El siempre difícil acceso a la vivienda propia

Una arraigada cuestión cultural ha hecho que a lo largo de los años la familia argentina haya buscado afianzarse afectiva y económicamente a través de la propia vivienda. Es algo que ha justificado siempre un endeudamiento, ya sea de modo particular o mediante planes promovidos desde el Estado, pero que siempre sufrió los embates de una economía que ha transitado al borde del abismo y que en estos tiempos genera una absoluta incertidumbre a corto y mediano plazo.

Datos recientemente difundidos por el Indec, en base al censo de población y vivienda realizado el año pasado, indican que el 40% de las familias mendocinas carecen de su propia vivienda.

El porcentaje es levemente superior al de la media nacional, que es del 35%.

Tanto a nivel local como nacional el dato genera mucha preocupación, ya que si se comparan los datos de este último censo con el que se llevó a cabo en 2010, existe una baja sensible en el número de dueños de viviendas.

En aquella oportunidad en el país había un 73% de propietarios, de los cuales un 4% tenía solamente el terreno para en algún momento levantar su casa.

La caída a nivel nacional es de 8 puntos porcentuales en 12 años.

Hay coincidencias entre quienes pertenecen al sector inmobiliario en general: el problema que afrontan los argentinos para un mejor acceso a la vivienda propia radica en la enquistada crisis económica que afronta el país, que deriva en una creciente falta de crédito para los interesados en invertir en la casa propia.

Por otra parte, la elevadísima inflación impacta cada vez más en el valor de una propiedad, a contramano de las subas salariales, que por lo general no logran contrarrestar el efecto inflacionario.

A su vez, la inflación generalmente es una de las causas principales para el encarecimiento del precio de los inmuebles.

Como se indicó en una nota de Los Andes, hay distintas miradas con respecto a la dificultad que tienen los mendocinos para un mejor acceso a la compra de su casa.

En lo que hay coincidencias, en especial con referencia al Gran Mendoza, es en la disparidad existente entre el precio de los terrenos en general y el rendimiento salarial de los interesados.

Desde ese punto de vista, lógicamente, el cuadro es complicado, ya que el problema inflacionario, al que ya nos hemos referido, hace que el poder adquisitivo de una familia se deteriore sistemáticamente.

De ese modo, la posibilidad de financiamiento de una propiedad se hace muy difícil.

En países con economías estables, con baja inflación, el alquiler de una vivienda puede llegar a ser visto como algo normal, ya que la capacidad para afrontar el canon de arrendamiento es habitual por parte del inquilino.

Eso lleva a que la inversión en tierra tal vez no sea la mayor prioridad.

En cambio, en medio de economías como la de nuestro país, la inestabilidad lleva a que los montos a pagar al alquilar se vuelvan frecuentemente difíciles de afrontar.

Por otra parte, una arraigada cuestión cultural ha hecho que a lo largo de los años la familia argentina haya buscado afianzarse afectiva y económicamente a través de la propia vivienda.

Es algo que ha justificado siempre un endeudamiento, ya sea de modo particular o mediante planes promovidos desde el Estado, pero que siempre sufrió los embates de una economía que ha transitado al borde del abismo y que en estos tiempos genera una absoluta incertidumbre a corto y mediano plazo.

Es de esperar que futuras autoridades generen las condiciones para que el justificado deseo de la casa propia se concrete para la mayoría de los argentinos.

Los argentinos sin casa están dispuestos a hacer el esfuerzo, pero el Estado debe brindarles apoyo.

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