Néstor Sampirisi, prosecretario de Redacción: "El tajo mendocino en el Sur"

Desde el Divisadero de las Águilas, el punto de mayor altura de la ruta 143 a San Rafael, puede verse una Mendoza al Norte y otra al Sur

Mendoza tiene un tajo. Diría que es un tajo geográfico, pero que tiene efectos políticos, económicos y hasta culturales.

Ese tajo está ubicado aproximadamente en el Divisadero de las Águilas, el punto de mayor altura de la ruta 143 a San Rafael. Desde ese lugar puede verse una Mendoza al norte y otra al sur. Es el tajo que parece haber dividido la provincia desde el principio.

Tal vez por eso y a diversos efectos Malargüe sea una extensión de la Patagonia sólo reivindicado en su mendocinidad cuando se exalta la belleza de La Payunia y del valle de Las Leñas o cuando el increíble centro Pierre Auger se cuela en alguna investigación internacional que desentraña misterios del espacio.

Quizás esté allí el motivo por el que, para muchos, General Alvear es apenas reconocible por los costillares récord de la Fiesta de la Ganadería y el carro vendimial o por lo que, para otros tantos, merecería ser un departamento de La Pampa, siempre dicho en broma, (como se dicen algunas verdades).

Tal vez, sea ese también el origen de cierto afán secesionista de San Rafael. "¿Uds. son los mendocinos?" les preguntan cuando llegan a algún lugar: "Sanrafaelinos" suelen corregir. Como si fuera una declaración de principios que deriva de aquella veleidad de ser una provincia aparte.

Para colmo, el Divisadero es casi infranqueable a las ondas de las radios del norte y hasta no hace mucho los canales provinciales más importantes de la televisión abierta tampoco habían hecho pie como una forma de vinculación informativa pero también cultural.

La Mendoza que viene debería suturar ese tajo a fuerza de hechos concretos. Por ejemplo, construyendo otro corredor bioceánico con la Ruta 188 y el paso El Pehuenche como eje. Sería una forma de abrir nuevas perspectivas de desarrollo para todos los departamentos del Sur mendocino y de que dejen de ser Estado dependientes.

De paso se evitaría que el Gran Mendoza junto con Tunuyán y San Martín se transformen en otra de las típicas megalópolis latinoamericanas, con su secuela de inseguridad, desorden urbano, marginalidad extendida y declive ambiental.

Seguramente en la Mendoza que viene “yo” seguirá siendo “sho” en el Sur y “io” en el Norte. Seguramente las sureñas “tortas fritas” nunca serán remplazadas por las norteñas “sopaipillas”. Regionalismos, nomás.

Lo verdaderamente importante es que la Mendoza que viene sea una provincia integrada en todo su territorio, desarrollada y con oportunidades en todos sus rincones, democrática en su discurso y en las formas, pero también en los hechos.

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