Vergonzoso apoyo al régimen de Venezuela

La postura de los presidentes de Brasil y de Argentina fortalece a regímenes dictatoriales, como el de Venezuela, y aleja toda posibilidad de acuerdos en base al respeto al disenso político, que nunca puede exceder los límites republicanos que caracterizan a la región.

Alberto Fernández y Nicolás Maduro
Alberto Fernández y Nicolás Maduro

En el marco de un encuentro para relanzar la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), el presidente de Brasil, anfitrión en este caso, Luiz Inacio Lula da Silva, fomentó una “integración plena” de la región con Venezuela.

En ese marco, defendió al régimen dictatorial de Nicolás Maduro, quien estuvo presente en Brasilia, señalando Lula que el gobierno venezolano fue afectado por una “narrativa” en su contra. E instó al líder bolivariano a borrar dicha imagen.

Sorprendió mucho la postura del presidente brasileño con respecto a la gestión del chavismo venezolano, sobre el que pesan fuertes denuncias por violaciones a los derechos humanos, con constantes persecuciones y detenciones a opositores políticos y a personas con ideologías que no comulgan con las del sistema autoritario que tanto profundizó Maduro.

En sus dos presidencias anteriores, entre 2003 y 2010, Lula da Silva se había caracterizado por un estilo moderado de gestión.

Su línea ideológica de centroizquierda no le impidió en aquellos momentos tener una correcta relación con los principales países occidentales, manteniendo así en un lugar preponderante la imagen de Brasil.

Sin embargo, esta nueva etapa muestra a un líder que suele contradecir lo que llevó a la práctica en tiempos anteriores.

Porque además de este fuerte respaldo al sistema represor de Maduro, ha generado desconcierto por su posición, por ejemplo, con relación al conflicto desatado por Rusia en Ucrania, entre otros casos.

Es bueno recordar que Lula da Silva llegó al poder en esta nueva instancia encabezando una histórica alianza, entre otros, con sectores conservadores que supieron ser rivales suyos con anterioridad, pero que ahora reconocieron en el veterano líder idoneidad y experiencia para una salida democrática ante la tormentosa gestión que le precedió, a cargo de Jair Bolsonaro.

Probablemente, más de uno de esos aliados se encuentre observando los pasos que actualmente da el presidente de Brasil.

En la misma línea con respecto a Venezuela se mantuvo el presidente de nuestro país, Alberto Fernández, también presente en la cumbre de Brasilia. En este caso, además de coincidir plenamente con los dichos de Lula da Silva, el primer mandatario argentino mantuvo una reunión con Maduro, ante el cual reiteró públicamente su reclamo de levantamiento de las sanciones económicas internacionales al país caribeño.

En cambio, los jefes de Estado de Chile y de Uruguay cuestionaron al presidente brasileño por su respaldo a Maduro. Tanto Gabriel Boric como Luis Lacalle Pou lamentaron la posición de Lula da Silva sobre los derechos humanos en Venezuela.

El presidente chileno negó el argumento de la narrativa construida contra el líder venezolano.

El brasileño rechazó dichas críticas y sostuvo que “nadie está obligado a estar de acuerdo con nadie”.

Lamentablemente, lo que no advierte Lula es que entre jefes de Estado esa condición sólo es posible en el marco de una convivencia democrática entre líderes capaces de reconocer los límites existentes con el autoritarismo u otros regímenes dictatoriales.

La postura de los presidentes de Brasil y de Argentina fortalece a regímenes dictatoriales, como el de Venezuela, y aleja toda posibilidad de acuerdos en base al respeto al disenso político, que nunca puede exceder los límites republicanos que caracterizan a la región.

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