Una mujer que me gustó

I

Nos cruzamos en las casualidades de un día. No puedo ocultar que genera un interrogante ante mí, solo preguntas surgen. Algo me despierta. Me apasiona su presencia, la mirada precisa, la generosidad de una sonrisa que es para todos por igual, su belleza distintiva. La imagino como esas mujeres con las que uno puede sentarse y hablar largas horas, donde las temáticas varían desde lo concreto hasta las variables abstractas del universo. Sé que le gusta el vino aunque dudo que podamos compartir uno a solas, en una terraza o en un bar de luz tenue.

Nos vemos seguido y nos saludamos gentilmente. Sé que nos apasionan cosas similares y que tenemos planes no muy lejanos entre sí. No he tenido el atrevimiento de preguntarle de más. A veces quisiera cortar el tiempo, pedirle unos minutos, que me saque las dudas que mi imaginación genera sobre ella.

Llega un momento en que dejamos de lado las proyecciones de nuestra mente y nos gusta construir a las personas en base a los que nos ofrecen en el día a día, cuando les hablamos de frente.

Me acuerdo de ella cuando llega la noche, ahí donde el insomnio me obliga estas letras. Me pregunto qué sería si extiendo una invitación hacia su persona, a sentarnos en una misma mesa, con una misma botella que nos acompañe, bajo una misma sombra que nos revele los secretos de una noche.

II

Cuando camino no hay calle donde no te busque. Donde doblan las esquinas, a veces desiertas, de un Dorrego que ya no me conoce, espero cruzarte.

He conocido vagas verdades, todas subjetivas, ninguna respuesta. Conocí montañas perdidas, buscando atardeceres imposibles, la altura de los acantilados, bosques de literatura. Puedo decir que no ha sido una efímera casualidad conocernos. Ahí, sentada, mientras pienso esto que escribo, podría recrear los puentes de Praga, los lagos de la Isla Sur, recorrer los senderos de Alexandra, releer en un instante una poesía de Borges.

Las iniciales de tu nombre concuerdan con tu esencia. Será que tu perfección es una elección mía, que no te pertenece pero que puedo regalarte. Podría seguir,buscando un lugar, de esos que siempre he buscado desde chico, cuando ante los libros me imaginaba tirado en plazas distantes en países lejanos.

Todo es posible si es que la imaginación me lo permite. Buscando la belleza en una sombra perfecta, el reflejo de un sol que se deja entrever entre las hojas de los árboles. Te imagino sin saberte, porque de eso se tratan las proyecciones estériles del amor de un hombre.

Tengo la potestad de enumerar indefinidas cualidades, justificar cada letra, enfrentar a cualquier detractor de esta Mendoza que te discuta.

No atreverme, la peor de mis infamias.

III

¿Cómo podría atreverme a describir a una mujer de la cual no conozco más que su mirada, algunos gestos y la presencia de su voz?

No suelo empezar con preguntas, pero algunas incertidumbres me invaden en esta noche de luna en un Dorrego de sirenas y calles rotas. ¿Cómo serán sus ideas? ¿Le gustará dialogar sobre el tiempo? ¿Cuántos habrán defraudado su confianza?

Si leyera estas especulaciones dudo que quiera responder. Yo le ofrecería un vino, una mesa con un mantel, una conversación, algunas historias, confesaría mis pasiones. Le negaría sin argumentos que me amparen, que estas letras casuales llevan su nombre.

En el misterio se esconde el secreto de la atracción.

IV

Si me preguntaras, en el caso de que lo hagas, en un bar o en una noche no tan fría en una plaza, te diría, sin demasiados preámbulos, que no me quedaron más opciones. No las tuve. Hablaste y me quedé sin variables, sin caminos para elegir, sin escapes. Me gusta escapar, pero esta vez no pude, estoy atrapado en los laberintos de una perfección que debo desmentir, de una belleza que reaparece cuando estoy solo. Mientras te miro, imagino una conversación, donde pueda contarte lo que no puedo decir ahora.

Difícil es viajar solo, recordando lugares y personas, deseando una vuelta que nunca será la imaginada. Difícil es volver, encontrarse con la vida que uno ha sido, con los errores a cuestas que esperan una pronta resolución, que presionan desde atrás y se cargan en la mochila. Pero cruzamos unas palabras, sencillas, nada complejo, un par de preguntas, intercambiamos experiencias, me contaste cosas, te escuché, te dije hacia donde quiero ir.

En el amor no existen fórmulas. Solo puedo inventar ciudades, que quieras conocer. Te ofrezco una casa, un parque no tan lejano, una serie infinita de montañas de fondo que parezcan no tener fin, que en donde terminen nazca el mar. Un río, una luna que se refleje en el agua. Un lago, extenso, con olas agitadas por un viento continuo. Un bosque donde correr cuando el sol de la siesta queme sin piedad. Un desierto y un oasis donde dibujar un jardín. Puedo ofrecerte esa ciudad y también cualquier viaje. No tendré la potestad para apartarte del sufrir de la vida, de las presiones materiales de un mundo superficial, ni de las infames traiciones. Tampoco podremos evitar el tiempo y sus dudas.

Escuché tus historias y las bondades de los lugares que has visitado. Por eso inventé un mundo, cuando te canses de parajes solitarios y bosques sin rumores ni lluvia.

Si me preguntaras una vez más, te invitaría a recorrer una ruta sin carteles de retorno.

V

Las ventanas saben de miradas que las cruzan, buscando las huellas de la llovizna ininterrumpida, las melancolías de calles de transeúntes vacíos. Lo saben también tus libros, abiertos ante tus ojos, afortunadas letras que son leídas por vos en la noche, antes de dormir.

Mientras busco las respuestas para definir el camino a seguir, estás ahí leyendo, buscando alguna canción cuando dejás la novela sobre la mesa de luz. De vez en cuando, te escondés en el amparo de un cigarrillo, para jugar con el humo, sintiéndote en una de esas películas que te gustaron hace mucho tiempo.

No somos protagonistas de un cuento de Cortázar, pero me gustan tus verdades. Me basta la evidencia de unas palabras que intercambiamos un miércoles no tan frío, donde descubrí que no necesito mirarte, sino más bien escuchar tus contenidos y la forma en que unís las oraciones cuando contás los pormenores de tu existencia, para poder construirte tal cual sos.

No conocés de límites mirando hacia el horizonte. Te encantan las rutas, los viajes, los paisajes de tus propias fotografías y las listas infinitas de las canciones que te gustan. No sabés responder sin una sonrisa.

Hay una ciudad que nos ha encontrado.

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