San Martín: Buen militar, ¿malo como político?

Muchas veces, el que esto escribe escuchó o leyó, en trabajos historiográficos, elogios al San Martín militar, pero dejando dudas en cuanto a sus dotes políticas.

En los últimos tiempos, con esa costumbre tan argentina de bucear en el pasado para ensalzar o denigrar el presente, o dicho de otra manera para el uso faccioso de la historia, también se le atribuye la culpa del autoritarismo. Es como esas personas que dicen, para justificar sus fracasos: “Si mi padre me hubiera pegado un par de trompazos no habría abandonado los estudios”.

El General San Martín fue un eximio militar profesional, formado en la escuela y con experiencia de combate desde la adolescencia y con sus grados ganados en los campos de batalla. Dice el General Paz, otro de los buenos militares argentinos, en sus Memorias: “La caballería, como arma, se la debemos a San Martín, antes de él no la había ni en nuestro ejército ni en los peninsulares”.

Un libro reciente pretende disminuir el Cruce de los Andes diciendo que Bolívar cruzó, también, los Andes en Colombia. La diferencia es que Bolívar tuvo más del 50% de bajas en su travesía cordillerana, mientras que San Martín sólo perdió el 5%.

Además, en el ejército del Libertador del norte un poco más de la mitad de sus efectivos eran voluntarios británicos, siendo en el Ejército de los Andes mínima la participación de europeos en sus filas. Los que hemos entrado, a caballo o en mula, a la cordillera, apreciamos la magnitud del cruce.

San Martín se debió involucrar en la política al poco tiempo de su llegada con el derrocamiento del Primer Triunvirato para avanzar en el proceso de independencia que debió concretar y postergó la Asamblea del año XIII.

Demostró habilidad política para obtener la designación como gobernador de la flamante Intendencia de Cuyo, a pesar de sus conflictos con algunos miembros de la Logia Lautaro, como Alvear.

El propio tío del vencedor de Montevideo, el Director Supremo Gervasio de Posadas, firmó su designación. Poco antes, estuvo brevemente al frente del Ejército del Norte. Ahí demostró, una vez más, su conocimiento de la estrategia y de los hombres.

Tuvo claro, San Martín, que en ese frente había que desarrollar una estrategia de contención, y para eso era clave el papel de Martín de Güemes y sus milicias. También apreció las aptitudes de Belgrano, su conocimiento del país y de sus problemas, que llevaron al creador de la Bandera del jacobinismo a posturas realistas y moderadas, y también se dio cuenta de los problemas del Ejército del Norte -indisciplinado, faccioso-, conocimiento que lo llevó a no reclutar a casi ningún oficial para el Ejército de los Andes, como lo reconoce con cierta melancolía José María Paz.

Su entrevista con Belgrano llevará a proponerlo en 1816, cuando regresa éste de Europa, como nuevo jefe del Ejército del Norte, para reemplazar a Rondeau y recuperar una fuerza desalentada y maltrecha luego de la retirada posterior a la derrota de Sipe Sipe.

Otro acontecimiento, que revela el “ojo” para evaluar a los hombres, fue el repliegue de los contingentes chilenos, luego de la derrota de Rancagua, a Mendoza. San Martín, ante los enfrentamientos de los hermanos Carrera con Bernardo O’Higgins, tiene que decidir con quién entenderse y su elección fue, indudablemente, acertada, evitando que la anarquía destruyera sus planes.

El Congreso de Tucumán es otro hito que demuestra la capacidad política del Libertador. Los congresales cuyanos, en alianza con los porteños, proclaman la independencia tan insistentemente reclamada por San Martín que quería emprender su marcha libertadora como jefe del ejército de un país independiente y no como un simple insurgente. Pero además, San Martín logra evitar la designación de Moldes como director supremo y consigue que el Congreso elija a Juan Martín de Pueyrredón, que había sido uno de los derrocados de 1812 pero con el que estableció sólidos vínculos en San Luis, ciudad a la que había sido confinado.

En síntesis, San Martín se destaca del resto por tener claros los objetivos políticos, las metas estratégicas, concentrándose en ello y dejando de lado las cuestiones secundarias, en que cayeron la mayor parte de los protagonistas de la época.

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