Ya tiene comisario el pueblo

Carlos Salvador La Rosa - clarosa@losandes.com.ar

Podríamos definir al del gobernador Alfredo Cornejo como un discurso con mucha seguridad, definición que no tiene nada que ver con el estilo anímico de pronunciación del mismo sino con su contenido. Es que su eje central fue la cuestión de la seguridad pública. Como si Cornejo fuera hoy una extensión multiplicada por mil de quien antes fue ministro de Seguridad  y que sigue viendo allí el más grave problema de Mendoza.

Salvo el final, bien sentimental, lo demás fue una exposición menos apasionada que la que ofreció al asumir el cargo y aunque fue más larga de lo necesario, tampoco buscó apabullar hablando de todas y cada una de las áreas del Estado como nos tenían acostumbrados los gobernadores anteriores. Por el contrario, casi fue un catálogo de sus pocas pero grandes obsesiones: el problema fiscal, la ineficiencia estatal, la seguridad y la educación. Por sobre todo.

Desde que ganó la gobernación, durante el largo interregno hasta su asunción, Cornejo no se cansó de despotricar contra la herencia que iba a recibir.

Luego siguió insistiendo en el tema hasta que ayer pareció darle un punto casi final con alguna picardía: en vez de centrar la crítica en todo el justicialismo mendocino que gobernó los últimos ocho años, decidió ser más que contundente y lapidario sólo con el ex-gobernador Pérez: “Una gestión marcada por la indolencia, el despilfarro, el desprecio del futuro de los mendocinos, privilegio a pocos amigos del poder y atravesada por actos de corrupción o al menos desidia que es también corrupción”.

O sea, buscó cargar el total de las culpas en el “Paco”  y deslindar en la medida de lo posible la responsabilidad de los legisladores e intendentes peronistas a los que no se cansó de alabar o seducir.

No habló de grandes estrategias, o al menos definió una sola, grande y más bien restauradora: “Cambios estructurales para volver el Estado a su funcionamiento normal”.

Se intentó mostrar, entonces, como el gran ordenador. El que va a convocar a concursos estatales, a evaluaciones constantes, reducción de personal político, exigencia laboral. Orden y austeridad. Austeridad y orden. Las dos grandes consignas cornejistas se lo mire por donde se lo mire, que en estos cuatro meses le han comenzado a dar una nueva impronta al Estado mendocino. "Aunque no suene muy sexy, quiero por sobre todas las cosas ser el gobernador del orden" nos dijo cuando visitó Los Andes.

No fue confrontativo con los gremios como en su discurso inaugural. Incluso en el tema educación evitó las rispideces como referirse al divide aguas “ítem aula” y sólo se limitó a  asegurar su apoyo al docente como eje de la educación, incluso yendo a buscar a los chicos a sus casas si no van a la escuela. La crítica a los sindicalistas fue elíptica, salvo en los escraches.

A la oposición le dijo que la quería mucho aunque por ahora no la necesitara demasiado ya que el oficialismo tiene la mitad más uno de senadores y diputados. Pero igual les pidió tratar como políticas de Estado a la cuestión financiera y al tema de la inseguridad.

A los suyos también les dijo que los quería mucho, pero en un tono algo disimulado para los que no son especialistas en lenguaje político partidario, les manifestó que lo disculparan por no haber nombrado tanto correligionarios en el Estado como ellos esperaban, pero que por ahora todos deben hacer un sacrificio.

En cultura sólo dijo que iba a gastar menos y que se iba a ocupar de las pequeñas cosas del interior de la provincia en vez de los megaeventos. Como gran obra prometió un ecoparque en vez de un zoológico.

Con respecto a la Nación se mostró más como un socio que como un aliado, lo que no deja de ser una idea interesante que quizá le permita salir por arriba de esa dicotomía insoluble que sufren todos los gobernadores entre rebelarse contra la Nación aislándose o bien agachar la cabeza poniendo al “proyecto nacional” por sobre la provincia.

Todo lo demás fue seguridad, seguridad y seguridad. Reiteró que no quiere peleas con los jueces de la Suprema Corte menduca pero el anuncio principal de su discurso, la ley para fortalecer las prisiones preventivas, va en contra de las ideas que parecen tener la mayoría de los supremos. Por eso amablemente les dijo que como gobernador del orden, es también el gobernador de la seguridad y en ese tema el que manda es él. Sino marche preso. Y no se hable más.

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