Galina Tolmacheva en las letras y la cultura de Mendoza

La escritora y directora rusa se afincó en la provincia a principios del siglo XX y fue esencial para el desarrollo escénico en la provincia. Antes de llegar al país formó parte de los movimientos antirrevolucionarios en Rusia. Aquí, su historia y su legado artístico.

Galina Tolmacheva.
Galina Tolmacheva.

“Los grandes hombres del Teatro, aquellos a quienes consideramos como los creadores del Teatro Contemporáneo, no lo son, por cierto, única mente en virtud de sus específicos y excepcionales talentos de directores escénicos […] fueron los que, dentro de la esfera de su actuación, concibieron ideas verdaderamente revolucionarias para su época”. Galina Tolmacheva. Creadores del Teatro Moderno, 1992.

La figura de Galina Tolmacheva se destaca en el medio cultural mendocina a través de su labor en el campo teatral, con la fundación y dirección de la Escuela de Teatro de la UNCuyo y también, del Teatro de Cuyo. Por mi parte, prefiero evocarla también como autora de una colección de cuentos: La rebelión de las botellas (1973) y como personaje inspirador, ella misma, de una novela de la autora mendocina Gladys Guerrero, titulada Los amantes de Rimbaud (1999).

Galina había nacido en Ucrania (Rusia), el 15 de febrero de 1895 (el día 2 en el calendario ortodoxo). De familia de actores, se inició en el teatro desde los cinco años. Luego partió rumbo a San Petersburgo para realizar estudios secundarios y, ya de adolescente, viajó a Moscú, donde estudió Filosofía y Letras. Pero el arte de las tablas pudo más que todo e ingresó al Teatro de Arte de aquella localidad, dirigido nada más ni nada menos que por Konstantín Stanislavski (datos extraídos de El Correveidile; La voz de Chacras del 8 de abril 2020). Allí permaneció solamente por seis meses y al no coincidir con algunas técnicas escénicas del maestro, se incorporó después al estudio-escuela de Theodore Komisarjevsky. Cabe señalar que Stanislavsky fue el creador de un sistema de formación actoral que dio base, entre otras grandes escuelas del mundo, al Actors Studio de Lee Strasberg.

Precisamente, la relación entre “el Método” de Stanislavsky y las enseñanzas impartidas por Tolmacheva en Mendoza, junto con su importancia en el desarrollo del teatro en Mendoza, es analizada, por ejemplo, en dos artículos publicados por la especialista mendocina Marina Sarale: uno de ellos titulado “La ética en Galina Tolmacheva: el pasaje del ‘sí mismo’ a la construcción de la autoridad” (2019), y el otro, “Deconstruyendo aspectos del mito de Galina Tolmacheva y el Teatro Independiente en Mendoza a mediados del siglo XX: voces y silencios femeninos en el discurso teatral de la época y su continuidad en nuestros días” (2019).

En realidad, Gallina estaba más con Komisarshevsky, que en Londres fue profesor de Lorenz Olivier y Vivian Leigh, entre otros.

Retomando el hilo de la biografía de esta mujer extraordinaria que fue Tolmacheva, podemos continuar con la cita de El Correveidile: “Corría el año 1917 y por aquel tiempo la joven y los habitantes de la capital rusa vivían momentos dramáticos al iniciarse la revolución comunista. Simpatizante de la monarquía, Galina formó parte de los movimientos antirrevolucionarios y participó del Ejército Blanco, en donde luchó durante dos años hasta que estas tropas fueron vencidas por los soviéticos. Fue entonces que emigró hacia Belgrado (Yugoslavia), donde el teatro no tenía gran repercusión y se replanteó la idea de seguir en ese país. Meses después, la ucraniana, partió junto a su hermano a un lugar en el continente sudamericano llamado Argentina”.

En 1925, a los treinta años, la artista llegó al puerto de Buenos Aires e inmediatamente comenzó con su tarea docente. En Buenos Aires editó el periódico El ruso en la Argentina pro monárquico y anticomunista y redactado en ruso. “Tiempo después –sigue la reseña de El Correveidile- descubrió el amor a través de un joven pianista de origen ruso, Konstantín Von Shultz. Ambos contrajeron matrimonio y en 1927, Galina obtuvo la ciudadanía argentina”. Estuvo alejada de las tablas, hasta que a mediados de la década del 40, Ponferrada la invitó a formar parte de la Escuela de Teatro de la Universidad Nacional de Cuyo, en Mendoza, como directora y profesora de la Escuela Superior de Arte Escénico; con los egresados dirige el Teatro de Cuyo, primer teatro universitario del país.

Galina se trasladó, entonces, a Mendoza junto con su marido Konstantin y se radicaron en Chacras de Coria, Luján de Cuyo. Aquí su hogar fue la casa denominada “Jardín de los Cerezos” (en homenaje a la obra teatral de Anton Chejov), en la calle Pablo Casale, desde la cual continuó con su labor intelectual y teatral. Su actividad fue fecunda: realizó traducciones de Chejov junto con Fernando Lorenzo, del Teatro Completo de Pushkin y de los Cuentos de León Tolstoi; ambos volúmenes fueron publicados por la editorial Sudamericana. Tradujo asimismo Memorias de un peregrino ruso y San Serafín de Sarov. Además es autora de Ética y creación del actor (1953), una obra en la que revisa el método teatral de Stanislavsky, Historia del Teatro Moderno; Creadores del teatro moderno; los grandes directores del teatro moderno y Ética y Creación del autor.

Por muchos años acudieron a su hogar grandes personajes de la cultura mendocina, quienes eran recibidos con gran amabilidad por Galina. La periodista Liliana Valverde (en Muerte en un pacto de amor en Chacras) la recuerda así: “Bellísima en su juventud y madurez. Anciana dura y a la par dulce con sus afectos. Bebía vodka que elaboraba ‘Kapla’. Usaba unos pequeños vasitos de plata labrados, mientras fumaba cigarrillos negros. […] Uno de sus gestos: apoyaba su mano derecha en la cabeza de alguien querido por ella, unos segundos. Emanaba de su palma una fuerza desconocida, una corriente eléctrica, indefinible calor, energía que aclaraba los pensamientos”.

También relata Valverde el hecho trágico con que culminó su vida: “Muy enferma, parapléjica, imposibilitada de hablar, era atendida por su marido Konstantín. Ella se hallaba en el lecho. Los ojos abiertos, bellísimos fijos en el cielorraso […] Y se precipitó la tragedia que conmocionó a la ciudad. Konstantin con un revólver le disparó en la cabeza a Galina. Luego trató de suicidarse. No pudo. Un infarto lo derrumbó cuando oprimía el gatillo y el proyectil le rozó el cráneo”.

Esto ocurrió el 16 de febrero de 1987, un día después de cumplir Gallina sus 92 años. Queda su recuerdo imborrable en quienes la conocieron, como José Francisco Navarrete y tantos otros que fueron testigos de su devoción por la enseñanza y su pasión por el teatro. Quedan también su escritos teóricos, valiosísimos, según Navarrete, “Para el hombre de teatro de hoy, para aquel que constantemente está buscando la esencia de lo teatral a través de las ejemplos de personalidades artísticas que lo precedieron” (“Palaras preliminares”, en Tolmacheva, G.: Creadores del teatro moderno, 1992).

Queda, finalmente, el testimonio de su presencia en las letras de Mendoza, aludida al comienzo, y que desarrollaremos en una nota posterior.

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