la clave del entramado narrativo que, como esos “redondeles de hilo”, va anudando la evocación de distintos personajes, alrededor de un suceso de un modo u otro presente en cada uno de los capítulos. En cuanto a la segunda parte (lineal, mucho menos elaborada en búsquedas narrativas) guarda una coherencia un tanto forzada: el hecho de enfocar los sucesos desde la óptica de uno de los narradores personajes de la primera parte, ya crecido.

Las referencias a otros actores de algún modo supuestos o aludidos anteriormente, o al marco histórico-político similar no alcanzan, a mi juicio, a dar cabal unidad al libro. Ciertamente, el desarrollo más plenamente novelesco corresponde a la segunda parte, en la que predomina el suceso con un cierto acento en la psicología del personaje (el drama del destino de Herminia, entretejido en la confusa red de la ambición y las pasiones políticas), mientras que la primera parte podría considerarse más bien una colección de estampas o recuerdos, en una cierta ambigüedad genérica que oscila entre el relato costumbrista, las memorias de infancia y la novela política. Esto configura un resultado literario más rico y atrayente, al menos en cuanto a búsquedas narrativas, algunas no del todo logradas, pero sí interesantes en cuanto muestran la preocupación de la autora por incorporar técnicas propias de la novela moderna, como el monólogo interior o el aparente desorden estructural que es en sí mismo significativo.

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