Portugal y la revelación de “Saltillo”

Una lucha entre los jugadores y la Federación por problemas económicos terminó con ocho jugadores suspendidos de por vida, lo que produjo un cisma que fue el renacimiento del fútbol luso.

Hablar de esta edición de la Copa del Mundo de Fútbol es hablar de “la mano de Dios”, del gol de Maradona en la final, de Argentina proclamándose campeona del mundo.

Pero además de este momento histórico, tuvo lugar en el mismo evento una polémica que azotó al fútbol portugués. Este controvertido momento es conocido como el “Caso Saltillo”, y Paulo Futre, en su libro El Portugués, Parte II, narra las aventuras y los momentos más impactantes de la selección portuguesa durante este mundial.

Paulo Futre, por entonces jugador del Porto y tras una gran temporada en el conjunto de la ciudad invicta, fue convocado para el Mundial con tan solo 20 años. Portugal llevaba precisamente 20 años sin disputar un Mundial.

Sin embargo, desde el primer día de concentración en México, nada sucedió según lo previsto. Los portugueses acudieron al Mundial un mes antes del comienzo del mismo y se hospedaron en el Hotel La Torre de la ciudad de Saltillo, apodado por los portugueses como la “Fortaleza”, debido a la excesiva seguridad de la que contaba. Afirma Paulo Futre que se sentía como en un “western” o en una película americana, rodeados de policías y soldados, tanques y armas.

“El deporte portugués nunca volvió a ser el mismo después de todo lo que vivimos en México”, asegura Paulo Futre. El conocido como “Caso Saltillo” estaba relacionado con un desacuerdo entre la Federación Portuguesa y los jugadores de la Selección.

Antes de abandonar el país luso, la imagen de varios futbolistas portugueses fue utilizada en diversas campañas comerciales y varias marcas estaban interesadas en asociarse con la Selección Portuguesa, que volvía a ser escaparate a nivel mundial tras varios años en la sombra.

Hasta aquí todo bien, hasta que llegó la hora de recibir la compensación de estas campañas publicitarias. La dirección de la Federación Portuguesa, encabezada por Silva Resende, atribuyó un porcentaje ínfimo a los jugadores y él se quedó con casi la totalidad del dinero.

Según el presidente, todo se resolvería en México, pero nadie vio a Silva Resende, y los 22 jugadores convocados se unieron y se rebelaron. Es necesario hacer un paréntesis en este aspecto, y es que este es un punto de inflexión en la historia de la Selección Portuguesa de Fútbol.

Las consecuencias de este suceso se hicieron eco a nivel mundial. La prensa de todo el mundo cubrió este escándalo y esto propició una imagen bastante negativa de Portugal.

Además, a este escándalo económico se le suma la pésima preparación deportiva, debido, principalmente, a dos aspectos: que los entrenamientos del equipo eran realizados en un campo en muy malas condiciones estando, incluso, inclinado; y que los partidos de preparación se disputaron frente a camareros y personal del hotel, y nunca contra un equipo profesional.

A pesar de todo, Portugal fue la primera selección en llegar a la concentración, incluso antes que la selección anfitriona. Pero de poco o nada sirvió, debido a todos estos inconvenientes. Y es que todo lo que podía salir mal, salió peor.

Todos los que pertenecían a esta selección - jugadores, cuerpo técnico y dirigentes - perdieron en esta guerra. Sin embargo, ganaron las generaciones posteriores, debido a la unión que se generó dentro del vestuario luso.

Pero la polémica no acaba aquí, pues también cabe destacar el papel de las fiestas y las mujeres. Durante toda la concentración, los jugadores portugueses eran invitados a fiestas privadas en mansiones de lujo y, a pesar de la excesiva seguridad del primer día, todo quedó en un mero escaparate para los medios, y los jugadores podían escapar cada noche para asistir a estas fiestas.

Todas las noches, después de la cena, cuando los jugadores debían estar en sus habitaciones, escapaban en coches de mujeres mexicanas… incluso estando casados. Este hecho avivó aún más las llamas de esta polémica y la prensa portuguesa se hizo eco de ello, llegando a oídos de sus esposas, lo que propició llamadas de estas cada noche.

Tras varios intentos pacíficos y fallidos de conversar con el máximo dirigente de la Federación lusa, los jugadores, encabezados por el capitán Bento, por entonces arquero del Benfica, emiten un comunicado al que asisten las cadenas más prestigiosas del planeta. Todo el mundo supo entonces la verdadera historia y las cantidades de dinero que recibirían los jugadores.

Las cantidades que obtendrían serían irrisorias, siendo las más bajas de todas las selecciones que participarían en el Mundial. 20 euros al día, 500 por partido, 1000 por utilizar diferentes marcas en entrenamientos y 0 por usar diariamente ante los medios una conocida marca deportiva. Estas eran las cantidades que hicieron estallar a los jugadores y algo superiores eran sus pretensiones.

Además de quedarse con la mayoría del dinero, la Federación no lo usaba con fines deportivos y la preparación del equipo fue escasa y pésima. Dentro del vestuario y en el círculo que rodeaba a los jugadores, se comenzó a hablar de una posible huelga de entrenos e incluso plantarse y no debutar ante Inglaterra en el primer partido.

Los jugadores entrenaban a pecho descubierto o con la camiseta del revés, para esconder esta marca de la que apenas recibían beneficios. Y entonces llegó lo más importante: el fútbol.

Portugal terminó último. Volvía la polémica. Los jugadores regresaron con malos resultados y fueron recibidos con silbidos, insultos y lanzamientos de objetos.

Silva Resende prometió represalias contra los jugadores y estas medidas empezaron rápidamente con intensos interrogatorios a todos los jugadores. Tras estos interrogatorios, el máximo dirigente decidió suspender de por vida a ocho jugadores, que no volverían a vestir la camiseta portuguesa. Pero volvió a aparecer el espíritu solidario y hubo huelga general, ya que el resto de jugadores no volverían a la Selección mientras no le levantasen el castigo a sus compañeros.

El Sindicato de Jugadores, por entonces un órgano poco importante en Portugal, comenzó a ganar fuerza, aunque la Selección estuvo jugando un año entero sin estos jugadores.

La clasificación a la Euro 88' se complicaba tras varias derrotas y las negociaciones entre Sindicato y Federación se intensificaron, hasta que hubo un entendimiento entre ambos y el castigo fue levantado. El 23 de septiembre de 1987, ocho de estos "condenados" volvieron a ser convocados con la Selección y el Caso Saltillo llegó a su fin.

En conclusión, este fue el escándalo que envolvió a la Selección Portuguesa durante el Mundial de México 86', que hizo que lo deportivo quedase en un segundo plano. Esta fue la página más negra de la historia del fútbol portugués. Sin embargo, como señala Futre, “Saltillo acabó por ser un mal necesario”.

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