Inflación: los empresarios no generamos el problema

El autor sostiene que la culpa no es de los supermercados, el campo ni las empresas de servicios.

Inflación: los empresarios no generamos el problema / José Gutiérrez
Inflación: los empresarios no generamos el problema / José Gutiérrez

Los empresarios no generamos inflación, hablemos de la inflación en serio. Primero lo primero. Aunque nosotros, los argentinos, estemos acostumbrados a la inflación, no es un problema que tenga el resto de los países del mundo. La suma de la inflación de todos los países de América Latina en el 2020 (excepto Venezuela), es más baja que la inflación de Argentina. ¿No es raro ser los únicos con una inflación tan alta en todo el mundo?

Segundo, el problema viene desde hace muchos años. En los últimos 100 años tuvimos 62,6% de inflación promedio por año, sin contar las 2 hiperinflaciones. Pasaron gobiernos de todo tipo, generaciones de empresarios, modas y cambios tecnológicos profundos, y la inflación siguió ahí. Algunos políticos, periodistas y ciudadanos miran a los empresarios por la suba de precios. Seguro hay alguno que se pasa de vivo. ¿Pero el problema está ahí?

Miremos por ejemplo los supermercados. En Argentina el canal supermercados representa el 40% de las ventas de consumo masivo. El resto son mayoristas, almacenes, autoservicios. Los tres supermercados más grandes en Chile y México tienen más porcentaje de mercado que los tres supermercados más grandes de Argentina. La inflación de Chile y México en todo el 2020 fue 3% en cada uno ¿Los supermercadistas chilenos y mexicanos que están más concentrados que los argentinos son más “buenos”?

En Argentina todos los gobiernos, desde al menos 1967, intentan controlar los precios de los alimentos con controles a los supermercados: según FIEL tuvimos “Precios Libres”, “Vigilados”, “Concertados”, “Pautados”, “Máximos”, “Congelados” y “Cuidados”. ¿Alguno de esos mecanismos frenó la inflación?

¿Y si no son los supermercados? Son los del campo que se quedan con todo. En el 2007 Guillermo Moreno prohibió la exportación de carne para “bajar los precios a la mesa de los argentinos”. ¿Qué pasó? Matamos un montón de vacas que se iban a exportar, las rematamos en el mercado interno, bajó el precio unos meses y después subió mucho más, porque nadie quería criar vacas y perder plata. Lo mismo pasó con el trigo y el maíz. Estamos por repetir el mismo error que nos dejó con precios altos y pocas vacas.

Argentina consume una porción menor de lo que exporta. Incentivar la exportación de alimentos y tener más abastecimiento del mercado interno no son objetivos contrapuestos. Es más, mientras más gente quiera producir alimentos, más bajos van a ser los precios internos.

Pero si no son los súper y los del campo, ¿quiénes son? Deben ser las empresas de servicios, que nos aumentan la luz y el gas todo el tiempo. Y sí, la luz aumenta, pero porque a las empresas les suben los costos de generar electricidad con cada aumento del dólar y por la inflación. Cada vez que se “congelan las tarifas” la película termina igual: un día se tienen que descongelar, el aumento es enorme, la gente no lo puede afrontar y en el medio nos quedamos sin luz.

Por querer hacer magia congelando precios, lo que pasa en realidad es que destruimos mercados: no hay luz en verano o gas en invierno, entonces las fábricas y las pymes tienen que parar o comprar un generador costoso; pierden el trabajo miles de personas de la cadena agroindustrial porque caen las producciones.

Por eso, en esto quiero ser claro: no hay nada mejor para un empresario que un país sin inflación. La inflación te aumenta los costos, te obliga a tener paritarias duras y conflictos con el sindicato. Impide invertir en innovación y capacitación. Afecta al consumo y te vuelve menos competitivo contra otros países. Te encarece el crédito. Te hace pagar más impuestos. La elevada inflación genera que se pierda la referencia del valor de la moneda: los proveedores no te quieren vender, vos no sabes a que precio tenés que ofrecer tus productos y servicios.

Entonces, ¿dónde está el problema de la inflación?

De los últimos 100 años, 79 años tuvimos déficit fiscal. Esto significa que en el 80% del último siglo, el Estado gastó más de los recursos que tenía. Como no le alcanzaba, se endeudó o imprimió pesos. Estos son mecanismos que sirven si los usas pocas veces, como pedirle plata a un amigo o gastar con la tarjeta. En Argentina el problema sólo se intensificó con el tiempo: de los últimos 70 años, tuvimos déficit fiscal 65 años. Nadie cree en el peso y nadie cree en prestarle plata a la Argentina sin una tasa de interés alta. Entramos en un círculo vicioso del que no podemos salir.

Con un PBI per cápita de cerca de U$S20.000, tenemos un nivel de gasto similar al de Italia o Francia, que tienen un PBI per cápita cercano a los U$S40.000. De hecho, Argentina gasta más que el promedio de Europa.

Entre 2002 y 2019 el gasto público consolidado de Nación, Provincia y Municipios se duplicó, pasando de 26,86% a 49,9% del PBI. En el mismo período la presión impositiva creció de 27% a más de 30%. Es decir, un nivel de gasto creciente fue posible asfixiando impositivamente al sector privado (lo que se refleja en los precios) y cubriendo el gasto deficitario con emisión (lo que es igual a más inflación). Dos malas decisiones que se retroalimentan.

¿Qué hacemos entonces? No es el rol de los empresarios definir cuál es el gasto óptimo del Estado ni donde están sus gastos ineficientes. La mayoría vamos a acordar que Argentina tiene que tener un sistema de contención y bienestar acorde a los desafíos de su matriz social: AUH, Jubilaciones, tarifa social. Pero todos también sabemos que nuestros estados nacionales, provinciales y municipales tienen gastos que exceden sus capacidades.

El rol de los empresarios es crear nuevos productos o servicios, pensar negocios, invertir, contratar empleados, proveedores, vender y comprar, competir para tener más clientes en Argentina y en el mundo. Cada vez que se interviene un mercado por un objetivo de corto plazo, se destruye la capacidad productiva y el empleo de los argentinos. Por eso no queremos ser usados como excusa para los problemas de fondo. Por eso levantamos la voz. Por eso repetimos: los empresarios no queremos inflación. Los empresarios no generamos inflación.

*El autor es Coordinador del Foro de Convergencia Empresaria.

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