Análisis: la política económica actual y la de Kirchner

El autor plantea un paralelismo entre las medidas tomadas entre 2003 - 2007 y las actuales.

Caricatura: Gabriel Fernandez.
Caricatura: Gabriel Fernandez.

La situación económica nacional atraviesa por graves dificultades, entre otras razones por la irrupción a nivel mundial de la pandemia del coronavirus, la que ha traído dos graves consecuencias a la economía argentina.

a) La parálisis de gran parte de la economía nacional, provocada por la pandemia pero también por la política sanitaria aplicada bajo la forma de cuarentenas o sea medidas para suspender distintas actividades en mayor o menor grado y

b) El costo fiscal de subsidios a la actividad económica paralizada y a sus protagonistas: empresarios, asalariados, monotributistas, etc. y la pérdida de ingresos fiscales por la caída de la producción.

La falta de financiamiento genuino ha llevado a la emisión monetaria como medio de ingreso, neutralizado en parte su impacto inflacionario con la toma de deuda pública mediante letras del Banco Central conocidas como Leliqs. Lo dicho se agrega a un preexistente alto gasto público y a una fuerte presión fiscal, que se viene gestando desde hace varios años.

Todo ello ha llevado a que el peso se vaya depreciando, lo cual se percibe a través del incremento de la cotización del dólar, que parece no detenerse. Frente a esa situación, sólo se intentó dilatar su caída mediante la citada emisión de bonos. Pero los vaivenes del tipo de cambio y su veloz crecimiento merecen un párrafo especial. El tipo de cambio actual, o sea el precio del dólar, tiene al menos dos variantes: oficial y paralelo o blue. A su vez el oficial depende del uso de las divisas, esto es que se utilicen para pagar importaciones, para viajar o para atesorar, como una forma de preservar el valor de los ahorros. También las exportaciones tienen en la práctica un tipo de cambio distinto, ya que el tipo de cambio que reciben lo es neto de retenciones. En toda esta diversidad de tipos de cambios está posiblemente el secreto de que sea tan difícil resolver la cuestión cambiaria, que tanto impacta en los niveles de precios, en la asignación de recursos y el desarrollo económico.

Es por ello, que consideramos importante revisar este aspecto. A ese fin creemos que el gobierno podría acudir a los propios antecedentes del período en que Kirchner fuera presidente, o sea 2003 a 2007, lapso que aún podría extenderse hasta 2008, aunque la situación actual sea de déficit fiscal.

En ese tramo, la política económica se caracterizó por los tratadistas como la de “Los superávits gemelos”. Ello significaba contar con superávit comercial y fiscal, lo que implicó dos situaciones:

a) Que las exportaciones eran superiores a las importaciones y

b) Que la recaudación total del Estado Nacional era superior al gasto público total.

El correlato o las consecuencias de estos hechos son el incremento de las reservas monetarias, lo que implica no sólo poder importar los bienes necesarios, sino que la circulación monetaria tenga una cobertura que respalde aunque sea parcialmente la misma. Por otro lado el exceso de los ingresos fiscales sobre los egresos hace que no deba recurrirse al endeudamiento, ni al emisionismo monetario para financiar estos últimos.

Ello se tradujo en que el dólar pasara desde $ 3,16 en 2002 a $3,12 en 2007 y $ 3,17 en 2008, o sea se mantuvo totalmente estable a lo largo de esos años, a pesar de que la circulación monetaria pasó de $ 18.802 millones en 2002 a $ 74.804 millones en 2007 y a $ 83.578 millones en 2008, mientras tanto los precios al consumidor con base 100 en el ’99 pasaron de un índice de 124,34 en 2002 a 204,69 en 2007 y a 251,18 en 2008.

En otros términos, si tomamos un índice 100 para 2002 tendremos que, hasta 2007, los precios habían crecido un 65% y hasta 2008 un 102%, mientras que la circulación monetaria se incrementó un 298% hasta 2007 y un 345% hasta 2008.

Aunque resulta difícil obtener conclusiones categóricas podemos extraer las siguientes:

El superávit comercial permanente del sector externo permitió contar con reservas monetarias suficientes. Esto se debió en gran medida al hecho de tener un tipo de cambio libre igual para todas las operaciones, lo que desalienta cualquier tipo de maniobras. Además este tipo de cambio libre, unido a cierta abundancia de divisas, permitió que se mantuviera casi constante por seis años.

A pesar del fuerte incremento de la circulación monetaria, el hecho del equilibrio fiscal unido a la estabilidad del dólar hizo que los precios aumentaran sólo un 65% en 5 años, lo que arroja una tasa acumulativa de algo más del 10% anual.

De este modo parece que sería mucho más ordenado tener un tipo único de cambio, como en la época de Kirchner sin tantos impuestos adicionales (sólo las retenciones), para no desalentar el comercio exterior, y así promover que el campo comience a plantar más, particularmente los sectores más débiles de costos más altos. También se neutralizaría mejor el impacto del incremento de la emisión monetaria sobre los precios, ya que un dólar más estable tornaría más favorables las expectativas de no inflación.

Respecto de no ap1licar distintos tipo de cambio y crear gravámenes adicionales, esto sería también favorable para el gobierno desde el punto de vista jurídico. Veamos para ello el ejemplo de la soja. Sus exportaciones han estado gravadas este año con retenciones del 33%, porcentaje que se redujo transitoriamente por el decreto 790/2020 al 30% en octubre y tendrán una alícuota del 31,5% en noviembre y en diciembre 32% y retornaremos al 33% desde enero. Los cereales y otros productos tienen también retenciones pero de una cuantía menor. Pero además de las retenciones está lo que en el mercado se conoce como el dólar soja. Se llama así el precio que reciben las exportaciones de grano después de descontar retenciones sobre el valor oficial del dólar.

El dólar soja está en un nivel cercano a los $ 55 según las publicaciones especializadas. Si lo comparamos con un precio legal de mercado como sería el contado con liquidación que es de $ 148,79, ello significa, una disminución para el poroto soja de más de un 60%. Aunque se atribuya esa baja al valor oficial atribuido por el Estado, el dólar o a otros gravámenes sobre la moneda y no sobre el grano, es indudable que se trata de una doble imposición sobre la misma transacción de carácter confiscatorio y por lo tanto inconstitucional.

Ello puede provocar demandas de los productores que podrían traducirse en agujeros fiscales más grandes que los que se pretende tapar. Una situación parecida se da en otros productos exportables. Veamos, por ejemplo, en setiembre, momento en que el dólar soja estaba a $ 53, dólar cereales (maíz y trigo) $ 69,75, dólar carne y leche en polvo $ 72,11, dólar maní $ 73,3, dólar legumbres y cerdos $ 75,3.

Por todo lo expuesto, creemos que lo mejor es volver, lo antes posible, a la prudente política de Kirchner que le permitió mantener el superávit comercial y fiscal, tener estable el dólar y relativamente los precios, a pesar del fuerte aumento del gasto y la emisión monetaria. La brecha cambiaria es insostenible, ya que es expropiatoria de las exportaciones y ello generará conflictos judiciales, tendencia al contrabando y menos recaudación del impuesto a las ganancias, entre otros efectos.

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