La educación y el grave error de nivelar hacia abajo

El discurso de quienes nivelan para abajo en nombre de la igualdad de oportunidades, descree de la meritocracia y del esfuerzo para aprender.

Alumno en una clase. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes
Alumno en una clase. Foto: Orlando Pelichotti / Los Andes

La educación argentina ha recibido un fuerte golpe durante la pandemia. Para referirnos a sus problemas recordemos aquella historia de la mitología griega sobre Procusto, quien habría sido un posadero que invitaba a sus huéspedes a probarse un raro lecho en el que cortaba las piernas de los muy altos y estiraba las de los más bajos.

En suma, una suerte de precursor de quienes, siglos después, con la mala educación, encontrarían la manera de hacer que todos nos pareciéramos, sin derecho a diferencia alguna –las diferencias son discriminatorias para ellos– logrando el raro igualitarismo de que nadie sea mejor.

Procusto, visto en perspectiva, habría aportado lo suyo en la construcción del populismo educativo.

Para ratificar lo anterior bastaría con citar la decisión del Ministerio de Educación de la provincia de Santa Fe que, al cerrar el año lectivo 2021, ordenó a los docentes aprobar a todos los alumnos que en los últimos dos años hubieran cursado un trimestre, agregando como bono la aprobación de cualquier materia correlativa. A la vez, se suprimieron los aplazos, la repitencia y las materias previas.

Un magnífico regalo anticipado de Reyes para quienes en los dos años de pandemia casi no tuvieron clases, salvo el remedo de la virtualidad, en un desaguisado en el que participaron los funcionarios responsables, muchos docentes, los gremios representativos y no pocos padres.

Si alguien se ha preguntado alguna vez a qué alude la expresión “tragedia educativa” acuñada hace años por Guillermo Jaim Etcheverry, allí tiene la respuesta: el arte de nivelar para abajo nos ha depositado sin escalas en las narices de una generación de jóvenes con serias dificultades de aprendizaje, y a ella se le sumará ahora con problemas aún más graves.

Quienes desde hace mucho vienen suponiendo que la ley de educación obligatoria y gratuita impulsada entre otros grandes próceres por Domingo Faustino Sarmiento es el enemigo por vencer, lo están logrando.

Muchos han contribuido para llegar a esto: reformas educativas pergeñadas en gabinetes de otro planeta, la transferencia forzada de escuelas a las provincias, lo que hizo que la Nación se retirara del tema y dejara que las provincias administraran y politizaran el tema a su antojo, gremios docentes que se oponen o traban la capacitación a la vez que colonizan los respectivos ministerios y una dirigencia tan ausente como irresponsable.

Y, no menos curiosamente, el discurso de quienes nivelan para abajo en nombre de la igualdad de oportunidades, descreyendo de la meritocracia coincide con los ultraliberales que proponen eliminar la educación obligatoria para que se eduque quien quiera o pueda, y de ese modo corroborar al fin que el populismo contamina a todos, hasta a los que se dicen no populistas.

Corresponde acotar que unos pocos docentes santafesinos salieron al cruce de la orden ministerial, mientras la mayoría la acataba sin más y el gremio alegaba no intervenir en política educativa.

La consigna hoy parece ser deseducar y por ello nadie debería sorprenderse si uno de estos días uno de nuestros legisladores propone emprenderla contra Sarmiento, eliminando monumentos y nombres de calles y de edificios. Sería, al fin, un acto de coherencia.

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