Un presidente con tacos

Un presidente con tacos
Un presidente con tacos

Avellaneda nació en Tucumán el 3 de octubre de 1837. Su padre, Marco Avellaneda, fue degollado por oponerse a Rosas el mismo día que Nicolás cumplió cuatro años, siendo su cabeza expuesta durante un tiempo en la plaza Independencia de Tucumán.

A los Avellaneda no les quedó otro camino que el exilio. En 1850 regresaron a Tucumán y Nicolás se trasladó a Córdoba, donde estudió abogacía, para terminar radicándose en Buenos Aires. En la Capital se desempeñó como periodista y se doctoró en leyes. A partir de 1860 comenzó a dar sus primeros pasos en política ocupando una banca como legislador bonaerense. Seis años más tarde Adolfo Alsina (por entonces gobernador de Buenos Aires) lo nombró ministro de Gobierno, cargo al que renunciaría para aceptar el Ministerio de Culto e Instrucción Pública en la presidencia de Sarmiento y desde este escenario fue por la Presidencia. Sin embargo, durante el periodo previo a las elecciones decidió renunciar al ministerio para no contar con ventajas sobre el resto.

Aun así, Avellaneda llegó a la Presidencia gracias al fraude electoral implementado por Sarmiento, herramienta utilizada antes por Mitre para alcanzar el mismo fin. La brillante jugada del "padre del aula" dejó a Don Bartolo sin su segunda presidencia, lo que lo enfureció y llevó a protagonizar una revolución contra el gobierno, incitando a la desobediencia civil a través de los diarios.  
En medio de la revolución asumió Nicolás, con sólo 38 años, en aquel acto organizado por Sarmiento no faltaron sus palabras: "… Sois el primer presidente que no sabe disparar una pistola (…) entonces habéis debido incurrir en el desprecio soberano de los que han manejado armas para elevarse con ellas y hacerse los árbitros del destino de su Patria…".

Tras acabar con la sublevación mitrista, se perdonó a Mitre y todo volvió a su curso.

Pero, ¿cómo era Avellaneda?, este hombre al que la historia suele dedicar pocas páginas y los argentinos ignoran en general. Lo primero que debemos decir es que se trataba de un ser sumamente culto, amante de la literatura y dueño de una prosa casi poética. La pasión por las letras lo llevó en ocasiones a transformar las reuniones de gabinete en charlas literarias.

En su vida cotidiana reinaba el caos, por ejemplo, nunca soportó pasar mucho tiempo sentado a la mesa al punto que solía comer de pie. Jamás llevaba dinero en los bolsillos y era sumamente distraído.

El periódico "El Nacional" se mofaba de él utilizando siempre diminutivos, haciendo eco de una broma bastante generalizada sobre la estatura del Presidente. Según Groussac se lo denominaba "chingolo" o bien "taquito",  a lo que añade B.J. Moreno: "…tuvo Avellaneda la costumbre de agregar a su calzado tacos excesivos, que descomponían la línea correcta de su cuerpo, dándole una inclinación forzada, y obligándole a mesurar su marcha…" y remata Th. T. MacGann: "… aparecía así como alguien casi femenino en una sociedad que consideraba la virilidad como un galardón…". Lo cierto es que, contradiciendo estas afirmaciones, Avellaneda dio muestras de su virilidad engendrando 12 hijos junto a su esposa Carmen Nóbrega

Pocos años después de dejar la Presidencia se trasladó a París, buscando cura para la nefritis. Pero comenzó a sentir que su fin se acercaba y decidió volver.

Avellaneda falleció en altamar muy cerca de Argentina, en noviembre de 1885, a los 48 años. 
Aquella mañana, luego de recibir la extremaunción, apoyó su cabeza sobre el hombro de Carmen y murió de la misma forma en la que había vivido: como un poeta.

Sobre la autora

Luciana Sabina, docente, finalizando estudios del Profesorado de Historia en la Universidad Nacional de Cuyo. Autora del blog de Historia http://kalipolis.wordpress.com/ Conocida en twitter como @kalipolis con 23.000 seguidores de todo el país.

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