La mayoría de la dirigencia política está cuestionada

la dirigencia política en general debe repensar su forma de vincularse con la sociedad. La famosa grieta, como metáfora que permitía identificar a los unos como lo contrario de los otros, está agotada.

Congreso de la Nación
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En la reciente edición de la encuesta sobre el grado de satisfacción política de la sociedad, que realiza la Universidad de San Andrés, ningún dirigente político presenta hoy más imagen positiva que negativa.

Nadie se salva de este inquietante desgaste. Al comparar la imagen positiva con la negativa, a todos les da un valor por debajo de cero. El expresidente Mauricio Macri tiene un diferencial de -33; la expresidenta y actual vice Cristina Fernández, -43; el presidente Alberto Fernández, -54.

El fenómeno también afecta a los potenciales candidatos de cada sector para las próximas elecciones presidenciales. En Juntos por el Cambio, la imagen de Horacio Rodríguez Larreta es -8; la de Patricia Bullrich, -16; la de Facundo Manes, -17, y la de Gerardo Morales, -26. En el Frente de Todos, Axel Kicillof obtiene -39; Sergio Massa, -40; Máximo Kirchner, -57.

Entre los peronistas no kirchneristas, Roberto Lavagna registra -15 y Juan Schiaretti, -19. Entre los liberales, José Luis Espert aparece con -20 y Javier Milei, con -26. En la izquierda, Myriam Bregman marca -23 y Nicolás del Caño, -49.

Ese cuadro explica que casi 9 de cada 10 encuestados exprese su disconformidad con la situación actual del país y que el descontento con el desempeño de los distintos poderes del Estado supere el 80 por ciento.

De un tiempo a esta parte, las encuestas han sido criticadas por sus errados pronósticos electorales. Como suelen ser diseñadas por las consultoras de opinión que son contratadas por distintos candidatos, se sostiene que suelen estar sesgadas a favor de quienes las pagan.

No es el caso de la investigación de San Andrés. Se trata de una institución académica que periódicamente repite un mismo estudio, cuyo centro de gravitación no es pronosticar un resultado electoral, sino obtener información sobre el grado de satisfacción o disconformidad de los encuestados con el devenir político, económico y social del país.

En ese sentido, se la podría relacionar con el Índice de Confianza en el Gobierno (ICG) que elabora la Universidad Torcuato Di Tella: en una escala de 0 a 5, en octubre pasado se ubicó en 1,28 puntos. Esa cifra refleja una caída del 45 por ciento respecto de lo que logró Alberto Fernández en enero de 2020, en el primer mes de su gestión.

Cuando las expectativas no se cumplen, la insatisfacción crece. No cabe duda de que la dirigencia política en general debe repensar su forma de vincularse con la sociedad. La famosa grieta, como metáfora que permitía identificar a los unos como lo contrario de los otros, está agotada.

El descontento social es claro reflejo de ello: no hay buenos de un lado y malos del otro.

La política debe volver a ser propositiva, para que cada fuerza se identifique con un pequeño conjunto de ideas que esbocen el país que nos propone sin atacar a ningún adversario.

Los argentinos anhelamos un cambio profundo de nuestra acuciante realidad. Faltan pocos meses para el inicio de una nueva campaña electoral. De la dirigencia depende que no perdamos la oportunidad.

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