Bebedores pandémicos: de la botella al “vino suelto”, todo lo que cambió

La pandemia trajo novedades y aceleró lo que se venía gestando. Cuál es el resultado y qué es lo que se viene para la vitivinicultura.

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Los hábitos del mundo anterior a la pandemia cambiaron en gran medida. Cambió desde la forma de socializar e interactuar, hasta lo más práctico como consumir bienes y servicios.

Estos nuevos consumidores también afectan a la industria vitivinícola que debe adaptarse a las nuevas demandas, hábitos de consumo, preferencias, obstáculos y hasta nuevos actores que este proceso vertiginoso impone.

Algunos cambios son producto de la crisis pero otros simplemente venían surgiendo y se aceleraron. Esto moldeó un nuevo perfil de consumidor.

¿Caída de consumo? Ni locos

Por ejemplo, Javier Lo Forte, enólogo de Pulenta Estate, explicó que con la pendemia “la gente salió menos, no gastó en otras cosas y empezó a redescubrir el vino. El vino ganó en eso”.

Indicó que si bien “los primeros meses fueron difíciles”, “después la gente empezó a tomar más vino, a probar. Otros se animaron a consumir vinos de alta gama”. El tiempo libre (por demás) en casa despertó la curiosidad de quienes sólo lo tomaban por interés ocasional o gusto.

Muchas personas ahora beben eligiendo, descubriendo e invirtiendo algo más que dinero: tiempo.

Sobre este perfil de consumidor, Ricardo Arrambide, mánager comercial de bodega Lamadrid, agrega que “está más interesado por los vinos y busca descubrir varietales nuevos y formas de vinificar innovadoras”.

En este sentido, por ejemplo, la bodega experimenta con nuevas formas de vinificar los tradicionales varietales que se plantan históricamente. La novedad es la atracción. Esto se ve reflejado en el aumento de consumo de los vinos en envases no tradicionales como la lata.

Un relato como ejemplo

“El consumidor de Buenos Aires iba a la vinoteca de su barrio, charlaba con el vinotequero y se volvía con su botella”, comienza explicando Arrambide. “Con la pandemia eso se frenó y esa persona empezó a confiar en lo que se ofrece y comunica desde internet”.

Este es un punto de quiebre porque el actor es la bodega, que antes confiaba en su cadena de distribución. La bodega es quien “habla” con sus clientes por internet y es muy importante lo que dice. Hay un contacto directo.

Cuando todo retomó, algunas personas quisieron volver a la vinoteca, pero otras se acostumbraron a un ritmo de vida diferente y prefieren que el vino les llegue a la puerta de su casa. Ese canal se instaló para quedarse”, asegura Arrambide.

Consumidor activo

Que el consumidor elija qué tipo de vino, cómo comprarlo y qué historia de bodega le resulta más convincente; sin dudas democratiza la bebida. Quizás el norte de muchos referentes de la industria, quienes aseguran que el vino sabe mejor si es para todos.

¿Y ahora?

Mientras describimos el presente, resulta difícil vaticinar cómo sigue esto. Por lo pronto, establecer este nuevo modelo, caracterizado por la eliminación progresiva de intermediarios. Intermediarios comerciales, intermediarios culturales, intermediarios ideológicos. Este nuevo consumidor se va a afianzar.

Luego, puede verse un horizonte donde se radicalice la innovación en la oferta. Esto va a hacer aún más vertiginoso el proceso.

Recientemente, el INV autorizó la venta de vino suelto en envases retornables. ¿No es eso de lo que hablamos? No es casualidad.

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