El mundo desde otra perspectiva

El mundo desde otra perspectiva
El mundo desde otra perspectiva

Cuando Alejandra me propuso escribir para este Aniversario de Los Andes, primero me puse a reflexionar por qué me había seleccionado para compartir mis pensamientos.

Al pensar, miré mi interior y dije: ¿Qué me lleva a generar acciones que planteen algún compromiso? Entonces es cuando de repente aparece en mi mente la palabra “familia”. Creo que cada actitud hacia el otro implica siempre pensar y mirar con ojos de solidaridad.

Al hablar de familia, me refiero a la multiplicidad de tipos de familia que hoy en día existen; yo soy parte de un tipo de familia, “ensamblada” creo que es así (perdón si me equivoco, no tengo formación en Sociología).

La familia es quien da los valores más importantes. Si algo tengo que rescatar de las cosas buenas que me han pasado en esta corta vida es que Dios me ha premiado con unos integrantes maravillosos que me enseñaron lo bueno y sencillo de las cosas.

De compartir la vida se trata, no importa dónde ni cómo ni cuándo. Simplemente si nos tenemos el uno al otro, siempre se podrá ser feliz.

Me preguntaron ¿en qué sociedad quiero vivir y cómo contribuyo a la misma?

Recuerdo que en 2015, cuando el pueblo me dio el orgullo de portar los atributos más hermosos que Mendoza tiene, los de la Reina Nacional de la Vendimia, desde ese instante tomé ese lugar con mucho respeto y orgullo de saber que iba a poder llegar a lugares a donde antes, quizá no podía.

De ayudar a familias carenciadas, comedores, animales, escuelas desde de mi lugar como persona y aportando alegría con esa corona. Desde ese momento, reforcé todos esos valores inculcados por mi familia y considero que si por algo debemos luchar en estos tiempos es por la igualdad y el respeto al prójimo.

Todo acto solidario que he hecho y hago, es por accionar de la forma más directa y sencilla, la que dicta el corazón. Es muy doloroso ver la insensibilidad de la gente hacia la propia gente y hacia los animales, es decir el desprecio hacia la vida misma. ¿Cómo no conmoverse ante situaciones de desamparo con niños, de apatía con abuelos, de abandono a animales?

Necesitamos que la solidaridad brille con todo su esplendor en la vida cotidiana que está tan llena de dificultades. Lo importante es que las elecciones e individualidades sean respetadas, ya que somos seres naturalmente sociales.

Me pregunto qué pasaría si focalizamos todas nuestras energías en actos solidarios que nos beneficien a todos. Seguramente veríamos al mundo desde otra perspectiva y empezaríamos a vaciar el egoísmo e individualismo propio.

Empecemos a mirar con los ojos del corazón y quizá así, algún día, el idioma del mundo sea la solidaridad.

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