Carta al pueblo mendocino

La lectora le manda una carta al pueblo mendocino.

Imagen ilustrativa
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Si cada persona se supone que nace dos veces: una sin su voluntad y la otra ejerciendo la libertad, ¿por qué no volvemos a nacer y hacemos valer nuestra libertad y nuestros derechos? Es más, la primera vez que nacimos, fue por manos ajenas y la otra por decisión propia. Si la primera fue acompañada de dolores pero la otra bendecida por la creatividad, la primera fue un hecho único, y la segunda una prolongación de los días. Una, fue un acontecimiento de la naturaleza y la otra un nacimiento espiritual. Ya que nacimos ejerciendo la libertad, por decisión propia, ¿por qué no tomamos el toro por las astas y luchamos contra la demagogia, contra la impunidad, contra los malos políticos, contra la inseguridad, contra el hambre, contra la maldad?.

Contra los legisladores que solo aprueban leyes para conservar su puesto y a los que no les importa que la gente coma ó no coma, que sea asaltada ó que la maten por defender lo poco y nada que les queda. Que no les interesa si se administra bien la justicia ó si se es culpable ó inocente dependiendo del monto de “honorarios” que se paguen.

¿Por qué no luchamos contra la tevé que gracias a los “hermosos” programas que pasan, los niños aprenden lo que no tendrían que aprender? Así es como un niño de 9 años sabe robar y asaltar.

Pueblo de Mendoza, pongámonos de pie, dejemos la amargura, el pesar, el tormento y el dolor. Cuando uno quiere todo se puede. Con voluntad, con ánimo, con energía, con amor, con cariño, con afán, todo se consigue.  Acuérdense que Dios dijo ayúdate si quieres que te ayude.

Pongámonos a trabajar, escuchemos al necesitado, ayudémoslo, seamos solidarios, más justos y veraces, no pensemos solo en nosotros, miremos un poco para atrás y veremos que hay muchos en peores condiciones que nosotros. Luchemos, luchemos, algo conseguiremos. Si no vemos el resultado nosotros, nuestros hijos sí lo verán. ¿Y que son nuestros hijos sino una prolongación de nuestras vidas?

Pero Mendoza debe ser la otrora provincia pujante, con sus prístinas y cristalinas acequias, con la limpieza de sus calles y el lustre de sus veredas, con sus añosas arboledas y sobre todo con esos pobladores, invencibles luchadores, que se les notaba en el rostro que nada ni nadie los iba a doblegar porque estaban juntos, porque bregaban hombro con hombro contra cualquier adversidad, porque tenían el orgullo de ser mendocinos.

Hagamos renacer el orgullo de ser mendocinos.

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