Acerca de la cuarentena y el derecho de honrar a los muertos

La lista de efectos nefastos del confinamiento sería interminable pero quiero referirme a una de las más crueles; que se nos niegue el consuelo de despedir a nuestros muertos.

Imagen Ilustrativa
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La cuarentena a la que hemos sido sometidos los argentinos no obedece a una planificación integral. No significa que no fuese necesaria pero la improvisación y las contradicciones aparecen a diario. Esta en una verdad basada en el sentido común, en la opinión de expertos y de la mayoría de ciudadanos comunes perjudicados en su vida, en su psiquis, en su economía, en su libertad y en su futuro.

No voy a enumerar todas las consecuencias negativas del aislamiento tan prolongado porque toda persona sincera, sin ser especialista no puede omitirlas. Sin embargo, rescato la interesante nota publicada en Los Andes (30 de mayo), en la cual la jefe de servicio de psiquiatría del Hospital Lagomaggiore, doctora Celia del Canto afirma: “nuestra cuarentena es todo lo contrario a una saludable y es más llevadero un aislamiento corto con menos control y más dirigido al altruismo”.

El tapaboca obligatorio no me ha tapado la conciencia, por ello no me callo. La lista de efectos nefastos del confinamiento sería interminable pero quiero referirme a una de las más crueles; que se nos niegue el consuelo de despedir a nuestros muertos. Todas las culturas, desde las más primitivas siempre los honraron porque la muerte es un hecho intransferible y único: para su honra no caben las postergaciones.

En Los Andes (26 de abril) apareció un artículo de la escritora española Rosa Montero y en él afirma que “tenemos que hacer algo con la muerte, tenemos que apresarla con rituales justamente para salvar la vida…   y esto es lo más duro, lo más demoledor y está pasando ahora…  y todos los deudos encerrados en sus casas, necesitados de lágrimas amigas que mojen los hombros”.

Se podría aceptar que no haya velatorios pero, que en los entierros solo se permitan cuatro personas, en predios extensos y oxigenados como el Parque de Descanso, con espacio de sobra para cumplir con el distanciamiento social, resulta una medida insensible y despiadada.

Para finalizar rescato la reflexión de la citada escritora: “quien no respeta a sus muertos, no respeta nada. Ni siquiera a sí mismo”.

Prof. Silvia Aballay - DNI 11.204.924

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