Un hacha le cortó la mano a Maradona y los dientes a Luis Suárez

La sanción moral a Diego y al uruguayo se reavivó ahora con el gol de Lamela y la prohibición de jugar la Copa América, respectivamente.

Un hacha le cortó la mano a Maradona y los dientes a Luis Suárez
Un hacha le cortó la mano a Maradona y los dientes a Luis Suárez

Fabián Galdi - fgaldi@losandes.com.ar

El episodio reciente, ocurrido este sábado pasado, tras el gol convertido con la mano por Erik Lamela para el Tottenham ante el Southhampton, por la liga inglesa, reactualiza el debate alrededor de si la impericia, la picardía, la mala fe o un gesto involuntario animó al jugador argentino a utilizar su extremidad con el fin de sacar ventaja. El marco, encima, fue el de la Premier League, casi tres décadas después del golpe al orgullo británico recibido en el Estadio Azteca por obra de Diego Maradona, en aquella acción inmortalizada como "La Mano de Dios".

Si de este lado del planeta se supone – erróneamente – que en el viejo continente este tipo de hechos se agotan en una anécdota temporaria, vale aclarar que recién durante el Mundial Corea-Japón, en 2002, comenzó a cicatrizar la herida abierta en México'86 luego del 1-0 en Sapporo, tras un penal convertido por David Beckham y celebrado como si hubiera sido en una hipotética final en vez de un juego por la primera fase.

La propia prensa británica había comentado a los enviados especiales argentinos que cuando se conoció en el sorteo (fines de 2001) que las dos selecciones debían volver a enfrentarse luego de las victorias albicelestes en 1986 y en Francia'98, el propio entrenador sueco, Sven Goran Erikkson, había recomendado a la dirigencia inglesa que se debía contratar un psicólogo por cada jugador para ir recuperando la autoestima a la hora de medirse contra los dirigidos – en ese entonces – por Marcelo Bielsa.

Además, también se había generado otra situación colateral humillante: cada vez que un equipo representante del fútbol inglés – clubes o Selección – debía jugar en otros puntos del Reino Unido, tales como Escocia, Gales o Irlanda, los aficionados de estos países solían gritar "Hand of God" acompañando el canto visceral mostrando en alto su puño derecho, igual al que utilizó Maradona contra Peter Shilton, un arquero 15 centímetros más alto.

Diego sigue estando en el ojo de la tormenta desde aquella vez. Y lo es a pesar de haber sido - en ese mismo partido - el protagonista del mejor gol de la historia de los mundiales, con su ya legendaria carrera en diez segundos para dejar a media formación inglesa en su camino hacia la segunda y maravillosa joyita futbolística del 2-1 en cuartos de final de la Copa del Mundo, finalmente conquistada.

No sólo Maradona marcó tantos con la mano, pero sí es el gran referente para la opinión pública globalizada, como si su brillante trayectoria como futbolista se hubiera agotado en aquél hecho. Otros jugadores de renombre hicieron lo mismo, tales los casos del inglés Paul Scholes en el duelo entre Manchester United y Barcelona, en las semifinales de la Champions League 2007/2008; del español Raúl González, jugando para el Real Madrid contra el Leeds United británico también en la Liga de Campeones de Europa, en 2001; y del francés Thierry Henry en la eliminatoria mundialista para Sudáfrica 2010,  frente a Irlanda. Por caso, a Lionel Messi le pasó lo mismo en el derbi catalán contra el Espanyol, en 2007. Sin embargo, el centro de la crítica despiadada sólo recae en Diego.

Hoy día, la sucesión de goles de Luis Suárez en el Barça produjo un efecto rebote en el que el propio delantero uruguayo volvió a estar en la telaraña de la polémica. El atacante, en declaraciones a la prensa de su país – la semana anterior – se lamentó por no poder representar a la "Celeste" durante la próxima Copa América, debido a que la sanción de la FIFA por el mordisco al italiano Giorgio Chiellini en la pasada Copa del Mundo, en Brasil, le impedirá estar presente en el torneo a disputarse en Chile a partir de junio próximo.

La sanción moral pareciera condenar tanto a Maradona como a Suárez a encarnarse en el “Mito de Sísifo”, a quien, en la mitología griega, se lo condenó a un castigo eterno: llevar una piedra hasta la cumbre de una montaña, y antes de llegar, quedarse observando cómo la carga volvía a rodar hacia abajo, repitiéndose el proceso una y otra vez. En clave metafórica, como si un hacha hubiera cortado de un golpe la mano de Diego y los dientes de Luis.

Los nueve partidos de suspensión más la inhabilitación por cuatro meses y los 82.000 euros de multa al hoy atacante blaugrana fueron la resultante de un acuerdo anterior a la toma de decisiones del Comité de Disciplina de la FIFA.

Lo lógico y esperable era proceder dentro del marco regulatorio, pero también queda la duda con respecto a cuáles son los parámetros para medir el grado de las infracciones: una falta descalificadora sobre el adversario - puntapié, codazo, cabezazo o plancha, por ejemplo - tiene generalmente una sanción no mayor a un partido de suspensión, como mucho a dos si es que está agravada por la figura de violencia desmedida u hostigamiento verbal.

Hubo antecedentes de peso en mundiales que así lo certifican. El más notorio fue el de Zinedine Zidane al italiano Marco Materazzi en la final del Mundial 2006. Al francés lo penaron sólo con tres meses de suspensión cuando ya no había nada en juego y le mantuvieron el premio al mejor jugador de Alemania 2006.

Al igual que en el caso de Maradona con  la mano, el fútbol internacional de alta competencia reagistra al menos una docena de hechos semejantes, entre los cuales pueden destacarse los del arquero alemán Oliver Kahn (Bayern Munich) contra Heiko Herrlich (Borussia Dortmund) en 1999, el del atacante inglés Jermaine Defoe (Tottenham) a Javier Mascherano (Liverpool) en 2006 y el más reciente del venezolano Juan Arango (Tijuana) contra Jesús Zavala (Monterrey). En las tres situaciones, hubo tolerancia con los infractores y los castigos fueron más cercanos a una reprimenda que a una sanción contundente.

A Suárez, los antecedentes no lo ayudan. En 2012, sufrió una sanción de diez partidos por morder en el brazo a Branislav Ivanovic en un juego entre Liverpool y Chelsea. Previamente, cuando formaba parte del Ajax, recibió una pena de siete juegos por un mordisco a Ottman Bakal, del Psv Eindhoven. Además, también fue protagonista de un incidente con el francés Patrice Evra, del Manchester United, quien lo acusó de haber recibido insultos de tono racista.

Igual, parecieron adecuadas las palabras del DT uruguayo Oscar Washington Tabárez cuando en Brasil renunció a su puesto en la Comisión de Estrategia de la FIFA, ya que varios de sus colegas tomaron parte de la sanción al futbolista. "No se discute ese poder, pero eso no significa aceptar el uso indiscriminado del poder", dijo.

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