Un diario de viaje hecho de canciones

A lo largo de cuatro decenas de temas grabados en vivo, Andrés Calamaro recorre buena parte de su historia en sus discos "Pura sangre" y "Jamón del medio".

Un diario de viaje hecho de canciones
Un diario de viaje hecho de canciones

Si de haber recorrido caminos se trata, Andrés Calamaro la sabe larga. A lo largo del tiempo, Andrés, el Salmón, el de Los Abuelos, el Rodríguez, el taurómaco, los anduvo si no todos, muchos.

De a uno o de a varios a la vez, transitó -o al menos cruzó- los de las mieles del éxito y los de la Camboya propia más profunda; los de la crucifixión mediática y los de la incontinencia tuitera; los del amor a puertas abiertas y los del desamor en carne viva; los de la lengua popular y los del ostracismo radical.

Algo -mucho- de todo eso hay en el tándem “Pura sangre” - “Jamón del medio”, lanzados a la calle al mismo tiempo, como partes inseparables -aunque se trate de dos álbumes independientes- de un relato que atraviesa épocas y fronteras, de hoy y de entonces, con cuatro decenas de canciones como medio.

Aeropuertos, estadios, ciudades, hoteles y escenarios, sobre todo escenarios, en el DVD del primero. Ahí donde durante 27 temas, la edición juega con la infinita cantidad de muy buenas imágenes que registran el paso de la gira Bohemio 2013 por Mendoza, Santiago de Chile, Córdoba, Bogotá, Lima, México, haciendo base en el Hipódromo de Palermo, un año atrás.

Raid al que se suman Neuquén, Villa María y Rosario, en el CD, con otros 14 capítulos, completa el “Pura sangre” de un Calamaro que anda y desanda su trayectoria solista al mando de una banda impecable, formada por Baltasar Commotto y Julián Kanevsky en guitarras, Germán Wiedemer en piano y teclados, Mariano Domínguez en bajo y Sergio Verdinelli en batería.

“Mi enfermedad”, “Crímenes perfectos”, “Cuando no estás”, “Output Input”, “Maradona”, “Canal 69”, “Estadio Azteca”, “El salmón”, “Flaca”, “Paloma”, “Los chicos”.

Botón de muestra del DVD en el que los asincronismos de imagen y voz, los blancos y negros de los backstages, los coros de esos miles que acompañan al bohemio en su carrera, que parecen no cumplir años, se alternan con un Calamaro que le hace honor a un repertorio que resistió hasta sus propios embates.

Repertorio que, en sus 16 tracks, “Jamón del medio” repite en buena medida -“Los aviones”, “Donde manda marinero” marcan la diferencia-, aunque con unos cuantos meses más de rodaje de por medio, saludablemente reflejados en algunas variaciones con respecto a las versiones de “Pura sangre”, y en esa zapada que es el tema que le da título al disco.

Canciones probadas y aprobadas, un respaldo musical como posiblemente Calamaro nunca haya tenido, por odiosas que sean las comparaciones, un presente en el que el centro está puesto en la potencia y la elegancia de la canción más que en cualquier tipo de manifiesto. Con todo a favor, lejos de ser más de lo mismo, “Pura sangre” y “Jamón del medio” son, muy probablemente, el mejor autorretrato vivo que el cantante haya pintado hasta hoy.

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