Vamos, arruina mi día

Las opciones estratégicas estadounidenses en los países de Oriente Medio, para el autor, ya son anacrónicas. Con tono desalentador se pregunta la razón que lleva a los Estados Unidos a pelear por tercera vez -desde el 11 de setiembre- una guerra en nombre

Vamos, arruina mi día
Vamos, arruina mi día

Por Thomas L. Friedman Servicio de noticias The New York Times - © 2015

Como dice el dicho, “errar es humano, perdonar es divino”, a lo cual yo agregaría: “Ignorar” es incluso más humano, y los resultados rara vez son divinos. Ninguno de nosotros sería humano si no nos aferráramos ocasionalmente a grado tal a nuestros deseos que dejáramos de notar -o de plano, ignorar- los hechos sobre el terreno que se burlan descaradamente de nuestras esperanzas. Solo cuando la brecha se vuelve demasiado amplia para pasarla por alto es que la política cambia.

Es aquí hacia donde se dirige mucha de la estrategia estadounidense en últimas fechas en Oriente Medio. Consideremos las brechas con respecto a Irán, Israel e Irak. Estamos hablando de nuestras opciones en estos países con palabras que me suenan como si estuvieran 10 años atrasadas. Ay, no estamos lidiando ya con el Israel de nuestro abuelo, el Irán de su padre o el Irak que sus hijos o hijas fueron a liberar.

Empecemos con Israel. El primer ministro Benjamin Netanyahu y su partido Likud derrotaron bastante bien al líder del Partido del Trabajo, Isaac Herzog, en la contienda para formar el siguiente gobierno de Israel. Fue claro que Netanyahu logró un impresionante repunte de último momento desde las encuestas previas a las elecciones de la semana pasada.

Resulta difícil saber qué es más deprimente: que Netanyahu se dirigiera a la alcantarilla en los últimos días a fin de salvar su campaña, renunciando a su propio compromiso de una solución de dos estados con los palestinos y habiendo agitado la carnada de la raza ante israelíes judíos para que salgan a votar porque, dijo, demasiados israelíes árabes acudirían a las urnas, o el hecho de que esto pareciera funcionar.

Ciertamente, Netanyahu pudiera desdecirse mañana. Como escribió el columnista Nahúm Barnea en Yediot Ahronot: las promesas de Netanyahu son como algo “escrito en hielo en un día muy caluroso”. Sin embargo, el hecho es que prácticamente la mitad de Israel se identifica con los paranoides tropos religioso-nacionalistas, del tipo de todos están en nuestra contra que Netanyahu desplegó en esta campaña.

Eso, a la par del hecho de que alrededor de 350.000 colonos viven actualmente en Cisjordania, hace que sea difícil ver cómo puede seguir siendo posible una solución viable de dos estados, sin consideración al ganador.

Sin embargo, sería incorrecto achacarle todo esto a Netanyahu. La loca e inútil guerra de Gaza que Hamas comenzó el verano pasado, que llevó cohetes al extremo del principal aeropuerto internacional de Israel y el desdén de los palestinos hacia dos ofertas sobre dos estados, de anteriores primeros ministros de Israel (Ehud Barak y Ehud Olmert), acrecentaron la base de Netanyahu tanto como él lo hizo.

Con respecto a Irán, prevalece el supuesto entre detractores del enfoque del presidente Barack Obama para negociar los límites al programa nuclear de Irán que si Obama estuviera listo para imponer más sanciones, entonces los iraníes se plegarían. No solo la historia de los últimos 20 años se burla de esa noción. Es un hecho más simple: En el brutal Oriente Medio lo único que capta la atención de cualquiera es la amenaza de una fuerza capaz de derrocar a un régimen. Obama no tiene ese tipo de influencia sobre Irán.

Fue consumida en Afganistán e Irak, guerras que han dejado a nuestras fuerzas armadas y país tan exhaustos que el ex secretario de la Defensa Robert Gates dijo que cualquier secretario de la Defensa que aconseje de nuevo al presidente de que envíe un gran ejército terrestre de EEUU a Oriente Medio “debería hacerse revisar de la cabeza”. Si esas guerras hubieran tenido éxito, la población actual pudiera sentirse de otra manera.

Pero no fue así. En geopolítica, todo está en la influencia, y estamos negociando con Irán sin la influencia de una amenaza creíble de fuerza. Los ayatolás lo saben. Bajo esas circunstancias, estoy seguro de que el equipo de Obama intentará obtener el mejor trato que pueda. Sin embargo, un trato realmente bueno no está en el menú.

¿Ya arruiné su mañana? ¿No? Denme un par de párrafos más.

De acuerdo, así que aprendimos a vivir con Irán al borde de una bomba pero ¿no deberíamos al menos bombardear a Estado Islámico hasta reducirlo a cenizas y ayudar en la destrucción de esta amenaza que corta cabezas? Ahora bien, desprecio a ISIS tanto como cualquiera. Pero déjenme tan solo lanzar una pregunta diferente: ¿Deberíamos estar armando a ISIS? O permítanme preguntarlo de otra manera: ¿Por qué estamos, por tercera vez desde el 11 de setiembre, peleando una guerra en nombre de Irán?

En 2002 destruimos al principal enemigo sunita de Irán en Afganistán (el régimen talibán). En 2003 destruimos al principal enemigo sunita de Irán en el mundo árabe (Saddam Hussein). Pero, debido a que no logramos erigir un orden pluralista que se sostuviera solo, lo cual podría haber sido un perdurable contrapeso a Irán, creamos un vacío tanto en Irak como en el mundo de árabes sunitas en términos más amplios. Es por eso que los representantes de Teherán ahora dominan indirectamente cuatro capitales árabes: Beirut, Damasco, Saná y Bagdad.

ISIS, con todo lo horrible que es, surgió como la respuesta interna de árabes sunitas a esta aplastante derrota del arabismo sunita: mezclando viejos baazistas en pro de Saddam con una serie de ideólogos, desadaptados y buscadores de aventura de todo el mundo de musulmanes sunitas.

Obviamente, aborrezco a ISIS y no quiero verlo extenderse o tomando el control de Irak. Sencillamente saco a relucir esta cuestión retóricamente porque nadie más lo está haciendo: ¿Por qué está en nuestro interés destruir el último bastión sunita para una toma absoluta de control iraní de Irak? ¿Porque las milicias chiítas que encabezan ahora la lucha en contra de ISIS gobernarán mejor? ¿De verdad?

Si parece como si solo tuviéramos malas opciones en Oriente Medio hoy día y nada pareciera funcionar, hay una razón: porque el pasado es prólogo, y el pasado ha grabado tanto tejido cicatrizado en ese panorama que es difícil ver cualquier cosa saludable o hermosa creciendo de ahí en el futuro cercano. Lamento ser tan desalentador.

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