Un año para recordar

El año 2014 estuvo lleno de sorpresas, cambios de estrategias, alteración de variables internacionales y errores en la gestión del gobierno. Un repaso por lo que pasó en la economía para tratar de aprender de los errores.

Un año para recordar
Un año para recordar

Aunque después de ver los números que está dejando 2014 muchos creen que es un año para olvidar, yo creo que es un año para recordar, porque solo se aprende reconociendo los errores. No se trata de ser negativo, sino de entender en qué nos equivocamos para no volver a cometer las mismas fallas.

El año había comenzado con el debut de un nuevo presidente del Banco Central, Juan Carlos Fábrega, un hombre de carrera en el Banco Nación, de confianza del matrimonio Kirchner y respetado en el medio financiero.

Era el perfil ideal para reemplazar a Mercedes Marcó del Pont, una heterodoxa que había generado varios problemas y que no podía controlar la suba del dólar paralelo.


Un comienzo con devaluación
En los primeros días de enero, el Banco Central dejó que el valor del dólar oficial se deslizara más rápido de lo que acostumbraba.

Así, en una semana, había pasado de $ 6,50 a $8,50 y aunque esta medida podría haber generado tanta confianza como la asunción de Fábrega, la decisión desató una pelea muy fuerte con el ministro Kicillof, que hasta ese momento resolvía Cristina a favor del banquero.

Con la devaluación, Fábrega quería poner un freno a las importaciones que le sacaban muchos dólares, a pesar del cepo. Además, el dólar barato estimulaba los viajes y gastos en el exterior con tarjetas, así como la compra de bienes importados como autos y electrodomésticos. Era un subsidio claro que no llegaba a los sectores más humildes.

Pero el mercado hizo otra lectura. Los operadores creyeron que la devaluación debía ser mayor y por eso apostaron, vía el mercado paralelo y las opciones del mercado bursátiles, presionando al alza el precio de la moneda norteamericana.

El problema era la persistencia del ritmo inflacionario que todos suponían terminaría consumiendo rápidamente la ventaja de la devaluación. Además, como la emisión monetaria seguía creciendo, había mucha moneda disponible. Kicillof no quería aumentar las tasas de interés, hasta que el presidente del BCRA hizo valer sus argumentos y la tasa subió a más del 25%.

La consecuencia era lógica. La economía se hizo más lenta, aumentó el costo del crédito para empresas y particulares, mientras el nivel de actividad mostraba una retracción importante en el sector industrial (sobre todo el automotriz).

La conclusión era que, si bien la devaluación era conveniente para corregir desvíos, se debió haber implementado antes una serie de medidas que dieran claros signos de que el gobierno se empeñaba en bajar la inflación.

Pero la señal era contraria y por ello nadie creyó en las ventajas de la operación y le comenzaron a pegar a Fábrega cuando, en realidad, la responsabilidad era de Kicillof y la Presidenta.


Los buitres se comieron los pagos
El gobierno había comenzado el año convencido acerca de la necesidad de cerrar los frentes abiertos con deudas en el exterior con el objeto de poder salir a tomar deuda en los mercados internacionales.

Así, se arregló con Repsol por una suma que ni los mismos españoles soñaban. Lo mismo ocurrió con el Club de París, mientras se terminaban los juicios pendientes en el Ciadi.

Todo parecía encaminado a recuperar reservas para hacer frente a los pagos de deuda del año. Pero a fines de Junio la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos confirmaba una sentencia del Juez de Nueva York, Thomas Griesa, que había condenado al país a pagar a un grupo de bonistas que no habían entrado al canje el valor total de los bonos en su poder sin ninguna quita.

El gobierno resistió la sentencia y decidió depositar los pagos y el juez ordenó al Banco no pagar. El magistrado se encontró con el problema y es que los fondos se depositan en un fideicomiso a nombre de los titulares de los bonos. O sea que el Juez no podía embargar los fondos porque no estaban en cuentas de Argentina sino de los bonistas.

Mientras se siguen repartiendo discursos, no hubo avances en las negociaciones argumentando que hay una cláusula (RUFO en inglés) por la cual habría que trasladar a todos los bonistas cualquier mejora que se conceda a algún grupo.

Pero esta cláusula vence el 31 de diciembre y muchos tienen la esperanza  de que Argentina empiece a negociar para poder acudir a los mercados. Todo parece indicar que Cristina y Kicillof se sienten cómodos en esta situación y esperan poder patear todo para que el próximo gobierno deba sufrir el desgaste político.

Hace dos meses, y a raíz de una intervención de Fábrega, a pedido de la Presidenta para que un grupo de empresarios negociara con los buitres, Kicillof presionó hasta desplazarlo, siendo reemplazado por Alejandro Vanoli, quien tomó una serie de medidas represivas y otras monetarias.

Por las primeras se clausuraron cuevas, se sumariaron casas de bolsas y se sancionó a muchos operadores, en conjunto con la AFIP. Por las restantes, se dispuso una nueva suba de la tasa de interés y se fue sacando circulante por varias operatorias.

Además, la recesión ha generado menos consumo y caída de la inflación, lo que desanima las operatorias, además de las declaraciones permanentes desalentando a los que esperan una devaluación grande.

Mientras, el gobierno sigue teniendo un gran déficit, no se ajustan las tarifas para bajar subsidios y se financian con el Banco Central y la Anses. En el último tiempo, el gobierno salió a endeudarse en el mercado interno emitiendo bonos, claro que solo pudo hacerlo a un año.


Nuevos índices y nuevas dudas
El año 2014 se destacó por el debut de un nuevo índice de precios al consumidor que ahora es nacional y no toma solo a la ciudad de Buenos Aires. Los tres primeros meses los índices coincidían bastante con los privados, pero luego se comenzaron a alejar.

Así y todo, el índice oficial terminará con una inflación del 25%, que es la tercera más alta del mundo. Mientras el gobierno se pelea con las mediciones privadas (algunas superan el 40%), no atina a dar explicaciones acerca de la inflación. Ahora solo la reconoce, pero le endilga la responsabilidad a los privados.


El problema internacional
Cuando comenzó el año, la soja todavía estaba por encima de los 500 dólares la tonelada, mientras que el petróleo se mantenía cerca de los 100 dólares.

Durante el año, la menor demanda de China, el aumento de la producción, la suba del precio del dólar en los mercados internacionales hicieron caer el precio de las materias primas. Hoy la soja está en 350 dólares la tonelada y su futuro depende la producción y de la reactivación que pueda experimentar la economía china.

Para Argentina es un problema porque ingresan menos dólares pero, además, generan menos retenciones para el gobierno y menos recursos que van a las provincias por el Fondo Solidario.

El consuelo viene por el lado del petróleo, porque el crudo comenzó a caer por la mayor oferta de Estados Unidos, que dejó de importarle hizo que el valor cayera a niveles por debajo de 60 dólares.

El problema está dado en el mercado interno. El titular de YPF, Miguel Galuccio, no quiere que internamente baje de 80 dólares, pero el ministro Kicillof cree que si se mantiene en los niveles actuales hay que bajarlo para que disminuya el precio de los combustibles, a lo que el titular de la petrolera estatal le dice que si quiere que bajen deberán bajar los impuestos, que representan alrededor del 60% del precio al público.

Todo esto que pasa lo vinimos anticipando porque se veía venir. Es una lástima que normalmente los hechos sorprendan a los funcionarios y tengan que salir, siempre, a apagar incendios.

Por Rodolfo Cavagnaro - Especial para Los Andes - cavagnaro@arlinkbbt.com.ar

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