Triste final de Capitanich

De cómo Jorge Capitanich resultó un estrepitoso fracaso en su paso por el gabinete nacional al privilegiar la obsecuencia por sobre la coherencia.

Por Alfredo Leuco - Periodista

Jorge Capitanich vuelve vencido a la casita de sus viejos. Cristina le sacó tarjeta roja y el jefe de Gabinete regresa al Chaco para intentar ser intendente de Resistencia después de haber incinerado sus sueños presidenciales en el altar de los Kirchner.

Dilapidó todo su capital político porque expuso ante la opinión pública menos autonomía que Chirolita, el muñeco de Chasman, aquel recordado ventrílocuo. La palabra ventrílocuo no tiene sinónimo, pero según el diccionario significa “persona capaz de hablar sin mover la boca ni los labios, como si la voz saliera del vientre”.

Coqui se transformó en un muñeco hablado por Cristina. Es interesante analizar lo que pasó con Capitanich, cómo fue la parábola de su decadencia. Tal vez explique en parte la ausencia de un heredero confiable como candidato a presidente en el kirchnerismo más ortodoxo. Los que tienen votos no tienen el afecto ni el apoyo de la guardia pretoriana de la Presidenta.

Los que cuentan con la simpatía de Cristina capitana no acusan peso en la balanza de los votos. Es que, por lo general, la gente valora a aquellos que demuestran tener personalidad, independencia y coraje para expresar su propia mirada de las cosas. No fue el caso de Capitanich.

Y no es el caso de ningún integrante del gabinete. A esta altura Cristina valora cien veces mas la lealtad y la subordinación que los méritos o la capacidad de los dirigentes.

Por eso el gabinete es cada vez menos de lo mismo. Por eso la Presidenta se repliega hacia lo conocido y se refugia en lo más fanático de su tropa. La prueba está en que Capitanich fue reemplazado por Aníbal Fernández, otro soldado verticalista aunque con más arrabal y astucia. Y Aníbal le dejó su lugar a Eduardo “Wado” de Pedro, la materia gris de La Cámpora.

Cristina ahora es muy coherente entre lo que dice y lo que hace. Tomó la decisión de resistir con los leales y apostar al sectarismo dogmático que tiene como lema “pocos pero buenos”. Ya lo había anticipado el intendente Patricio Mussi cuando hizo de telonero de la cadena nacional de Cristina.

No quieren infiltrados y prefieren perder con los propios que ganar con los traidores. No quedó claro quiénes eran los infiltrados. Pero yo me pregunté, como tanta gente, si la idea era no ganar con Scioli o Randazzo y perder con Uribarri, Taiana, Rossi o incluso, con Axel Kicillof o Zannini de candidato. 
Capitanich hizo y dijo barbaridades. Cosas que dieron vergüenza ajena.

Pasará a la historia como el que copió el peor gesto de Rafael Correa y rompió un diario en cámara en una actitud claramente autoritaria y antidemocrática. Pero se cansó de decir pavadas y alimentar las redes sociales con sus metidas de pata y negando una y otra vez la realidad. Últimamente dijo dos cosas repudiables al máximo.

Cuando comentó la muerte por desnutrición de un chiquito Qom en su provincia como un caso aislado y hace unos días cuando ninguneó la advertencia del papa Francisco diciendo que el desembarco de la droga y los narcotraficantes en Argentina era “un tema de poca relevancia”. Nunca se sintió cómodo en el papel de revolucionario y combativo.

Siempre fue un caudillo conservador como Néstor Kirchner, que fue menemista, duhaldista y kirchnerista siempre de la primera hora. Fue tan verborrágico para defender las ideas liberales de Menem como la ortodoxia justicialista de Duhalde o el populismo feudal y filochavista de los Kirchner.

El tango diría que el nombre de Capitanich quedó flotando en el adiós y que llegan los tiempos de Cristina al gobierno, La Cámpora al poder. El gurú de la agrupación, dicen que el fundador es Máximo, el hijo presidencial que regentea las empresas y maneja la fortuna de la familia.

El jefe de operaciones es el Cuervo Larroque, que hace de correveidile entre la Presidenta y los grupos más radicalizados y violentos como Quebracho o los que responden al antisemita de Luis D'Elía. La Presidenta tomó la decisión estratégica de apostar a lo que ella llamó el trasvasamiento generacional.

Colocar militancia camporista en todos los pliegues y en cada casillero del Estado. Casi todos los ministerios han sido copados por los muchachos de grandes sueldos y de poco nivel de conocimiento público. La idea de la Presidenta es que sean funcionarios para que puedan militar bancados o subsidiados con el dinero que aportamos todos los argentinos.

Y para que después se queden en el poder como topos o palos en la rueda para el nuevo gobierno que asumirá el 10 de diciembre.

Hay muchas preguntas y una gran inquietud por los anuncios que Cristina realizará hoy en la última Asamblea Legislativa que abrirá. Muchos creen que no se va a quedar con los brazos cruzados después de que ella y sus voceros acusaron a jueces y fiscales de golpistas al servicio del general Ricardo Lorenzetti, el presidente de la Corte Suprema.

La Presidenta, después de semejante acusación, ¿tomará alguna medida? Difícil. Veremos si hay algún manotazo de atropello autoritario a la Justicia. No lo sabemos. Hay que estar atentos. Por ahora, lo único que sabemos es que Cristina pasó del vamos por todo al vamos por algo. Cambia, todo cambia.

Gentileza Radio Mitre

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