#LosAndes133: una Mendoza sin dueños

Desde que nació, hace 133 años, Los Andes tuvo la vocación de convertirse en un punto de encuentro en el cual todos los mendocinos pudieran ocuparse de la Mendoza que queremos.

Mendoza es un pueblo que viene transitando siglos enfrentando adversidades, construyendo tradiciones, luchando contra sus propios errores y vicios y soñando con lo que quisiéramos que fuese la comunidad en la que viviremos tratando de ser felices. Mendoza no es una abstracción intelectual y geográfica.

Desde que nació, hace 133 años, Los Andes tuvo la vocación de convertirse en un punto de encuentro en el cual todos los mendocinos pudieran ocuparse de la Mendoza que queremos.

Hoy, honrando esa vocación fundacional, al celebrar un nuevo aniversario, proponemos a nuestros lectores y audiencias detenernos unos minutos a pensar en esa Mendoza que queremos, haciéndolo de una manera explícita, casi como si fuese un juego.

Pensar a Mendoza de esa forma, es un ejercicio habitual y cotidiano para los periodistas, cuando cuentan historias de lo que aquí sucede.

También lo es para Los Andes cuando comparte su particular punto de vista respecto de aquellos hechos que son trascendentes para la vida institucional y colectiva o cuando reflexiona sobre acontecimientos que son en apariencia menores, pero en realidad resultan síntomas de causas más profundas e importantes.

Quisiéramos que las voces que hemos reunido en esta edición especial, se convirtieran en una invitación a soñar, a mirar hacia adelante y a luchar, al menos con un modesto acto o gesto, por lo que queremos que sea Mendoza, antes que quedarnos en el lamento por lo que, como sociedad, aún no hemos podido ser.

Muchos padres miran alrededor con desaliento y están convencidos de que lo mejor es que los pibes prueben afuera.

Hablar de la Mendoza que queremos es, naturalmente, un modo de quererla. La lista de todo aquello que deseamos para Mendoza es interminable y Los Andes lo ha expresado en sus páginas de una u otra forma a lo largo de su centenaria existencia, reflejando del modo más fiel y plural posible el pensamiento del conjunto de los mendocinos.

Sin embargo, la tentación es irresistible y no puedo evitar pensar en nuestros niños y jóvenes, y en esta patria chica que les vamos dejando en la que quisiera una educación formidable para todos.

Sólo a partir de un pueblo educado vendrá la libertad, una justicia honorable, el crecimiento económico, el desarrollo personal, una sociedad sin dueños, con menos mafiosos, con menos corrupción, integrada en la conciencia colectiva de un destino compartido.

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