Sergio Rosas y Rodrigo Barroso: cuando la mentira es la verdad

Los artistas exhiben su obra, en una muestra conjunta titulada “El bestiario y sus máscaras en el presente”.

En “El bestiario y sus máscaras en el presente” los artistas Sergio Rosas y Rodrigo Barroso toman la realidad maquillada en la que tantas veces vivimos y reflexionan sobre la esencia del ser en la actualidad y la búsqueda de la autoconciencia.

“La muestra surge del análisis de nuestra experiencia social contemporánea. Nos preguntamos qué era significativo abordar desde el presente y nos pareció válida la idea de resignificar las máscaras que todas las culturas han utilizado y que hoy están tan presentes como en el pasado, aunque de otra manera”, dice el docente, investigador y artista visual Sergio Rosas, un experimentado en el arte de la escultura cerámica.

Junto al creador y diseñador gráfico Rodrigo Barroso, diluyeron por un momento sus individualidades y emprendieron un camino teórico que tomó forma de bocetos, prueba de materiales, relatos de otros tiempos y contraste con la realidad.

Así surgió “El Bestiario y sus máscaras en el presente”, la exposición que desde agosto pasado, y hasta marzo próximo, puede visitarse en la sala de arte del Hotel Intercontinental; un despliegue asombroso y tridimensional de técnicas que invitan al espectador a descubrir, más allá de lo abordado, una visión global y mixta, propia y heredada, aunque cargada de significados culturales, de gres, lozas y mayólicas, aplicadas de modo tan seguro como experimental.

En esta visión amplia de la materia, lo discursivo dialoga y participa con el espectador entre fábulas reinterpretadas de origen latinoamericano y otras de proveniencia africana o europea.

“Indagamos en los bestiarios medievales y leímos distintas fábulas teniendo en cuenta que la metáfora era un punto de inflexión, así como las moralejas que dejaron estas narraciones nacidas en África con los esclavos que, en sus momentos de descanso, enmascararon la opresión y el sometimiento a través de la figura de animales. Éste fue un disparador así como la utilización de máscaras en las distintas culturas”, agrega Sergio en relación al proceso heurístico de búsqueda de información y puesta en marcha de la producción artística, que los involucró en la creación de animales y seres con cualidades humanas, significativas y asociadas a personajes de ésta y otras épocas.

El ciervo que se mira a sí mismo en un espejo de flores -como representación del hedonismo-; el conejo, tranquilo y humilde frente al zorro vivo y astuto; las luchas de poder, las clases dominantes, las pujas eternas, el que somete y el que intenta liberarse, aparecen en las exquisitas obras que este dúo artístico comparte junto al público en el lobby del Intercontinental.

La familia actual en el amor que dos osos del mismo sexo prodigan a sus pequeños en lo que representa un guiño al cuento “Ricitos de Oro”; el camaleón y la ardilla; la necesidad de la reinvención constante y la velocidad del cambio; la inercia y la mutación, aparecen entre esculturas y máscaras que invitan a reflexionar sobre la esencia del ser humano en los tiempos que corren.

“Para la creación de esta muestra nos planteamos un ejercicio de desdibujamiento de la individualidad que tiene mayormente el artista sobre lo que hace y apuntamos a una autoría mixta y de construcción colectiva en diálogo permanente”, expresa Rosas sobre “El bestiario y sus máscaras en el presente”, que abre líneas de pensamiento ligadas a lo ritual, lo arquetípico, lo íntimo pero también lo siniestro y lo dominante y el lugar de esperanza que proporcionan las micro-utopías.

“Detrás de las máscaras que hoy re-presentamos, ricas en simbolismos, metáforas y evocaciones, aparece esa voluntad de soñar otra realidad”.

Para la profesora de Artes Visuales, Natalia Rosales, al finalizar el recorrido de la exposición, sobreviene la polisemia propia que plantean las obras; que convierte al espectador en semionauta, en observador que participa desde su concepción propia.

“Yo creo que éste es un bestiario con un giro posmoderno, porque subvierte la tradición pictórica y a la vez literaria del bestiario: no alude a las bestias que podríamos ver o imaginar en el mundo del afuera, sino que está construido hacia el interior de las personas: habla de las bestias que tenemos dentro. La máscara es la representación de esa bestia y no somos una sola bestia: somos muchas, tantas como necesitamos ser para subsistir en la vorágine cotidiana. (...) En esta muestra no hay certezas; sólo preguntas, insinuaciones, críticas, desafíos. ¿Cuál es la verdad? No corresponde al arte responder a esa pregunta, sólo patear el tablero”.

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