Leonardo Napolitano: ¿un “precursor velado”?

Hombre de su tiempo, refleja con propiedad un momento de transición en lo estético y también en lo que al pensamiento se refiere. Aquí, una semblanza sobre su obra.

Napolitano fue un precursor de la novela rosa en Mendoza.
Napolitano fue un precursor de la novela rosa en Mendoza.

Al hablar de la “novela rosa” en nuestra provincia, señalábamos que se adjudica a Esther Monasterio el papel de precursora de esta forma literaria. De todos modos, esa atribución es discutible si nos e atenemos a un criterio temporal.

En efecto, ya en la primera década del siglo Leonardo Napolitano (1885-1956), mendocino por adopción, “poeta, novelista, periodista, propulsor de la cultura mendocina” , al decir de Nelly Cattarossi (1982: 527), había publicado una novela titulada Alma Virgen (1910) , en la que -junto con excesivas digresiones que retardan casi ad infinitum el desarrollo de la acción, plantea un esquema argumental sencillo que se adapta en líneas generales a los parámetros de la novela rosa (personajes y ambientes muy convencionales, en el cual se narran las vicisitudes de dos enamorados, cuyo amor triunfa frente a la adversidad, según indica la preceptiva del género).

Encontramos en esta novela una protagonista femenina cuyas prendas tanto físicas como morales rozan lo sublime, según el modelo de idealidad que propone la novela sentimental. El narrador se encarga de reiterar estos atributos en una serie de descripciones que tornan monótono el texto. Casi al azar, extraemos algunos de esos pasajes: “alma sensitiva y ardiente, rebosando todas las espiritualidades y romanticismos de una juventud pletórica de ensueños” (92); “criatura sensible y casta” (133); “alma generosa y buena” (141; “naturaleza sublime” (142), cualidades todas que constituyen el despliegue de las gracias que la adornaban ya desde niña.

Como no podía ser de otro modo, su temperamento excepcional elige el camino del arte para manifestarse y así, en poco tiempo llega a descollar en el canto, a tal punto que “varias sociedades de beneficencia solicitaban su concurso” y “a cada concierto iba segura a recoger salvas de aplausos y ovaciones entusiastas, tributadas por un auditorio tan selecto como sorprendido ante aquella hermosa revelación, en quien el arte hallaba una mimada exquisita, una intérprete soberbia” (91).

El medio en que se ha criado, en claro determinismo ambiental, refuerza sus cualidades intrínsecas: “desarrollada exprofeso en aquel ambiente artificialmente bello, divinamente pintoresco, donde alegre se expandía la mente y se ensanchaba el corazón de goce, no podía menos que asimilarse a aquel escenario, exteriorizándolo así en su semblante llamativo de suyo por sus líneas y acrecentado por esa naturaleza intensa y voluptuosa que había dado agilidad a si espíritu y su físico, viendo y sintiendo la sensación de lo magno y de lo soberbio” (56).

El enamorado, por su parte, reúne las mismas prendas de nobleza que la protagonista femenina, si no en cuanto a su apariencia física, sí en su cualidades espirituales, tal como se refleja en sus ojos, en los que había “esa subyugante atracción de las pupilas serenas que exteriorizan un alma templada y un cerebro bien organizado” (93).

Y su nobleza encuentra ocasión de manifestarse cuando un tenorio sin escrúpulos seduce y rapta a su amada, dejándola deshonrada y expuesta a la sanción moral por una de esas “razones sin razón que la sociedad en sus muchas ridiculeces [impone]” (159). A pesar de todo, el amor entre ambos triunfa y se celebra el matrimonio, clásico final de la novela rosa, como augurio de un futuro venturoso para ambos.

De todos modos, el centro de gravedad de la novela parece desplazarse más bien hacia la novela de tesis en defensa de la educación laica y de los principios liberales en general, pensamiento expuesto en largos y farragosos espacios digresivos, aun en desmedro de la economía narrativa. El debate que se plantea al respecto entre los padres de Linita se hace eco de una realidad común en la sociedad liberal: el punto de vista religioso es apoyado por la madre, mientras los personajes masculinos se muestran decididamente librepensadores y anticlericales. Y es precisamente el más anciano, tío abuelo de la protagonista (y también el personaje mejor delineado y rico) quien se muestra más duro en sus invectivas, como expresión de un debate sin duda abierto en la época.

Finalmente, se debe señalar que la acción se ubica en espacios también convencionales, construidos más según cánones literarios que como fruto de una observación directa (no perdamos de vista el hecho de que -por su fecha de publicación- esta novela se halla más próxima a las modas decimonónicas que a las nuevas corrientes que despuntan con el andar del siglo XX).

Así, tanto la descripción de la naturaleza exterior como la de la intimidad de la casa suman una serie de tópicos literarios, como por ejemplo el locus amoenus, que corresponde en la novela al ambiente en que la protagonista pasa sus primeros años, pleno de notas de sublimidad propias de la visión romántica, y que contrastará con su existencia gris en el colegio religioso.

Este paisaje se corresponde además con la pampa, exaltada según una serie de locus descriptivos vigentes en la época, como reflejo de los fastos del Centenario: la idea de una naturaleza grandiosa en la que la extensión se hermana con la idea de libertad y también con la generosidad de un territorio abierto “a todos los hombres de buena voluntad). Esa visión orgullosa del futuro lleva al narrador a arremeter sin más contra el concepto de tradición.

Endeble en su interés narrativo, convencional en su trama, ambientes y personajes, esta novela resulta interesante como testimonio epocal, como documento en el que se exponen tanto el movimiento de las ideas característico de la primera década del siglo XX, como las esperanzas que suscitaba la situación de prosperidad imperante, sustentada en el modelo agroexportador, favorecido por las circunstancias históricas. No debe olvidarse que la vasta obra no ficcional de Napolitano incluye temas relacionados con la economía, la sociología, la ética… y que lo literario fue sólo uno de sus afanes.

Hombre de su tiempo, refleja con propiedad un momento de transición en lo estético y también en lo que al pensamiento se refiere, y ese es su principal mérito. Quizás lo más perdurable de su labor en el campo cultural lo constituya la capital importancia que en nuestro medio tuvo la fundación de La Quincena Social, la revista quincenal de más larga duración, que permitió el conocimiento y la difusión de escritores noveles y consagrados. Y este de las publicaciones literarias quincenales es otro de los capítulos destacados en este momento de la cultura mendocina, como vimos también a propósito de las narraciones de Alfredo Bufano.

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