Mi niñez en la Avda. Juan B Justo

El autor de la nota escribe sus recuerdos sobre la zona mendocina donde vivió ya que hoy se encuentra viviendo en Estados Unidos.

Imagen ilustrativa / Gentileza
Imagen ilustrativa / Gentileza

Nací y me crié en la avenida Juan B.  Justo 172, es decir, al lado sur de la calle. Una reciente nota de Francisco Guerrero sobre la zona, movilizó los recuerdos.

La casa donde viví esos años, la compró a principios del siglo pasado mi abuelo Cirilo, oriundo de Burgos, donde abrió un tambo. Allí también nació y vivió mi madre. Al lado de mi casa se encontraba la panadería “La Perfección”, propiedad de unos murcianos.

Inmediatamente después, estaba la pensión “La Ferroviaria” de unos yugoeslavos, quienes albergaban, precisamente, a yugoeslavos que trabajaban en la cordillera de mineros, según se decía. Luego venía la mueblería “Coppoleta” de una familia italiana que había bautizado a sus dos hijas como Italia y Argentina en honor a su patria nativa y a la tierra de adopción. Después de algunas propiedades, estaba un conventillo con habitaciones a ambos lados del callejón que albergaba una multitud de familias. Al otro lado de la calle, en la esquina noreste, se hallaba un terreno donde comenzaban los espacios del ferrocarril, próximos a la estación General San Martín. En ese predio guardaban las máquinas viejas en desuso donde nos gustaba ir a jugar porque era misterioso y prohibido.  Yendo hacia el oeste, la casa que más me atraía era la de los Talquenca, donde, al atardecer, yo me sentaba en la vereda y los escuchaba hacer música con sus guitarras y su canto. Efectivamente, Daniel Talquenca pasó a ser uno de los máximos exponentes del folklore cuyano. Cerca se hallaba una farmacia donde mi madre me mandaba a comprar Geniol o Mejoral. Y luego había otro pasillo con viviendas a ambos lados que, según me decían, era para los ingenieros del ferrocarril, donde también vivía un amigo cuyo padre trabajaba en buques transatlánticos y se lo veía muy de vez en cuando. Y ya en la esquina había un almacén de una familia española, donde residía mi mejor amigo de la infancia, Pedro.

A los 12 años mi familia se mudó a Luján de Cuyo, yo entré al Liceo General Espejo y a los tres años de salir del Liceo me mudé a los Estados Unidos.

Nunca más volví a la avenida Juan B. Justo.  Me cuentan que la casa donde viví de chico ahora es un restaurante, lo mismo que la farmacia del frente y que todo cambió.

Hoy vivo en Austin (Texas), después de pasarme 40 años en Los Ángeles (California). Un inmigrante más, como lo fueron mis abuelos.

*El autor de la nota es un mendocino en Estados Unidos.

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