Tiene 90 años,es bisabuelo y volvió a la escuela

Cantalicio Oropel vive en un rancho en un pueblito de La Rioja y de chico no recibió educación. Ahora, gracias a un programa gubernamental, está cursando 6° y 7° grado.

En La Rioja hay un bisabuelo de 90 años que está estudiando para terminar la primaria y se ha transformado en un ejemplo de voluntad de superación para cumplir esos sueños que no pudo concretar en la juventud.

Es que después de una vida dura, llena de privaciones y sacrificios, Don Cantalicio Oropel no se da por vencido y quiere saber más. Por eso es que estudia “aprovechando la oportunidad que me dan y que no tuve cuando era joven”.

Amable, sencillo, humilde, trabajador y perseverante, según aseguran todos lo que lo conocen, este hombre eligió seguir creciendo, aunque por su edad esté en el ocaso de su vida.

“Es una lección de vida que nos da todos los días y nosotros lo ponemos como ejemplo para los chicos jóvenes a los que a veces les cuesta dedicarse al estudio”, dicen las docentes Adriana Melián y Flavia Aguilera que, junto a la profesora de manualidades Lorena Agüero, son las maestras de la modalidad de Educación de Jóvenes y Adultos de La Rioja que atienden al poblado 4 veces a la semana.

La Calera es un pueblo 15 kilómetros al oeste de Chepes, en el departamento Rosario Vera Peñaloza, a más de 300 kilómetros de la Capital riojana. Tiene 11 casas, de las cuales hay 4 desocupadas. Viven allí unas 35 personas.

La casa donde vive Cantalicio está en la ladera de un cerro, rodeada de otros tres ranchos que él construyó con sus propias manos.

“A mí me gusta leer y me gusta saber de todo. Ahora que me dieron la oportunidad no la quiero perder y quiero aprender todo lo que pueda. No sé qué va a pasar cuando termine la escuela, pero ya lo veremos”, dice quien tiene dos hijos, cuatro nietos y cuatro bisnietos.

“A nosotros nos dice que él va a seguir estudiando porque todavía piensa vivir otros 15 años”, cuenta la docente Flavia Aguilera, quien está segura que “si llegan a poner un nivel secundario, él seguiría sus estudios”.

Pero este hombre que no usa anteojos, no tiene diabetes y sólo se queja de “dolores de viejo en los huesos cuando hace frío”, no tuvo una vida fácil.

“De chico con mis 4 hermanos -2 varones y 2 mujeres- quedamos huérfanos cuando murió mi madre y yo tenía 8 años. Nos cobijó un vecino y su esposa, que tenían 6 hijos que ahora son mis hermanos de crianza”.

En 1958 se casó con Angélica Tobárez, su compañera de toda la vida, que pasó sus últimos años en silla de ruedas y que murió en febrero.

“En aquella época no había las posibilidades que tenemos hoy. En el campo no había escuelas ni nadie se ocupaba de enseñar. Nosotros éramos muy pobres y ahora veo que todo hubiera sido distinto si hubiera tenido un estudio”, asegura. Pero ahora “todo es distinto, porque las maestras vienen todos los años a preguntar quién se quiere anotar para estudiar y después vienen todas las semanas y nos enseñan”.

Cantalicio estudia materias de 6° y 7° grado. “Ya aprendí a leer bien y a escribir. Ahora estoy aprendiendo a multiplicar por dos cifras y a dividir, y estoy estudiando la Biblia porque desde hace un tiempo vinieron unos testigos de Jehová y me interesaron en eso. Tiene la letra muy chiquita pero igual la voy leyendo de a poco”.

En el rancho donde vive tiene televisión satelital (“con tarjeta”) y le gusta ver los noticieros. Está muy informado de todo lo que pasa y se muestra muy ansioso por saber cuánto será y cuándo le van a pagar el retroactivo de jubilación por la nueva Ley de Reparación Histórica.

“Yo cobro la mínima pero no sé cuándo empiezan a pagar. Mire que yo ya no estoy en edad como para esperar mucho”, cierra entre risas.

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