¿De quién es la responsabilidad?

Si pensamos que no hemos sido ni somos responsables de la situación crítica que vive el país, seríamos unos necios, aunque la responsabilidad nuestra sea menor que la que tienen nuestros administradores.

Si llegáramos a reconocerlo empezaríamos el camino de la recuperación.

Nuestro interés por la actuación de nuestros gobernantes, por su ética y moral, por su idoneidad solo llegaba al ámbito de los chismes, comentarios y rumores. Solo privilegiábamos el amiguismo, el no meterse. Siempre esperando algo del gobierno o en otros casos no opinando con la verdad si ya se encontraba dentro del sistema.

Nos creíamos los mejores, los vivos.

Nos reíamos de los gallegos, y así nos fue. Nos gastamos todo lo que habíamos acumulado en tiempo de bonanza, echamos mano a la caja de jubilaciones, vendimos todas las empresas estatales y llegamos a creernos importantes, porque teníamos una moneda equiparable al dólar.

Éramos habitantes del primer mundo.

¿Y ahora qué pasó?

¿Se nos pinchó el globo y caímos?

Se nos fue la nube en que vivíamos.

Recién ahora vemos que es imposible pagar la deuda externa, que no somos dueños de ninguna empresa.

¿Y ahora qué?

Para poder arreglar con el Fondo, ¿debemos desangrar a nuestros hijos, sin trabajo, sin asistencia social, sin jubilaciones? ¿O piensan entregar parte de nuestro territorio para lograr que nos manden unos millones y así seguir despilfarrando, y robando impunemente sin que la justicia ponga freno porque pareciera que también están dentro del sistema?

¿De qué sirvió la gesta sanmartiniana, ese 25 de mayo de 1810, ese 9 de julio de 1816?

¿Para qué Belgrano creó la bandera argentina, si no fue para unirnos bajo un mismo símbolo y defendernos de toda dominación extranjera?

¿O también nos mintieron como con las Malvinas?

No han pasado aún 200 años y todo se terminó.

Se acabaron los patriotas, solo quedan los vende patrias.

Se acabó la industria, el campo, la generación de riquezas, y con ello la alegría de un pueblo que se sabe sano, puro y con ideales.

Solo quedó la patria financiera, las mafias de toda índole, se acabó la hidalguía, el estoicismo, la ayuda a los semejantes, solo queda el salvajismo de los gobiernos que no solo se apropiaron de las riquezas de la nación y las enajenaron, sino que no respetaron ni a su pueblo ni a los que lo votaron robándoles también el dinero que tenían ahorrado.

Hoy todo terminó, como dice Mario Carosanti del general Roca: "Tenemos dos caminos: o atamos la carreta a los caballos del cambio, nuestro cambio, nuestro interés, nuestra actitud, nuestra participación como sociedad y país, o no tendremos retorno.

Marta Miller de Arriaga

DNI 3.046.224

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