Siamo fuori della Copa

Argentina tiene que olvidarse de Rusia 2018. Se acabó. Restan 7 partidos de la Eliminatorias, pero ya ni vale la pena agarrar la calculadora

Argentina tiene que olvidarse de Rusia 2018. Ya está muchachos, se acabó. Restan siete partidos de la Eliminatorias Sudamericana. Pero ya ni vale la pena agarrar la calculadora. Ni hacerse malasangre. Señor, hágame caso, dedíquese a su familia, que bastante tiempo mirando fútbol ya pasa. Hay chances matemáticas de entrar, es cierto. El martes incluso se le puede ganarle a Colombia y quedar terceros en la tabla. Lo dijo Messi: "Después de tanta mierda que vivimos, todavía dependemos de nosotros". Ahí está el error, precisamente, pensar en el árbol y no el bosque. Pensar en un partido y no en la totalidad del fixture. Pensar en el rival y no en nosotros mismos. Pensar en el Mundial 2018 y no en el Qatar 2022. La Selección, esta oscuridad, me impulsa a escribir lo que no queremos ver. La Selección está afuera del Mundial.

Veamos el final de la película. Para entrar al Mundial, (sin pasar por el repechaje) Argentina necesita entre 28 y 30 puntos. Sin vueltas. La estadística así lo viene marcando: en el 1998, Chile entró con 25 (Perú también hizo 25 puntos, pero se quedó afuera). En el 2002, la Paraguay de Chilavert entró con 30. En el 2006, Paraguay con 28. En el 2010, Argentina con 28. En el 2014, Ecuador con 25. En fin, entre 28 y 30 unidades hay que rascar para entrar a la Copa del Mundo. Hoy en día, Argentina tiene 16 unidades. Es decir: le faltan ganar 13 o 14 puntos de los 21 que restan. Traducido: para asegurarse su plaza a Rusia 2018, deberá ganar sí o sí los 4 partidos de local (Colombia, Chile, Venezuela y Perú), y rescatar uno o dos puntos en sus 3 partidos afuera: ante Bolivia en La Paz, Uruguay en Montevideo y Ecuador en Quito. Casi imposibles las dos misiones. Francamente casi imposibles. Y voy a explicar porqué.

Porque al cabo, el fútbol es un deporte que tiene su costado lógico. Siendo que Bauza no da pie con bola, ¿qué vamos a hacer? Empecemos por los partidos afuera... Dos puntos son posibles de cosechar. Claro que sí. Pensar el empate con Ecuador o Bolivia, no es utópico. Y rescatar un punto del Centenario, tampoco. Ningún futbolero olvida el 0 a 0 del 2001. El mismo Carrasco-por entonces seleccionador charrúa- admitió que el partido estuvo arreglado. Uruguay necesitaba clasificarse. Ahora somos nosotros. Una mano lava a la otra... Lo que preocupa son los cuatro partidos en casa. Hay que ganar todos. Mucha presión para un equipo de pecho desinflado. Y todavía no hay una localía definida. El mismo Messi pidió “paciencia”, a los sanjuaninos, por la hostilidad que habían sufrido en Córdoba. La tribuna arde.

No es descabellado pensar que algún dirigente de la AFA haya fantaseado lo siguiente: se viene la Colombia de Pekerman, el Chile de Pizzi y el Perú de Gareca. Con un común denominador. Los tres técnicos son bien argentinos. ¿Se entiende? Si pensaron así, se equivocaron feo. Poco probable tantos favores de la otra parte. Todos están jugándose la clasificación. Pekerman, incluso, viene siendo muy criticado. Hay que ganarles en la cancha. La única buena es que a Chile y Perú los enfrentamos el año próximo. Porque hoy por hoy Argentina no está en condiciones de ganar. Por un simple hecho: no tiene gol. Tiene la peor delantera de la eliminatoria: 11 goles, sólo por arriba de Bolivia. Tiene delanteros millonarios tasados en millones. Messi (580 millones de euros según Rosell, otros dicen 181 millones), Agüero (60 millones de euros), Higuaín (65 millones) Dybala (45 millones), Pratto (4,5 millones), Correa (9 millones) y Alario (9 millones). Pero la pólvora está mojada. Y el fútbol no es acopiar por acopiar.

Muchas veces es más fácil administrar la pobreza que la riqueza. Pero la mano del entrenador todavía no se ve, o se ve mal. Los circuitos de juego, directamente, no existen. No hay socios, ni sociedades que ayuden a Messi. En el equipo no hay lugar para los Orteguitas, Aymares, Riquelmes, D'alessandros. Parecen galgos Di María y Enzo Pérez. Corren por inercia. Parecen pittbulls Biglia y Mascherano. A veces muerden, a veces no. Nadie crea. Nadie para la pelota. Nadie piensa. El problema es de concepto. Messi no es Moisés. Necesita de Iniestas, de Bochinis, de gente que juega para él. Necesita de compañeros que lo hagan mejor. Porqué no un Beluschi, un Banega. Ojalá que en marzo llegue la renovación. En el barrio, vos te das cuenta si sos bueno o malo, por una cosa. Cuando le pasas la pelota al mejor del equipo, te mandás al ataque. Si el Diez te la devuelve, sos bueno. Si cambia de rumbo, no hay nada que decir.

Ayer, Messi nunca pensó en darle ni siquiera un pase a Mas ni a Zabaleta. Así que ya sabemos. Adivinen que... ¿Saben quién suele ser el segundo 10 de Brasil, el que juega al lado de Neymar? A veces, Dani Alves, otras veces, Marcelo. Pequeño detalle. Laterales que se lanzan como flechas al ataque, para ayudar a su estrella.

Probablemente, esté por quedarse afuera del Mundial por muchos motivos. El fútbol nuestro de cada día viene siendo abofeteado hace rato, con una dirigencia que supo empatar una elección 38 a 38 cuando votaban 75 asambleístas. Pero acá el problema de la escasa cosecha tiene una matriz futbolística-estructural. La Selección no se renovó. No se reinventó. Pensó que llegar a 3 finales era garantía de éxito. No. Los mejores equipos de la historia han cumplido un ciclo. Todo tiene un final. Todo termina. Un día, se acabó el Brasil del 70, o la Holanda del 74. El mismo Barcelona multiganador de estos tiempos mutó varias veces. Y no dudó en echar a Ronaldhino para dejar crecer a Messi. Nadie es eterno. Y menos en este fútbol 3.0, donde muchos viven del fútbol más que para el fútbol.

Me quedo con una imagen. La de Neymar encarando a Mascherano en el área. Fue un acto criminal televisado para todo el mundo. No se animó a ir al piso Masche y quedó clavado, desencajado, desnudo ante la magia de su compañero del Barcelona. Parecía un ex jugador. Sentí rabia, bronca. Quise insultarlo. Pero me acordé de todo lo que nos había dado. Y preferí recordar su cruce contra Robben en el 2014. Ahí estaba Masche todo desgarrado, desparramado, en una cruzada héroica. Ese es el problema. La memoria prefiere eliminar los momentos malos de nuestra mente, preferimos crearnos mentiritas, trampitas para no ver lo que hay que ver. Cuando tu pareja dice que no te quiere más, querés pensar que es un sueño, o una joda. Acá sucede algo parecido. Tuvo que venir Neymar para mostrarnos que Mascherano no puede jugar más en la Selección, ni de 5, ni de 2. No porque de central ande mal. Sino porque Funes Mori y Otamendi lo hacen mejor que él.

Brasil se renovó a tiempo. Después del bombardero alemán en el Maracaná (7-1 en el Mundial 2014), empezó la poda. Afuera los Mariscales de la derrota. Dinamitó la zaga central de Dante y Felipe Luiz (Luiz, el melenundo que lloraba como loco delante las cámaras). Renovó el ataque. Afuera Hulk y Fred. Pero fundamentalmente, volvió a las fuentes. Le costó dos años y tres entrenadores. Adiós a la leyenda de Scolari, chau al anti-fútbol de Dunga. Hola al pragmático de Tité. Logró reinventarse y hoy, con Neymar (24 años), Gabriel Jesús y Marquinhos, volvió el carnaval dentro de la cancha. La música la ponen ellos. El rival baila de lado a lado. Cada vez que los veo sonreir, temo. Mientras tanto, la alegría es toda brasileña

Por estos lados, seguimos aplaudiendo las guapeadas de Mascherano y las autocríticas de Zabaleta. Seguimos sintiéndonos graciosos con el “Brasil decime qué se siente”. Vaya paradoja. Seguimos esperando ganar dos o tres partidos, para cantar que “volveremo’ volveremo' a ser campeones como en el 86’”. Es así la cosa. Siempre creímos tener la más larga y la más ancha (no me refiero a la Rivadavia y la 9 de Julio). Machismo argentino. Viveza criolla. Pero fuimos lo creemos. Hasta el 78 ninguna Copa del Mundo habíamos levantado. Tuvimos que ser los organizadores. Tuvo que venir Dios (Maradona) en el 86 para repetir.

Nos creemos los mejores. Hablo de nosotros, los hinchas, la gilada. Pero ni los jugadores se creen eso. Ni Bauza, que todavía no sabe dónde está parado, le llega con un mensaje certero y creíble al equipo. Recibió una herencia del cielo. Y todavía la sigue agradeciendo, con mimos para los players, en cada reportaje que brinda. Comprensible de un técnico que saltó de dirigir a Buffarini y a Ema Mas, a tener que darle una charla técnica a Messi. Démoslo vuelta: Messi pasó de escuchar a Luis Enrique, a tener que escuchar las charlas tácticas de Bauza. Argentina afuera del Mundial con el “leproso” Messi en la cancha. Una verdadera canallada. Sólo al Negro sólo al Negro Fontanarrosa se le hubiera ocurrido.

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