A los 16 ya ganaba más dinero que su padre: la increíble historia del creador de Spotify

Daniel Ek ya era millonario a los 23, antes de su principal creación y con la plataforma de streaming aumentó su fortuna hasta los u$s4.000 millones.

Daniel Ek no es un emprendedor cualquiera, dueño de un instinto empresarial precoz, aprendió a programar de forma autodidacta cuando era niño y a los 16 años ya ganaba más dinero que su padre. A los 23, ya era un millonario hecho y derecho, y actualmente, con 37 años, ostenta una fortuna de casi u$s4.000 millones, gracias al fenomenal éxito de su gran creación: Spotify.

La plataforma de streaming de audio más grande del mundo fue la culminación del sueño de Ek, que unió en un mismo proyecto sus grandes pasiones: “Desde que tenía 4 años, mi vida ha girado en torno a la música y la tecnología”, asegura.

Todo comenzó en Ragsved, un suburbio de Estocolmo donde se crió junto a su madre, su padrastro y su hermano menor. Allí, se formó en un ambiente en el que la creatividad era cosa de todos los días: su abuela fue cantante de ópera y su esposo un pianista de jazz. El ADN familiar caló hondo en Daniel: ya en el colegio dedicaba su tiempo a programar en computadoras y en los tiempos libres tocaba la guitarra.

Su talento con las máquinas hizo posible que a los 13 años ya diseñara sitios web desde su habitación o tomando “prestadas” las PC del colegio, por los que cobraba entre u$s100 y u$s200. El negocio creció rápidamente: apenas un año después, hacía este trabajo por u$s5.000, y a los 18 años ya tenía a 25 personas trabajando para él.

Eventualmente, llegó a ganar u$s50.000 por mes y reveló que sus padres no sabían de su emprendimiento hasta que empezaron a darse cuenta de todos los videojuegos y guitarras eléctricas que su hijo compraba.

Sin embargo, Ek tuvo que convertir su negocio en una verdadera empresa porque “las autoridades suecas comenzaron a preguntar de donde venía todo el dinero”. Al final, el gobierno se puso en contacto con él para reclamarle todos los impuestos que debía.

Terminados sus estudios secundarios, se postuló a la carrera de Ingeniería en el KTH Royal Institute of Technology pero desertó después de ocho semanas, cuando se dio cuenta que el primer año estaba lleno de teoría matemática y que en realidad lo que él quería era aprender sobre negocios.

A los 23 años hizo su primer gran desarrollo: fundó su propia empresa de marketing online, Advertigo, que luego vendió por u$s1.250.000 a otra compañía sueca dedicada a lo mismo. Convertido en millonario, se dedicó a disfrutar de las mieles del éxito: tenía mucho dinero, una Ferrari roja 0Km y pases VIP para entrar a los clubes más exclusivos de su país. Esa vida pronto llegó a su fin.

Como si despertara de un sueño, vendió su auto y su departamento en el centro de Estocolmo y se fue a vivir a una cabaña fuera de la ciudad para iniciar de cero un nuevo proyecto

A los pocos meses se puso en contacto con Martin Lorentzon, cofundador de TradeDoubler, y juntos se pusieron a desarrollar una idea que terminaría por convertirse en Spotify.

“La industria musical estaba en el suelo”, asegura Daniel sobre esos primeros meses, y añade: “Literalmente dormí afuera de sus oficinas, regresando semana tras semana”.

Los emprendedores se inspiraron en Napster para desarrollar su plataforma, pero buscaron evitar los problemas legales relacionados con la piratería utilizando tecnología streaming y realizando acuerdos de licencias con discográficas.

Ek dijo que “se dio cuenta de que nunca se puede legislar lejos de la piratería. Las leyes definitivamente pueden ayudar, pero no solucionan los problemas. La única forma de resolverlos era crear un servicio que fuera mejor que la piratería y, al mismo tiempo, compensara la industria de la música. Eso nos dio Spotify”.

El servicio estaba listo en 2006, pero las negociaciones para obtener las licencias de las canciones hicieron que su puesta en marcha se retrasara dos años. De esta manera, el lanzamiento oficial recién se dio el 7 de octubre de 2008.

 Spotify se expande al mercado del video y contenidos no musicales
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Según las cifras de registro, en diciembre de 2008, Sony BMG, Warner, EMI, Universal y el sello indie Merlin pudieron hacerse de 352.000 acciones de la compañía sueca.

Del total de 1.956.000 títulos de Spotify de la época, las discográficas grandes accedieron al 18% de acciones, siendo Sony BMG el sello mayoritario (6% del total), seguido de cerca por Universal (5%). Con la salida a bolsa, todas las grandes discográficas vendieron la mayoría de sus papeles.

No hay datos públicos sobre cómo discurrieron las negociaciones previas, pero es claro que no fue fácil y que Spotify sacrificó control por los acuerdos con las gigantes de la música. Esto, aparentemente, es lo que generó que los royalties fueran tan altos y favorables a los sellos.

La situación era casi un win-win para la industria, que así posicionaba de cara a un cambio de modelo que dejaría atrás la era del MP3, años en los que tuvieron pérdidas gigantescas.

En ese momento Spotify se concibió como una aplicación para escuchar música online por computadora y solo estaba disponible, en principio, para algunos países europeos como Suecia, Finlandia, Noruega, Francia, Reino Unido y España. Su principal ventaja fue que los usuarios podían acceder a millones de canciones sin necesidad de descargarse nada.

En un principio se lanzaron dos modalidades del servicio: la paga y la gratuita por invitación. La primera funcionaba con una suscripción mensual (el mismo modelo que sigue vigente) mientras que la segunda era gratis siempre y cuando alguien que ya era usuario te invitara.

Además, la versión gratuita solo permitía escuchar 2,5 horas semanales de música hasta un máximo de 10 horas al mes y no fue hasta 2014 que se eliminaron los límites.

El servicio comenzó a escalar rápidamente y en 2011 desembarcó en Estados Unidos, donde pasó a competir cabeza a cabeza con iTunes, la plataforma musical de Apple que en ese momento era la n°1 en cantidad de usuarios, aunque con un modelo de negocio totalmente distinto.

El desembarco en tierras norteamericanas contó con el aporte de varios inversionistas, incluidos los pioneros de Napster, Sean Parker (que también fue uno de los primeros inversionistas de Facebook), y de Torrent, Ludvig Strigeus en 2011. Al poco tiempo de desembarcar en ese mercado, Ek anunció la reconversión de Spotify en una plataforma que pudiera albergar aplicaciones de terceros: Spotify Platform.

Tal y como señala, la música “iba más allá de la música”, por lo que integró a la plataforma revistas como Rolling Stone con su propio canal o aplicaciones para ver las letras de las canciones. La idea era llevar al usuario a recorrer la música por dentro y por fuera, y que Spotify no fuera solo un reproductor de canciones.

Asimismo, Spotify introdujo la posibilidad de que los usuarios puedan ver lo que están escuchando sus contactos e incluso compartir lo que están escuchando con ellos, lo que agregó un componente social fundamental para expandir el servicio.

El servicio creció y se internacionalizó rápidamente hasta estar presente en más de 50 países y tener 36 millones de usuarios en 2013. Para poder llevar a cabo este gran repunte la compañía ha recurrido al capital riesgo en múltiples ocasiones y ha levantado cientos de millones de euros.

En 2018, dio el salto a la bolsa de Estados Unidos (Nasdaq) y su valoración se situó en los 23.500 millones de dólares. Para ese momento Ek ya era considerado por Billboard como “la persona más poderosa de la industria de la música”.

Ese status le otorgó aliados y detractores dentro del universo en el que la firma se mueve. En todos estos años Spotify ha sido blanco de ataques por parte de algunos artistas que ven a la empresa como un enemigo que quiere perjudicarlos. Por ejemplo, en 2018, fue demandada por Wixen Music (que administra la música de Tom Petty, Neil Young y otras figuras), por un valor cercano a los u$s1.600 millones.

Pero así como hay detractores, también existen artistas que apoyan a la compañía, como es el caso de Bruno Mars (que además cantó en su boda con Sofia Levander, su novia desde la adolescencia, en 2016) o Ed Sheeran, que lo ha llamado un “pionero tecnológico”.

Con más de 10 años en el mercado, Ek logró posicionar a Spotify como la principal fuerza motriz de una industria discográfica que, luego del terremoto causado por el MP3, logró encauzar la nave.

Su empresa, además, es rentable desde 2017 y no paró de crecer: en el primer trimestre de 2020 sus ingresos ascendieron a 2.000 millones de dólares, gracias a su servicio de suscripción premium. El Rey Midas sueco, aparentemente, todo lo puede.

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