Toque de moderación de la ciudadanía chilena

El texto rechazado no reflejó bien el espíritu de los reclamos sociales de octubre de 2019, que sí buscaban una reforma constitucional, pero sin cambios extremos como los que planteó el texto reformista.

Los chilenos acuden a las urnas para aprobar o rechazar el proyecto constitucional. EFE.
Los chilenos acuden a las urnas para aprobar o rechazar el proyecto constitucional. EFE.

La ciudadanía chilena se expresó por amplia mayoría en contra de la reforma constitucional que la Asamblea Constituyente había presentado en el mes de julio. El resultado del plebiscito significó un golpe duro para el gobierno de Gabriel Boric, que apostó desde su arranque a la modificación de la Constitución que el domingo fue rotundamente rechazada. Si bien la mayoría de las encuestas venía advirtiendo el resultado que finalmente se produjo, la abrumadora ventaja del rechazo superó expectativas y dejó al Presidente ante una encrucijada.

Hay una coincidencia entre la mayor parte de los observadores políticos trasandinos: el texto rechazado no reflejó bien el espíritu de los reclamos sociales de octubre de 2019, que sí buscaban una reforma constitucional, pero sin cambios extremos como los que planteó el texto reformista.

¿Cómo se puede interpretar que existiendo un 80% de ciudadanos chilenos a favor de la necesidad de reforma de la Constitución, al momento de votar un 62% haya rechazado el texto propuesto por los convencionales? Al respecto, señalan distintos analistas que lo que pretendía el pueblo chileno era una democratización territorial y social del desarrollo económico y social que alcanzó el país trasandino durante muchos años de bonanza de su actividad económica.

Sin embargo, detrás de las consignas de aquella histórica revuelta popular, como un mejor acceso a la salud pública y la educación, fueron anexados aspectos que la izquierda pretendió imponer sin pleno consentimiento popular, como la declaración de Estado plurinacional, autonomías territoriales impensadas antes, la eliminación del Senado o una representación desproporcionada a los pueblos originarios y otras novedades.

Luego de esta fuerte advertencia de la ciudadanía chilena a sus gobernantes, seguramente se pondrá en marcha una nueva instancia reformista que contenga desde su arranque puntos de entendimiento que en esta oportunidad no quedaron del todo claros.

Hay aspectos que son alentadores. Por ejemplo, el presidente Boric se muestra desde que asumió saludablemente respetuoso de las instituciones chilenas y no deja de lado una vocación dialoguista. Sus condenas a los regímenes autoritarios de la región confirman esa postura.

Esa tolerancia lo llevó la misma noche del resultado a favor del rechazo a hablar a su país y afirmar que había entendido el veredicto de la mayoría de los chilenos. Y aseguró que, de inmediato, se reuniría con los líderes de la oposición para analizar el resultado de la consulta y ver cómo encarar el camino a la reforma que sí quiere la mayoría de los chilenos.

Hay otro aspecto a favor de un posible entendimiento para volver a encarar una propuesta de enmienda: el propio presidente Boric había admitido con antelación al plebiscito reciente que el texto puesto a consideración de los chilenos contenía “puntos débiles” que, aun aprobada la necesidad de reforma, luego deberían ser modificados. Probablemente el primer mandatario haya advertido que sus pares de la centroizquierda habían sido demasiado desmedidos en sus iniciativas.

En síntesis: un fuerte llamado de atención de una mayoría moderada de chilenos que no quiere que sus dirigentes, de impecable apego democrático y respeto a las instituciones, ensayen aventuras reformistas innecesarias o de dudosa efectividad.

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