Cristina presa de sí misma

A veces el desprecio puede ser un móvil más poderoso que el temor a ir preso.

Cristina presa de sí misma - Por Carlos La Rosa
Cristina presa de sí misma - Por Carlos La Rosa

"No te fijes tanto en lo que yo digo; mirá lo que hago". Néstor Kirchner

La famosa frase atribuida al ex presidente Kirchner con la cual éste les enseñaba maquiavelismo de manual a sus seguidores, hoy la aplican a la perfección sus discípulos cuando escapan desesperados del hormiguero inundado por la manguera de Bonadio.

Esa huida infernal, esa delación de todos contra todos, esa furia vengativa, fueron el prólogo del procesamiento con prisión preventiva por el cual la Justicia pidió ayer el desafuero de Cristina Fernández de Kirchner.

En efecto, ya no es el gobierno neoliberal entreguista de Macri, ni los medios concentrados monopólicos ni el imperialismo en general, los que acusan a Cristina. Ni siquiera los empresarios aterrorizados que sólo quieren atemperar con sus timoratas confesiones sus sempiternas obsecuencias con el poder de turno. Ahora es peor, mucho peor, se trata de esa servidumbre de testaferros que contrató Néstor y que Cristina toleró tapándose la nariz.

Esos siervos que le llevaban a sus casas particulares los bolsos de la iniquidad, ahora confiesan hasta lo que no se les pide. Y a los que Cristina sigue despreciando con igual talante monárquico, cual reina mala del cuento de Blancanieves. Sólo que antes los despreciaba por serviles y ahora lo hace por batidores. Aunque está por verse quien batió primero a quién.

Como el pobre de José López, ese que quedará para siempre en la triste inmortalidad que le proporcionaron el monasterio y los bolsos. Ese que a pesar de su miedo evidente -que lo condujo desde que quedó preso, al borde de la locura- se calló todo lo que pudo hasta que vio como uno a uno todos sus viejos cómplices lo querían transformar en el chivo expiatorio. En el único culpable del escarnio, a ver si era posible que en sus solas espaldas cayera el peso de la colectiva corrupción. Pero luego de que Cristina expurgara en cámara todas sus lágrimas de cocodrilo supuestamente indignada por la deslealtad de su lopecito, éste estalló de ira. Y quizá mintiendo como hizo Cristina con él cuando lo acusó exculpándose, o quizá no, el hombre le gritó al mundo que todos los dólares que volando entraron a la corrompida casa del señor y las monjitas, eran de Cristina y sólo de Cristina.

Algo parecido dijeron el financista Clarens. O el maletero Uberti. O el secretario Baratta, ese que le permitió al chofer Centeno incurrir en la literatura del realismo mágico al describir con lujo de detalles su Macondo kirchnerista, como hizo Gabriel García Márquez en sus “Cien años de soledad”.

Todos ellos confesaron que todo iba a parar a las casas de Cristina y Néstor. Pero Cristina es genio y figura. Los sigue mirando con su aristocrático desprecio, como diciendo, ¡qué se creen esos personajes de cuarta, esos buenos para nada, esos más pelotudos que Parrili, para acusarme a mí! Y quizá sea por eso que la buchonearon tan decididamente. Porque a veces el desprecio puede ser un móvil más poderoso que el temor a ir preso. Tal vez por eso sean tantos y cada vez más los testaferros que se le rebelan a su otrora líder, rompiendo el silencio de su omertá.

Ellos gritan a los cuatro vientos lo que también De Vido quisiera hacer porque se siente tan traicionado por Cristina como el que más. Pero está demasiado arriba en la cadena de responsabilidades y de poco le servirá vengarse de su desleal jefa. Por eso prefiere transformarse en un símil nac y pop del Superagente 086 al denunciar una colosal cadena de servicios secretos, de porquerías y de basuras, que se unieron conspirativa y coordinadamente para destruirlo. Patetismo de un hombre desesperado porque lo dejaron solo desde abajo y desde arriba. Como un personaje de una tragedia griega pero en versión telenovela de Alberto Migré.

En fin, que seguramente Cristina por ahora no ingresará en la jaula de hierro de una prisión, sino que la mantendrán presa en la jaula de oro del Senado. Mientras ella se seguirá proclamando rehén político del enemigo, como se vienen declarando todos los que cometen ilícitos en el poder desde los tiempos anteriores a Cristo. Pero, tal como decía Néstor, no habrá que fijarse tanto en lo que dice, sino en lo que hace. Y lo que está haciendo es entregar a todos los que la sirvieron para que pudiera efectivizar su colosal despojo, o el que heredó de su marido. Lo mismo da. Y la venganza de los despreciados está siendo terrible. Todos contra todos, cada uno tratando de salvar su pellejo y el de entregar el de los otros. En particular el de Cristina. Eso es lo que importa, más que el formal procesamiento de una expresidenta en problemas.

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