El grueso de las columnas inicia la marcha por Uspallata

La sincronía de acciones entre las divisiones del Ejército fue clave para recorrer y domesticar la inmensa geografía andina.

El 18 de enero una partida de 30 granaderos y dos piezas de montaña de la división de Las Heras inició su marcha hacia Uspallata para llamar la atención del enemigo.

El contingente salió del campamento de instrucción a las 11 y media de la mañana, y acampó en Canota a la noche. Habían recorrido varias leguas sin agua suficiente lo que dio lugar a quejas y reclamos.

No sólo los hombres armados habían padecido el rigor de la geografía y el agobiante calor; las cabalgaduras habían llegado exhaustas porque, según el parte confeccionado por el oficial de granaderos Enrique Martínez, eran “bastante malas”.

El descanso de la tropa sirvió para evaluar los costos de la travesía: allí consignó que se habían perdido algo de ropa, y varias mulas que lograron ser repuestas “echando mano de las mulas de propiedad de los arrieros” que habían sido contratados (o “fletados”) para la campaña.

El plan de operaciones del pequeño contingente preveía salir de Canota, remontar la sinuosa  ruta de Paramillos, y acampar en Uspallata al día siguiente.

Los potreros del valle permitirían recuperar fuerzas, y recolectar todas las reses que se pudieran reunir para lo cual habían recurrido al capataz de los Tambillos, la antigua posta que desde tiempos previos a la conquista española permitía enhebrar los vasos comunicantes del inmenso mundo andino, y que ahora se ponían al servicio de la independencia de América.

Del capataz también dependía la información precisa de cómo llegar a Yaguaraz.

El control de las vías de comunicación, como de abastecimiento de las rutas cordilleranas ponían en evidencia una forma específica de acción de guerra la cual era entendida como “guerra de recursos” en tanto la hacía depender de la extracción de recursos locales, en especial hombres, ganado, vituallas y dinero.

Tales características eran complementarias a otras no menos importantes: las máquinas guerreras en conflicto tenían como base la movilización de tropas veteranas y urbanas, y preveían el aumento de la fuerza militar a través de leva voluntaria o coactiva de la población rural.

Algunas estampas de los regimientos de la Patria

La organización del Ejército de los Andes dependió de batallones y regimientos con experiencia acumulada en el frente de guerra del litoral, y del norte, como también de compañías recién formadas.

El regimiento de granaderos, inspirado en el modelo militar napoleónico, había sido formado por San Martin a lo largo de 1812, y tuvo su bautismo de fuego en la célebre jornada de San Lorenzo (febrero 1813) cuando liquidó el avance de flotillas realistas que asolaban las poblaciones de las riberas del Paraná en busca de víveres para alimentar los contingentes de soldados peninsulares, y portugueses apostados en Montevideo.

Su cuerpo de oficiales exhibió la flor y nata de las familias patricias de Buenos Aires, cuyos padres, tíos o parientes habían tenido un rol protagónico en las invasiones inglesas, como en los sucesos revolucionarios de 1810.

El espíritu profesional y de cuerpo que San Martin supo imprimirle, quedó registrado en la memoria del general Paz (enrolado en el Ejercito del Norte) quien evocó varias décadas después que ningún otro regimiento de la Patria alcanzó un grado semejante de organización.

Una vez que los Granaderos a caballo llegaron a Mendoza, varios hijos de distinguidas familias cuyanas se integraron a sus filas como el mendocino Victorino Corvalán y el puntano Juan Esteban Pedernera.

En cambio, el batallón N°11 de Infantería había sido resultado de la combinación de flujos de reclutas de varias provincias. Estaba liderado por tres jefes (encabezados por el coronel Juan Gregorio Las Heras), 32 oficiales y 683 soldados.

Silueta biográfica

Juan Gregorio de Las Heras

Origen. Nació en Buenos Aires en 1780 donde era comerciante cuando las invasiones inglesas lo empujaron a tomar las armas.

Funciones militares. En 1807 era sargento en el Escuadrón de Húsares de Pueyrredón y, después de producida la revolución, se incorporó al Batallón de Patricios en Córdoba como Sargento Mayor. Estas fuerzas fueron enviadas a Chile en 1813 como Batallón de Auxiliares

Argentinos y combatieron a los realistas junto al ejército chileno.

En Mendoza. En 1814, siendo teniente cnel y jefe de los Auxiliares, se instaló en Mendoza luego de la derrota de Rancagua. Allí se casó con Doña Carmen de Larraín, de una familia notable de Santiago.

Gesta sanmartiniana. Tuvo una activa participación en la formación del ejército lo que le valió el ascenso a brigadier antes de cruzar la cordillera. Participó en las principales batallas que sellaron la independencia de Chile, y en la primera campaña al Sur de Chile.

Contribuyó en la organización del Ejército Unido y formó parte de la campaña al Perú, consiguiendo tomar el Callao después de un arduo sitio.

En Buenos Aires. Disconforme con el rumbo que San Martín imprimió a la revolución peruana, se trasladó al Río de la Plata. Tuvo una corta participación en la vida política, siendo gobernador de la Provincia de Buenos Aires entre 1824 y 1826, año en el que renunció luego de que el Presidente Rivadavia nacionalizara la mitad de la provincia.

Fin. Se trasladó a Santiago de Chile donde vivió hasta su muerte, producida en 1866.

Homenaje

Escuelas. La 1-018 del municipio homónimo y la 4-092 que se encuentra en Capital.

Espacios. El departamento más extenso del Gran Mendoza lleva el nombre del colaborador de San Martín, así como varias calles y plazas.

También el hospital de Tupungato se llama Las Heras.

Bibliografía

- José María Paz, Memorias póstumas, 2 tomos, Buenos Aires, Emecé editores, 2000 (1° ed. 1855)

- Beatriz Bragoni, "El periplo revolucionario rioplatense, en Ivana Frasquet Miguel y Slemian, Andréa (eds.) De las independencias iberoamericanas a los estados nacionales (1810-1850). 200 años de historia. Estudios Ahila de Historia Latinoamericana, 6, 2009

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