Crisis en Cuba, otra insólita postura de la Argentina

Otra clara muestra de la tradicional política exterior errática de la Argentina, que con la actual administración demuestra un cada vez más alarmante apoyo a gobiernos dictatoriales y regímenes que hacen del uso de la fuerza su base de sustentación.

Cientos de manifestantes salieron a las calles en varias ciudades de Cuba para protestar contra la actual escasez de alimentos y los precios elevados de los productos. (AP)
Cientos de manifestantes salieron a las calles en varias ciudades de Cuba para protestar contra la actual escasez de alimentos y los precios elevados de los productos. (AP)

Cuba registra en estos días una histórica serie de protestas en las calles. Las manifestaciones más importantes en muchos años en un país que durante seis décadas ha sido gobernado por un régimen dictatorial cada vez más enérgico.

Las reacciones populares, que se advierten en La Habana y en muchas ciudades más, son contra el régimen dictatorial, en reclamo de libertad ciudadana y, por añadidura, de una urgente mejora de las condiciones sociales y económicas en un país golpeado por crisis que se acentúan con los años y que este tiempo de pandemia agravó mucho más.

La respuesta del régimen castrista, ahora a cargo de Miguel Díaz-Canel, fue reaccionaria y con una lisa y llana invitación a las fuerzas de seguridad y a los militantes del comunismo histórico a salir a reprimir a los manifestantes.

Ya hubo muertes y cientos de heridos y detenidos.

La gravedad de la situación motivó la lógica preocupación de la comunidad internacional, que desde distintos ámbitos salió a instar al régimen cubano a deponer la actitud represiva esgrimida como primera reacción y atender la voz de la gente con sus necesidades.

Sin embargo, la postura del gobierno argentino, a partir de los dichos del presidente Alberto Fernández, volvieron a insinuar una actitud con el régimen totalitario cubano y sus métodos represivos, como ya lo ha hecho en oportunidades anteriores con gobiernos tan déspotas como el cubano. “No conozco la dimensión del problema. Sí tengo en claro que es necesario terminar con los bloqueos…”, sostuvo el primer mandatario argentino en declaraciones radiales.

Luego, llovieron las críticas por sus dichos.

Es evidente que hay una postura ideológica muy definida en el gobierno argentino en materia internacional. Los desaciertos por posturas muy macadas en determinado sentido se reiteran y son elocuentes. Ocurrió en más de una oportunidad con la mirada diplomática sobre la situación en Venezuela, donde es clara la postura a favor del gobierno donde el aspecto más crítico de la postura de nuestro país con las autoridades venezolanas fue el retiro de apoyo a la demanda que oportunamente efectuó el Grupo de Lima ante el Tribunal Penal Internacional, de La Haya, por supuestos crímenes de lesa humanidad por parte del régimen de Caracas.

La mirada sobre la actitud dictatorial del presidente nicaragüense Daniel Ortega también causó sorpresa y fue mal vista por la mayoría de las naciones. En ese caso puntual, se tomó la decisión de no intervenir en cuestiones internas de los países, cuando lo que se le objeta al mandamás de Nicaragua es la arbitraria detención de prácticamente todos los opositores que pretenden competir con él en las próximas elecciones presidenciales, entre otras arbitrariedades cotidianas.

Medio Oriente vio otro paso en falso de la diplomacia argentina al insinuarse una postura favorable al grupo terrorista Hamas en el reciente conflicto con Israel por el ataque misilístico a dicho país.

Otra clara muestra de la tradicional política exterior errática de la Argentina, que con la actual administración demuestra un cada vez más alarmante apoyo a gobiernos dictatoriales y regímenes que hacen del uso de la fuerza su base de sustentación.

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