Si hay pobreza narrativa, que no se note

La puesta, que apela a la identidad mendocina como centro temático, no logra vuelo dramático por su esquemática y lineal estructura. La salvan los recursos visuales y sonoros.

¿Usted se acuerda cuando el espectáculo central de la Vendimia nos contaba, cada año, el cuentito del manual escolar? Pues a esas épocas, ya superadas narrativamente, volvimos este año con el guión y el texto de "Vendimia de la Identidad".

La decisión, hace alrededor de una década, de conformar un equipo artístico especializado para presentar los proyectos para el Acto Central, trajo consigo un cambio en el lenguaje escénico de la puesta. Los sucesivos directores, con sus logros y fallas, fueron buscando el modo de convertir al escenario del Teatro Griego en un espacio de abstracción simbólica; desde una perspectiva más ligada con las poéticas escénicas contemporáneas para, en ese contexto, darle ingreso al potencial tecnológico.

Claro que ninguno dejó de hablar del vino, la Vendimia, los pueblos originarios, los inmigrantes, la Virgen de la Carrodilla y la gesta sanmartiniana: de eso se trata el "mito" que alienta a este espectáculo.

Pero la linealidad narrativa que se repetía, año a año, hasta casi principios del 2000 (con alguna excepción), dio paso a juegos estructurales más complejos, que se acomodaban a una pretensión narrativa en desarrollo (no nos dejan mentir guiones anteriores; como los de Liliana Bodoc o Arístides Vargas, para citar los dos mejores ejemplos de estos años). Una puesta de teatro y performance musical, con fuerte acento popular y ritual, fue ganando espacio en estas concepciones.

“Vendimia de la Identidad", escrita y dirigida por Alejandro Grigor, desoye esta década de intentos por convertir al espectáculo en un discurso artístico acorde a nuestro tiempo para volver al pasado de la fórmula-relato.

Previsible y simplista

De manera lineal, y con un texto que abusa de los adjetivos grandilocuentes, la puesta de "Vendimia de la Identidad" se nos despliega previsible, paso a paso. Más ligada con el esquema didáctico de Billiken que con el potencial infinito de los signos escénicos y sus abstracciones.

El problema más grave de esta construcción narrativa es que, en su excesivo simplismo, se cuela un discurso difícil de asumir. Pues restringe la construcción identitaria de una trama social compleja, inserta en las contradicciones y tensiones de este milenio en nuestro continente, a los trazos demagógicos de un guión que se empeña en contarnos la historia provincial con tono naif.

Hay forzados gestos de "inclusión" en las coreografías, banderas flameando en las visuales, carteles con palabras como "democracia", etcétera, entre otros ejemplos de esta retórica de aires "tinellescos".

La técnica del disimulo

Si bien el guión y la estructura narrativa del espectáculo se mantienen a un vuelo rasante, los avances tecnológicos y visuales son los que vienen en su auxilio.

La idea escenográfica, craneada por Israel Pérez, es un acierto; en especial en lo atinente a la utilería mayor y menor (ideada por Sonia López), la disposición escénica de los músicos, la compaginación entre las bellísimas cajas lumínicas y visuales (buenos apuntes de Sergio Sánchez).

También impactan en vivo la conjunción de vestuario (Omar Lateana); las coreografías (Franco Agüero); la iluminación; la sincronía de los bailarines y actores en sus dibujos escénicos y espaciales.

Párrafo aparte merece la decisión de Grigor de instalar el teatro aéreo en esta puesta: la idea funciona y sirve, dentro de su lógica poética. 
Apostar a lo musical sobre lo teatral logró la empatía necesaría con el público.

Porque, sí, el director ha sabido elegir al equipo que "vestiría" su estructura, de modo tal que se disimulen sus básicos planteos narrativos.
Sin embargo está probado por los años de sucesivos intentos sobre el Frank Romero Day: los elementos artísticos no pueden suplir aquello de lo que carece la estructura.

"Vendimia de la Identidad" tiene un solo destino: ser una Fiesta más, que se sume a la lista de los espectáculos olvidables. La explosión visual y auditiva es un recurso fugaz, que se extingue con el vivo.

En pocas líneas

Lo mejor. Los avances tecnológicos y visuales de la puesta vinieron al auxilio de una estructura que hace agua. Para destacar, la empatía con el público a través del predominio musical por sobre el teatral.
Lo peor. El guión y la estructura narrativa del espectáculo se mantienen en un vuelo rasante. Nada nuevo.
Lo que sorprende. Interesante apuesta por el teatro aéreo y la inclusión de recursos tecnológicos de avanzada como los sistemas holeográficos. El homenaje al rock levantó a la platea.

La ficha

Vendimia de la identidad
Dirección general y guión: Alejandro Grigor. Director coreográfico: Franco Agüero. Director de actores: Ángel Urano. Director musical: Julio Edgardo Figueroa. Responsable idea escenográfica: Israel Pérez. Responsable cajas lumínicas: Eduardo González. Dirección de video artístico: Sergio Sánchez. Dirección efectos especiales y puesta de luces: Mariano Velasco. Dirección de vestuario: Omar Lateana. Responsable maquillaje: Jorgelina Flores. Utilería: Sonia López.

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