Una novela de aventuras que desborda de imaginación

La premiada escritora María Cristina Alonso escribe sobre la novela “El mar de los sueños equivocados”, del mendocino Fernando G. Toledo, ganador del Certamen Literario Vendimia en la sección Infanto Juvenil.

En “El mar de los sueños equivocados” (Ediciones Culturales de Mendoza), Fernando G. Toledo incursiona en el género fantástico para contarnos la historia de Apolo Niro, un adolescente que emprende un viaje por un mundo de pesadillas, en una novela destinada al público juvenil, ganadora del Certamen Literario Vendimia 2016.

Novela rica en reminiscencias literarias, pero a la vez desbordante de imaginación, con personajes que posibilitarán la identificación inmediata de los lectores jóvenes. Porque aquí la aventura domina el relato.

Es sabido que la aventura es la esencia de la ficción y ocurre cuando el azar –o el destino– se entromete en la vida diaria y produce cambios sustanciales. Esta historia narra un día en la vida de un chico como todos, pero que teme a dormirse de día. No sabremos las razones hasta el final, aunque ese miedo inaugura la aventura que lo transformará y lo pondrá cara a cara frente a sus temores.

Obedeciendo a las leyes del género, el protagonista es alguien que necesita crecer, pasar una frontera y, de ahí, iniciar el viaje por medio de una acción atravesada por la incertidumbre que, doblemente, paraliza y lo empuja hacia adelante. Y, como lo indica la sabiduría épica, nunca se peregrina en vano. El viaje siempre es una iniciación a un saber que antes no se tenía. Se pone a prueba la audacia, se experimenta el riesgo, el vértigo.

Recursos clásicos pero alejados de lugares comunes Toledo amalgama tópicos y situaciones para escribir esta historia en la que resuenan como homenajes los clásicos de la literatura de todos los tiempos. Como en “Soy leyenda”, de Richard Matherson, la historia se inicia con el protagonista que se ha dormido en pleno día y se despierta en un mundo desolado donde los humanos han desaparecido. Pero también, como en Alicia, de Lewis Caroll, el mundo en el que cae está lleno de situaciones inexplicables que Apolo asume sin sorpresa.

Una extraña niebla se devora las casas y las calles de la ciudad en la que Apolo se ha despertado e impulsa al protagonista a desplegar su ingenio y su capacidad de improvisación. Pero no está solo. El relato de aventuras pide un deuteragonista: no hay Quijote sin Sancho, como no habrá Apolo sin una compañera, Reb, una chica un tanto gótica que lanzará frases ingeniosas y aportará soluciones. Y una mascota, el coatí Nasua, que integrará este trío perdido en regiones de pesadilla.

Apolo deberá luchar, como un guerrero antiguo contra la raíz del miedo, y deberá identificarlo. Artemidoro de Daldis, un intérprete profesional de sueños que vivió en el siglo II d. C. aparecerá aquí como el Mentor, ese personaje que ayuda al héroe a enfrentarse con lo desconocido, a luchar con su dragón interior.

En consonancia con una escritura polisémica de obras cada vez más alejadas de los lugares comunes de la literatura para jóvenes, Toledo construye una ficción sobre los miedos que genera la culpa y cómo superarla.

Es sabido que todo texto literario funciona como un tejido o una red donde se cruzan y se ordenan enunciados que provienen de otros textos o discursos, todo texto evoca una relación con otros textos. La niebla que se va tragando el mundo que rodea al personaje evoca la Nada que engulle a Fantasía en “La historia interminable”, de Michel Ende. El mundo vacío recupera la atmósfera de algún cuento de “Crónicas Marcianas”, de Bradbury, y en el encierro de un personaje dentro de un sueño resuenan Borges, Calderón de la Barca o Rulfo.

Acción y reflexión predominan en esta novela que nos habla de los miedos que los humanos, a veces, no podemos identificar y que nos vienen de hechos traumáticos del pasado. Está narrada con el suficiente ritmo para no dejarnos respirar entre página y página. Imágenes que parecen salidas de los cuadros de Dalí o de Giorgio de Chirico, escenarios alucinantes como marco para esta historia en la que un joven recorre las frágiles capas de lo onírico con miedo y ansiedad porque, quizá como escribe Shakespeare en La tempestad, “estamos hechos de la misma materia de los sueños y nuestra breve vida cierra su círculo con otro sueño”.

Con seguridad, El mar de los sueños equivocados suscitará en los jóvenes lectores debates sobre la manera en que la realidad puede ser modificada por los sueños. Y también sobre cuánta verdad hay hasta en las más disparatas imágenes que surgen cuando cerramos los ojos.

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