Robo y asesinato en una finca de Guaymallén

José Federico Álvarez fue hallado muerto esta mañana en la entrada de su finca de Colonia Molina con un balazo en la cabeza.

Robo y asesinato en una finca de Guaymallén
Robo y asesinato en una finca de Guaymallén

La señora que a veces le hacía la limpieza de la casa fue la que encontró el cadáver de José Federico Alvarez (70) tendido cerca de su casa con un tiro en la cabeza. El hombre estaba vestido pero descalzo y tirado a unos 20 metros de su casa en una finca ubicada en calle Sanz Peña y Tabanera del distrito Colonia Molina de Guaymallén.

Alvarez, a quien llamaban "Pepe", era chileno y vivía desde hacía muchos años en Mendoza y en esa finca. "Él vino de Chile con su esposa, exiliado de la dictadura de Pinochet", dijo un allegado.

El cuerpo estaba en una zona de la propiedad que alguna vez hizo las veces de caballerizas. "Pepe" habitaba ese predio en soledad, solo acompañado por sus tres perras. Era un hombre muy conocido en la zona; por eso su asesinato ha conmocionado a los lugareños.

"Le robaron el auto (un VW Gol color gris que aún no aparece) y su computadora portátil", contó uno de los pesquisas.

Pero de la vivienda propiamente dicha, curiosamente, el o los autores del hecho no tocaron un fajo de billetes que sumaban 3000 pesos, ni el equipo de música, ni el televisor que quedó prendido después del asesinato.

Inicialmente, los pesquisas creen que la muerte de "Pepe" ocurrió entre la una y las dos de la madrugada de ayer; conclusión que se deberá corroborar con los resultados de la necropsia.

Para los investigadores no se trata de un caso de robo, "o de un robo tan simple", según definieron, por más que los autores se hayan llevado el auto y los demás elementos.

El hecho es investigado por la fiscal de Homicidios Claudia Ríos, quien ayer se dedicó a tomar testimoniales y a apurar algunas pericias.

Allegados a la víctima lo definieron como un hombre "culto que disfrutaba de vivir en soledad y que no se metía con nadie. Hace unos años perdió una de sus manos en un accidente, por lo que su tarea en la finca se había visto menguada.

Como se dijo, vivía con tres perras. Una pequeña que ayer ya había sido entregada a una de sus hijas. Y dos más: una ovejero y otra labradora que seguían en la propiedad y que estuvieron atadas en el momento en que mataron a su amo. Ayer las dos perras, cada tanto, lanzaban aullidos; lo extrañaban.

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