Tras un inicio caótico, ¿puede haber cambios?

Los primeros seis meses de Donald Trump en la Casa Blanca han sido una vorágine de escándalo, caos e indignación que -a falta de un cambio importante- podría significar una condena para todo su gobierno.

Todos los presidentes estadounidenses enfrentan crisis que parecen quitar estabilidad a la Casa Blanca.

Abraham Lincoln debió enfrentar una sangrienta Guerra Civil. Bill Clinton fue humillado por escandalosas investigaciones. A Barack Obama le llevó cinco meses tapar un devastador derrame de petróleo e incluso más tiempo enderezar la economía.

Pero pocos presidentes han causado tal indignación o se han enfrentado a tantas crisis como Donald Trump en sus primeros seis meses. 
Trump asumió el 20 de enero declarando que Washington estaba en quiebra y sólo un hombre de negocios agresivo como él podía arreglarlo. Esa promesa parece haberse desintegrado.

La Casa Blanca continúa con escaso personal, poco calificado y luchando por atraer nuevos talentos. El personal existente admite estar agotado y desmoralizado.

La agenda política de Trump ha sido destruida: el “muro” fronterizo no se ha construido, el Nafta no fue anulado, el acuerdo nuclear con Irán perdura y el Obamacare sigue vigente.

Incluso con los republicanos controlando ambas cámaras del Congreso, el influyente Drudge Report declaró que este era “el congreso más improductivo en 164 años”.

En su discurso, Trump parece seguir en campaña, peleando con la prensa, los jueces, su propio partido, demócratas y el ex director del FBI James Comey, a quien despidió.

Un continuo goteo de evidencias amplifica las acusaciones de que su familia y sus asesores buscaron ayuda de Rusia para inclinar la elección contra Hillary Clinton.

También ha tenido puntos a favor: el grupo Estado Islámico ha sido virtualmente derrotado en Mosul (Irak) y Raqa, capital del llamado califato del EI en Siria, está sitiada. Trump cumplió con su promesa de desechar el acuerdo comercial transpacífico.

Pero las victorias de Trump han sido pocas. Y los presidentes pueden corregir el curso. El primer mandato Clinton fue notoriamente difícil y, como Trump, sufrió una temprana y embarazosa derrota legislativa en materia de salud. “La historia está llena de ejemplos de presidentes que aprenden de sus errores y pasan a tener grandes éxitos legislativos”, dijo Alex Conant, estratega republicano.

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