La gesta sanmartiniana en la literatura de Mendoza

La figura de San Martín está presente en la narrativa histórica mendocina a través de la pluma de Rosario Puebla de Godoy. Aquí desplegamos los trazos de su novela “La ciudad heroica”.

El cruce de Los Andes, según la mirada de la artista Modesta Reboredo en su obra "Pasajes".
El cruce de Los Andes, según la mirada de la artista Modesta Reboredo en su obra "Pasajes".

La figura del Libertador General San Martín aparece tempranamente en la narrativa histórica mendocina, a través de la pluma de Rosario Puebla de Godoy (Mendoza, 1862-Buenos Aires, 1924),quien, en La ciudad heroica (1904) - novela construida según cánones tardo románticos- entreteje las peripecias de sus protagonistas ficticios con el accionar de personajes históricos como el General San Martín o José Félix Aldao. Los dos núcleos históricos que aparecen como más incitantes para la actividad del novelista, ya sea porque de ellos aún se guardaba memoria oral o porque constituyen el orgullo cuyano, son la lucha entre unitarios y federales y las guerras por la independencia.

Puebla de Godoy sobresale entre las escasas escritoras mendocinas de aquel entonces por dedicarse a la poesía –lírica en Nubes de incienso (1901) y Al pie de los Andes (1902), épica en La leyenda de los Andes (¿1906?)–a la novela, al ensayo –como las “lecturas” o conferencias compiladas en Recuerdo (1904)– y al artículo periodístico de opinión, y por colaborar en prestigiosas publicaciones nacionales, como Caras y Caretas, La Prensa, La Nación y Búcaro Americano: Periódico de las familias. Su trascendencia fuera de las fronteras mendocinas se debió sobre todo a los vínculos que estableció con los centros intelectuales metropolitanos cuando se instaló en La Plata, junto a su esposo Isaac Godoy, quien fue nombrado juez de la Cámara de Apelaciones de esa ciudad (Morales Guiñazú, 1943: 415-19; Hintze, 2004).

En la novela en cuestión resulta particularmente interesante que, si bien el trasfondo es la gesta sanmartiniana (aludida en el título), el foco de la narración no está puesto en las campañas guerreras, sino en escenas de la “vida privada” y acaecidas años después: “Así, la heróica Mendoza, cuna del Ejército Libertador, fue la gloriosa tumba de esa legión de nobles mártires de la patria, quien sin esperanza alguna, volvía a quedar aplastada bajo el casco salvaje y ensangrentado de la tiranía triunfante!” (99).

Algo similar ocurre con un texto poco conocido y publicado unos años después: Gloria Cuyana (1927), de Julio Olivencia Fernández. En realidad, carecemos de datos biográficos de este autor, sólo sabemos que nació en Mendoza. Publicó en 1910 unos Apuntes históricos, en los que se ocupa de personajes entre los que se cuentan algunos de sus ancestros (los Coroneles Cornelio y Federico Olivencia, por ejemplo). Su novela Gloria cuyana puede considerarse propiamente “histórica” por la cercanía a las fuentes documentales y su escasa ficcionalización, y en la misma dedicatoria que antecede el texto –”A la antigua Provincia de Cuyo”- se explicita la intención del autor: “A ti Provincia heróica, á ti que fuiste la candente frágua donde se forjaron los elementos de la libertad de medio mundo; a ti cuna de gigantes, hogar amoroso del invicto patriarca americano, á ti que supiste sacrificar todo lo que es más dulce y más caro en la tierra por la sublime idea redentora […] dedico en primer término, las humildes páginas de este libro” [se respeta la ortografía de la edición original.].

El mismo tono encendido se emplea para exaltar la figura de San Martín, evocado como “la colosal silueta de un guerrero ecuestre, [que] simulara asentar los cascos posteriores de su corcel, en la elevada cumbre del Tupungato, alcanzando la extremidad del acerado sable, empuñado en su tendida diestra, hasta las regiones de los trópicos […]”

La fidelidad a la historia, que atañe al plano de los personajes secundarios (secundarios en cuanto a la trama novelesca, no así para la acción histórica en sí), da como resultado capítulos casi desprovisto de cualquier intento ficcional, en tanto el narrador se dedica a detallar, con fidelidad de historiador expresamente declarada, la situación de Cuyo al momento de asumir el General San Martín la gobernación; los planes emancipadores del Gran Capitán y su concreción gracias a la colaboración invalorable del pueblo mendocino en su conjunto y los ingeniosos ardides en pos del objetivo propuesto, así como la acción de sus fieles colaboradores (Fray Luis Beltrán, el mayor Álvarez Condarco, el Coronel Barcala…) .

A modo de pervivencia romántica puede señalarse también en este texto la constitución de series antinómicas: en primer lugar, la que opone la hidalguía y el temple heroico de San Martín y sus hombres, a la naturaleza ruin de quien es –como vimos- otro protagonista recurrente de la narrativa mendocina de base histórica: José Félix Aldao, en este caso aún investido de su ministerio sacerdotal que lo constituía capellán del ejército sanmartiniano. Este personaje y sus “diabólicos manejos” desencadenan el conflicto narrado en la novela.

Para cerrar esta trilogía de tema sanmartiniano, podemos mencionar una novela mucho más reciente de Magdalena Liliana Greco, escritora y docente, autora de poemas y cuentos infantiles como Juanito Vendimia, Sueño verde y Cuentos de picos y alas. También ha publicado Quintú Ray, Sollozos de luna y Por las cuentas del rosario. Esta novela, aparecida en 2016, toma como escenario principal la Posta del Retamo, en la zona este de Mendoza.

En el texto, además de la peripecia sentimental de la protagonista, se detalla la acción de San Martín en distintos órdenes de la vida mendocina, en estilo sencillo, de cadencia casi oral: “El gobernador intendente de Cuyo, don José de San Martín, se ganó en poco tiempo el respeto y la admiración de los vecinos. Organizó el registro de las propiedades, la distribución del agua, la ampliación del paseo llamado la Alameda en 12 cuadras, la vacunación contra la viruela y la vacunación de los perros contra la rabia”. También se relata el conocido episodio de la confección de la Bandera de los Andes por parte de las monjas y las damas patricias, así como la jura de la Bandera y la proclamación de la Virgen del Carmen como Patrona del Ejército.

Finalmente, puede señalarse el significativo acierto de erigir como protagonista a una muchacha huarpe. Y así, incursiona en otra modalidad relacionada con la historia: la intrahistoria, es decir, la historia de los seres comunes, la historia “desde dentro”, contada a través de los que no tienen voz en los relatos oficiales, los marginados, los olvidados, los oscuros…

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