Enrique Dussel: “Yo no salgo de mi patria que es América Latina”

El filósofo latinoamericano contemporáneo más leído en el mundo es mendocino. El reconocido intelecutal volvió a su provincia para dar una charla en la UNCuyo. Hizo un espacio en su agenda para hablar con Los Andes sobre la corrupción, los cambios sociale

¿Hubiera vuelto a Mendoza después de la dictadura?

-Volví. En el ‘84 volví: tenía todavía la casa que era de mi padre, ahí estaban todos mis libros, que no quise llevarme a México. Me dije: “Bueno, volveré a la facultad de filosofía...”, pero todavía estaban todos los que los militares habían puesto. No me dieron ni el saludo, y eso que me presenté a concurso.

No se dio por vencido, y tres años después volvió a intentar y, al ver que “el clavo estaba duro” decidió “levantar ancla”, que es la expresión que le gusta usar para referirse a ese último desarraigo.

Pero no hay razón para nostalgias, no: “Hubo un filósofo griego que decía: ‘Yo no salgo de Grecia’. En cambio, yo digo: ‘Yo no salgo de mi patria, que es America Latina”, proclama orgulloso, con una voz terrosa y autóctona, que tantas geografías distintas todavía no logran desteñir.

Él es Enrique Dussel (81), el filósofo mendocino, latinoamericano y contemporáneo más leído en el mundo entero.

-¿Por qué México?

-Podría haberme ido a Estados Unidos como profesor, pero hubiera tomado a América Latina como objeto de estudio, y yo no quería eso.

En México, ya a la semana siguiente estaba con movimientos populares. Fue como si me hubiera ido a otra provincia de Argentina: me integré completamente a la realidad y no sufrí ninguna añoranza, porque me sentía en casa. “Los años que me quedaron fueron para sentirme sobreviviente”, dijo el día anterior ante 350 personas. “Eso no pesa, pero a uno lo hace responsable de muchas cosas”, ahora agrega.

-¿Usted se ha sentido responsable, entonces?

-De todo.

La vigencia latinoamericana

Así, con un pie en la academia y otro en el candente barro de los movimientos populares, Dussel fue dando forma a lo largo de cincuenta años a una obra extensa y compleja, que echa raíces en la filosofía  y en la teología.

Después de su última visita, a finales del 2012 (ya reconciliado con la facultad donde se formó), volvió a recalar en su provincia a principios de este mes. Esta vez con el motivo de dar un seminario de posgrado en la Maestría de Estudios Latinoamericanos  de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNCuyo). El tema fue “El método analéctico crítico en el paradigma de la Filosofía de la Liberación”.

Alumnos, profesores, referentes políticos y sociales y hasta algunos curiosos pudieron adentrarse en la espesa filosofía dusseliana, que desorbita el pensamiento eurocéntrico de quien la conoce (es decir, el de todos nosotros).

La visita fue breve, las actividades muchas y las arduas conferencias agotadoras. Sin embargo, esto no fue determinante para que pudiera hacerse una generosa grieta en la apretada agenda para dialogar con Cultura:

-¿Cuál es la indagación teórica de sus últimos libros?

-En mis clases, hace cuarenta años ya, estaba dado el punto de partida de lo que vine a presentar en este seminario. Ahí ya se había dado el punto de partida, pero esto es algo que ha cobrado fuerza en los últimos años, en los que he podido llegar a lo que llamaría una Política.

He hecho mucha reconstrucción histórica, antropológica, ética, y siempre sabía que tenía que terminar en la Política, pero la empecé casi después de mi “Ética de la liberación”, en el año 1998: hace apenas 20 años atrás.

Continúa: “Esto responde a una problemática que tiene como referentes a muchos rostros. En estos años he dado muchas vueltas: por todos los países europeos y latinoamericanos, por casi todos los estados norteamericanos, pero también África, también en Asia.

Entonces veo muchos rostros cuando estoy escribiendo, y los lectores se dan cuenta que les estoy hablando a ellos también.

-¿Cree que ahí está el motivo de que hoy por hoy usted sea uno de los filósofos más leídos del mundo?

-Ahora toco muchos resortes sobre una cuestión que por fin ha aparecido como una pregunta central, porque el asunto en el mundo intelectual y en la filosofía (pero lo mismo en la literatura, en la antropología y en todas las ciencias sociales) es quién pone las preguntas más acuciantes. Y da la casualidad de que es un grupo de latinoamericanos los que estamos planteando las preguntas más interesantes.

Se refiere a la vigencia que tienen actualmente los planteos que hizo la Filosofía de la Liberación cuarenta años atrás. Ese antiguo semillero, donde compartió inquietudes con otros mendocinos como Arturo Roig y Horacio Cerutti-Guldberg, ofrece hoy un nuevo derrotero de indagaciones, una alternativa, a la gastada filosofía europea.

El método analéctico, justamente, va a contrapelo del pensamiento totalizante europeo, encarnado en la clásica dialéctica hegeliana (que fue tomada y reformulada en la filosofía posterior marxiana). La analéctica de Dussel irrumpe y critica esta forma de pensar.

Por el contrario, busca ir más allá y encontrarse con un Otro, que se encuentra por fuera de la tesis-antitesis-síntesis y que se incorpora, asumiento una nueva subjetividad, un diálogo de igual a igual y, finalmente, lo que dará paso a un nuevo sistema.

Pero, para hacer carne la abstracción: el Otro son todos aquellos sujetos que tradicionalmente se han interpretado bajo el concepto de “oprimido”, son esa dudosa categoría de “tercer mundo”, la periferia, los pueblos originarios, las “minorías”.

Por esta filosofía potente y demoladora es que Dussel se ha convertido, en los últimos años, también en una suerte de referente teórico para los populismos latinoamericanos: sus libros fueron bandera de Hugo Chávez.

-¿Usted cree que en Latinoamérica se quiso dar ese paso analéctico a un nuevo sistema?

-Lo que pasa es que todavía estamos en ese proceso, que avanza y que retrocede. Aparecen gobiernos que se parecen mas al pueblo y hay otros que ya no se parecen para nada. José Martí decía que iba a llegar el momento de una segunda emancipación. La de 1810 fue la primera, y ahora viene la segunda...

-¿Cómo se presenta esta nueva emancipación?

-Ahora es la emancipación del centro, de Europa. Una ruptura que nos ha tenido como colonia mental, y también desde un punto de vista militar, económico, político…  Vemos que seguimos dependientes y no logramos competir, porque estamos en otro nivel. Estamos en el medio, y esto es un pensamiento que nos ayuda a transitar.

-¿Entonces, cómo interpretaría la retirada de los populismos y el ascenso de gobiernos considerados más de derecha?

-Es parte de un proceso de cambio. A finales del siglo XX surgieron, por primera vez en esta región, gobiernos progresistas, que ni siquiera son como los gobiernos nacionalistas de 1930 a 1954. Estos gobiernos tienen algunas ideas muy interesantes, y otras no tanto, porque fue la primera experiencia. Sucedió que entraron en un proceso entrópico, porque los sorprendió el poder y no lo habían ejercido antes.

-¿Y qué opina de la corrupción?

-El tema de la corrupción no es solamente un problema de propaganda. Es un problema de la subjetividad. Un militante que es un obrero sindicalista de pronto es elegido diputado: tiene cinco veces más de salario, ve que todos se visten de otra manera, se compra un traje mejor. Ya se empezó a corromper...

-¿Qué hacer con este problema, entonces?

-Ahora hay que formar una nueva generación de gente que no caiga en esos “retrocesos”. Es difícil la situación, sí, porque no es fácil reemplazar el sistema vigente, pero los militantes que se corrompen deben recibir su castigo.  Ahora es tiempo de cosechar una reflexión que permita tener una teoría mas seria, que tenga una disciplina mayor.

Hace una breve pausa y dice con palabras contundentes, como si hubiera llegado a una conclusión: “La historia es larga, no dura ni decenios: dura siglos. Quizás todos muramos antes de llegar de nuevo a un 1810”.

-¿Cómo describiría la situación política en México?

-Es de los únicos países en América Latina que no tuvo dictadura militar. Pero la fue realizando de una manera lenta y permanente. La persecución no fue tan brutal como en Chile o Argentina, pero vienen desde hace 70 años matando selectivamente periodistas, dirigentes...

Lo que pasa es que antes la corrupción era pequeña, era cuestión de apropiarse de los bienes del estado. Con la droga esto ha aumentado geométricamente.

Ficha

Egresó de la UNCuyo en 1957 y se doctoró en la Universidad Complutense de Madrid y La Sorbona de París. En 1973, ya de regreso en Mendoza, una bomba colocada en su casa por grupos de ultraderecha lo obliga a exiliarse en México, desde donde lleva su tarea docente en la UNAM desde 1975.

En paralelo a esta cátedra,  recorre los puntos más distantes del planeta y se sienta a discutir con los intelectuales más prestigiados. Es un referente de movimientos sociales y  de líderes políticos.

Por otro lado, las editoriales más referenciadas en el mundo académico no le son indiferentes: su último libro “Filosofías del Sur. Descolonización y Transmodernidad” fue editado el año pasado por Akal,y Trotta ya publicó los dos primeros tomos de su “Política de la liberación”.

Contrapesa: “También hay cada vez más reacción popular. Hay movimientos sociales, pero también problemas de organización y de formación de la subjetividad (para no caer en la corrupción). Y también hay un desprestigio de la teoría, pura praxis, pragmatismo”.

-¿Cuál es la función de la teoría en el vertiginoso mundo contemporáneo?

-Con el desprestigio de la teoría no se puede ir hacia adelante. Hay que tener una teoría muy articulada a lo real, no doctrinas abstractas, sino que se hayan elaborado desde la experiencia. En eso es que los intelectuales tenemos que jugar una función muy importante.

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